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Iannucci, Cine, Stalin, Arte 7

Nadie parecía, todos lo eran

En esta película todos los personajes están caricaturizados, pero sucede que lo que resultan son caricaturas de caricaturas

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Armando Iannucci (Glasgow 1963) es un cineasta británico especializado en la sátira política. Ha conducido la serie de televisión inglesa The Thick of It, la americana Veep y el filme In the Loop (2009), este último sobre la Guerra de Irak. Ahora, basándose en una novela gráfica de los franceses Fabien Nury y Thierry Robin, acaba de realizar The Death of Stalin.

Narrado en tono de comedia, el filme se basa en los hechos que acontecieron entre el primero de marzo de 1953, el día en que Stalin, supuestamente víctima de una hemorragia cerebral, fue encontrado, cubierto de orine, en el piso de su habitación en la dacha que ocupaba en las afueras de Moscú, pasando por los tres días que su cadáver estuvo en cama sin atención médica adecuada, su muerte ocurrida el cinco de marzo y anunciada al día siguiente, hasta sus funerales en la Plaza Roja el nueve del mismo mes. El guion trata de mantenerse fiel a la secuencia histórica de los hechos, con menores cambios cosméticos.

No es la labor del crítico sugerir cómo debió haber sido desarrollado el argumento, sino analizar, comentar y criticar el producto al cual se enfrenta, pero… para un filme que tanto hincapié hace en legitimar la fidelidad a los hechos históricos en los cuales se basa, si bien parece cumplir con la letra falla completamente en cuanto al espíritu de los sucesos. The Death of Stalin es una película británica sobre un tema ruso que no da el ruso y parece mostrar unos peripatéticos políticos ingleses equivocadamente exiliados en tierra esteparia.

Iannucci no pierde oportunidad de poner un subtítulo para indicar la fecha, el lugar o el nombre y la posición gubernamental de los personajes en juego. Por aquí desfilan, junto a Stalin, sus ministros Beria, Malenkov, Jruschev, Molotov y Bulganin en primer plano, con acompañamiento de Mikoyan, Kaganovic y Zhukov, así como sus hijos Vasili y Svetlana.

Stalin dura poco en el filme y su personalidad es analizada a través de sus consecuencias y los efectos que tuvo en sus súbditos. Todos los personajes están caricaturizados, pero sucede que lo que resultan son caricaturas de caricaturas. Todos quedan en muecas esbozadas y a mi los chistes me parecieron pujados, con poca gracia, repetitivos, predecibles, inefectivos y sin ritmo. El slapstick no sale bien. Las relaciones entre los personajes parecen relaciones entre británicos, jamás entre rusos. Sé muy bien que el público no tiene por qué saber cómo se relacionan los rusos entre sí, particularmente durante la era soviética, ni hay que mandarlos a leerse las obras de Solzhenitisin o de Sholojov, o de Grossman antes de ver el filme, pero si el director, que sí debe saber lo que está haciendo, va a crear este circo que no responde a la realidad de la cual surge, mejor hubiera tomado como base un argumento en un país ficticio con personajes ficticios, con una historia inventada, o alguna combinación de ello.

No me interesan los filmes en los cuales los actores fingen un acento para pasar por alguna nacionalidad. Le doy crédito a Iannucci por usar actores de varios orígenes y que sus acentos naturales se escuchen como una forma de mostrar las diferencias étnicas entre los ciudadanos y dirigentes de la antigua Unión Soviética (Stalin y Beria eran georgianos, Jruschev era ucraniano, Mikoyan era armenio, Molotov era ruso y Malenkov era ruso de origen turco). Eso funciona bien. Pero los manierismos de los actores, los diminutivos que usan, el sentido del humor, son completamente británicos. Quizá Iannucci no puede salirse del mundo de habla inglesa.

La selección de actores es en algunos casos desacertada. Steve Buscemi es un actor muy limitado, todos sus personajes tienen que ser cínicos, burlones, vodevilescos. Sus mafiosos son personajes de comedia, parece incapaz de mucho más. Aquí como Nikita Jruschev, parece el payaso de un circo de pueblo. Igualmente, Jeffrey Tambor, como Malenkov, no está bien delineado como personaje y parece un cartón mal dibujado. Simon Russell Beale (My Cousin Rachel) un excelente actor shakespereano, está desperdiciado en un rol que no abandona el humor grotesco y exagerado. Es un bufón asesino. El personaje mejor definido es el de Molotov, personificando al hombre que antepuso al partido y al camarada Stalin por encima de sus sentimientos personales, un personaje trágico, pero Michael Palin, que es un excelente comediante, no lo sabe interpretar. No se atreve a hacerlo como los personajes que hacía cuando pertenecía a Monthy Python, y no le da ninguna dimensión dramática ni cómica.

Es muy saludable utilizar a las figuras históricas, a los asesinos y a los dictadores, para convertirlos en personajes de comedia. Burlarse de ellos es justicia poética. Chaplin y su El Gran Dictador son el ejemplo más conocido, aunque no el único. Pero hay que tener cuidado con el tratamiento, sobre todo en casos que una vez fueron controversiales y admirados en Occidente, como es el caso de Stalin y más aún toda la canalla cohorte que le rodeaba y que después asumieron el poder continuando sus estragos. Este grupo solo se presenta como una partida de ineptos sicofantes bailando al son que tocaba Stalin, sin que ninguno pareciera un asesino de temer, sin embargo, todos lo eran. Les concede una ironía, una gentileza y un refinamiento que nunca poseyeron.

Esos seres que vemos en la pantalla parecen incapaces de ejercer el poder de la manera criminal conque lo ejercieron, con su desprecio por sus congéneres y con el egoísmo rapaz con el cual depredaron varias naciones. Con un guion sin ritmo dramático, una fotografía ordinaria y unos chistes faltos de imaginación, The Death of Stalin falla en todos los niveles. Tiene momentos en que hay ciertas secuencias bien compuestas, pero su falta de armonía en la imagen hace que los efectos se pierdan. Hay personajes que se pierden sin excusa.

The Death of Stalin (Gran Bretaña/Canadá/Francia/Bélgica, 2017). Dirección: Armando Iannucci. Guion: Armando Iannucci, David Schneider, Ian Martin y Peter Fellows, basados en la novela gráfica homónima, escrita por Fabien Nury y Thierry Robin. Director de fotografía: Zac Nicholson. Con: Steve Buscemi, Jeffrey Tambor, Simon Russell Beale, Michael Palin y Olga Kurylenko. De estreno limitado en la mayoría de las ciudades grandes de Estados Unidos.


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