Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Crónica

Menos raíces que un navío

La propia existencia itinerante de Nara Araújo, siempre de vuelta a La Habana, replicó su noción del 'viaje como descubrimiento de la alteridad'.

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Nao, que etimológicamente deviene en náusea, vértigo de la creación. Nautilus, el viaje sumergido bajo el Mar de los Sargazos: un destino literario que "nos abre ventanas, nos conecta con lo posible, nos anticipa el futuro o nos revive el pasado, nos inclina a la comprensión y a la tolerancia hacia el prójimo y hacia nosotros mismos". Son palabras de Nara Araújo (1945-2009), quien ensayó sobre estos desplazamientos en tanto autora deslocalizada en la frontera entre ruptura y academia, entre existencia y escritura.

Este jueves 15 de enero, un año tristemente exacto después de la muerte de su compañero Lisandro Otero (1932-2008), las cenizas de Nara Araújo fueron depositadas junto a los restos del novelista en el traspatio de la Basílica Menor de San Francisco de Asís. No hubo palabras de despedida de duelo.

En un mediodía invernal de palomas y pregones (imágenes de rebote en los cristales del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana), de 10 AM a 1 PM tuvo lugar el velatorio solemne. En esa misma sede, a mediados del pasado año, Nara Araújo pronunció su discurso de entrada a la Academia Cubana de la Lengua (dudosa "entre la Y de Yara y la Ñ del español", ella eligió en definitiva esta última). En aquella ocasión disertó sobre el lugar-imagen de la Isla a lo largo de los siglos en la memoria de sus viajeros.

En San Gerónimo estuvieron presentes, además de familiares y amigos, el ministro de Cultura, Abel Prieto, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, el historiador de la Ciudad Eusebio Leal, y los premios nacionales de Literatura Roberto Fernández Retamar, Miguel Barnet, Nancy Morejón, Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández, Graziella Pogolotti, Jaime Sarusky y Reynaldo González.

Diarios y delirios de viajeros, diálogos en el umbral del tiempo, huellas del alfiler y la mariposa, visiones románticas del otro: "una escritura centrada que recuperó escrituras de los márgenes", declaró en exclusiva Jamila Medina Ríos, filóloga de 27 años cuya tesis de graduación en 2007 fue tutorada por Nara Araújo.

"Zonas de mujer europea o estadounidense enfrentada al otro que es América, y más adentro: al Caribe que es un otro interior, una cavidad de desangre en el océano. Nara, que significa en japonés terreno llano, tendía sus tentáculos para revelar las pesadillas del erotismo, la imitación, los sujetos subalternos esparcidos hasta la diáspora. Su escritura misma era un rizoma conectado con aquel verso de Sylvia Plath: 'Soy vertical, pero me gustaría ser horizontal'. Sus textos sobre la diferencia se atrevieron incluso a hurgar en la memoria propia recortada, en el hueco que dejan en el tiempo nuestros retratos. Aún el sábado 10 de enero me escribió que revisaba su novela Navío en puerto, siempre desligada, a punto de zarpar pero quedándose: ¿qué tiene menos raíces que un navío?".

La austeridad de la ceremonia de inhumación de las cenizas de Nara Araújo (un empleado con pulóver de la campaña de fumigación antidengue paleando tierra de una carretilla y después en cubos de pintura reciclados) contrastó con la opulencia elegante de la obra de esta académica, investigadora, ensayista, profesora, y recientemente también narradora (dejó inédito su proyecto de novela), para quien, según declaró en 2005 a la revista Opus Habana, la literatura no es aquel espejo que "se pasea a lo largo de un camino, como diría Stendhal, sino que es un espejo donde nos vemos reflejados por semejanzas o por diferencias".

La propia existencia itinerante de Nara Araújo por Asia, Europa, América y siempre de vuelta a La Habana, de algún modo replicó, en la línea de sus indagaciones literarias, la noción del "viaje como descubrimiento de la alteridad", a la par que "escritura que combina lo testimonial con la reflexión, y que no es del todo ajena a la dimensión poética, creativa".


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