Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Pablo Milanés, otra vez, renaciendo

El autor de “Mírame bien”, con 70 años en sus espaldas, demuestra que sigue siendo una de las voces más privilegiadas del cancionero latinoamericano

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Pablo Milanés (Bayamo, 1943) es uno de los grandes músicos latinoamericanos de los últimos 50 años (perdón por la perogrullada). De formación autodidacta— su madre lo obligaba a cantar cuando era niño—, introdujo “un nuevo modo dentro de la canción cubana, desde inicios de la década de los sesenta, ensamblando elementos procedentes de la música universal con formas eminentemente criollas” (Helio Orovio). Posee capacidad natural para pasearse airoso, por diferentes géneros de la música popular caribeña: el bolero/filin, el son, la canción trovadoresca, la guaracha, el guaguancó, la “nueva canción”, el danzón, la guajira, el bolero mexicano, el joropo, la bomba, la plena…

Bolerista de fraseo privilegiado: las interpretaciones que ha hecho de algunas piezas del filin (“Novia mía”, “Si me comprendieras”, “Palabras”, “Deja que siga solo”, “Tu no sospechas”…), son excepcionales: Milanés ha sabido conjugar con inteligencia, algunas inflexiones de José Antonio Méndez, Benny Moré, Pacho Alonso, Vicentico Valdés, Ignacio Villa y Antonio Machín, hasta convertirse en un vocalista de imaginativa alocución.

El más sonero de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova cubana, tiene en su haber trabajos discográficos con algunos de los grandes mitos de nuestra música tradicional (Compay Segundo, Octavio Sánchez Cotán, El albino Luis Peña…). En la serie de tres volúmenes “Años” (1981), incluyó canciones y sones de Bienvenido Julian Gutiérrez, Sindo Garay, Rosendo Ruiz, Miguel Matamoros, Repilado, Pichardo y Eusebio Delfín en un rescate que podría considerarse antecedente del boom “Buena Vista Social Club”.

Su refinada tesitura vocal le permite desplazarse con soltura de la voz prima a la segunda: sus duetos con cantantes de diferentes estilos (Francisco Repilado, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Ana Belén, Luis Eduardo Aute, Caco Senante, Chico Buarque, Miguelito Cuní, Lilia Vera, Victor Manuel, Silvio Rodríguez, Mercedes. Sosa, Raul Torres, Gal Costa, Fito Páez, Andy Montañez, Polito Ibáñez,…) resumen momentos perdurables en el balance antológico que nuestra memoria musical realiza con frecuencia.

Del afán por cantar entre amigos, de regalar y compartir canciones, nació uno de sus mejores trabajos discográficos: Querido Pablo (Ariola, Eurodisc, 1985), producción del español Victor Manuel con arreglos y dirección orquestal del tecladista Geoff Westle. En aquella ocasión seis españoles (Ana Belén, Amaya Uranga, Serrat, Aute, Ríos y Victor Manuel), un brasileño (Buarque), una argentina (M. Sosa) y un cubano (S. Rodríguez) rendían homenaje al autor de “Yolanda” en duetos ejemplares (cómo olvidar los vigorosos alabeos de la voz de Rodríguez en acople con el piano de Westley y la voz segunda de Milanés en “El breve espacio en que no está”), desde canciones conocidas recreadas con un tratamiento armónico novedoso y fresco.

Nueva Trova Cubana: rótulo que siempre fue impreciso, pero que indiscutiblemente aglutinó a algunos de los más importantes compositores cubanos de los últimos 40 años (fundadores: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Pedro Luis Ferrer, Vicente Feliú, Carlos Gómez, Noel Nicola, Sara González, Lázaro García…; segunda generación: Carlos Varela, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso…; tercera generación: David Torrens, Gema & Pavel, Vanito Brown, Habana Abierta…).

Rememoro con una sonrisa melancólica la disyuntiva, en mis años juveniles habaneros, de declararse silviano (devoto incondicional de Silvio Rodríguez) o milaneso (seguidor confeso de Pablo Milanés). Estaba también la fracción de quienes no asumían tendencias tan radicales y escuchaban con fervor a los dos músicos más emblemáticos de la canción cubana de los últimos 50 años. Quien esto escribe en algunos momentos de su melomanía incurable ha sido silviano (“De la ausencia y de ti, Velia”, “Solo el amor”, “En mi calle” “La canción de la trova”, “Oda a mi generación”, “Llover sobre mojado”, “Óleo de una mujer con sombrero”, “Érase que era”, “Tu fantasma”, “Te conozco”, “Yo soy de donde hay un río” …); pero, nunca ha renunciado a su incondicional e irremediable destino milaneso (“Mis 22 años”, “Ya ves”, “Hoy la vi”, “Yolanda”, “Para vivir”, “Mírame bien”, “La vida no vale nada”, “Yo no sé”, “Años”, “Sandra”, “La soledad”, “Matinal”, “La libertad”, “La felicidad”, “Proposiciones”, “Regalo”, “Cuando te encontré”, “Quiero ser de nuevo el que te amó” …): Renacimiento (Universal Music, 2013) reafirma mi convicción de milaneso absoluto: placa en la que el hijo ilustre de Bayamo reaparece con fuerza inusitada desde elocuente repaso por varias modalidades de la música cubana.

Cinco años de ausencia en el mercado discográfico: Más allá detodo. Chucho Valdés & Pablo Milanés (2008) y Raúl y Pablo: Raúl Torres & Pablo Milanés (2008). El autor de “Mírame bien”, con 70 años en sus espaldas, demuestra que sigue siendo una de las voces más privilegiadas del cancionero latinoamericano, y uno de los compositores, que mejor ha resumido la tradición trovadoresca, sonera, bolerística/filin y rumbera dentro de la nueva canción cubana.

Formato orquestal: voz líder (Pablo Milanés), piano/programación de teclados (Miguel Núñez), sax tenor y soprano/flauta (Germán Velazco), bajo (Sergio Felix Raveiro), batería/percusiones(OsmaniSanchez),güiro/tamboresbatá/bongó/triángulo/cajón/shekere/ tumbadora/quinto/güira/efectos (Edgar Martinez), violines (Dagoberto González Jr. y William Roblejo), coro (Suylen Milanés, Pablo Milanés, Miguel Núñez): músicos que conocen muy bien los fueros melódicos/rítmicos del compositor de “Canción (De que callada manera)” , y saben trazar con tino las conformidades armónicas de cada tema, sobre todo Miguel Núñez, Dagoberto González Jr. y el ex Irakere Germán Velazco.

Inicia la placa con “En Paz”(Pino de Val, Galicia, agosto 2012) —musicalización de un texto del poeta modernista mexicano Amado Nervo (1870 - 1919)—: vigencias melódicas/rítmicas del Milanés de los años 70/80: balance de prosodia filinesca, preludios soneros y acústica trovadoresca: franjas trazadas por la programación de teclados que concluye con sugerentes clústeres del piano escoltados por encadenadas costuras de las percusiones, susceptibles fraseos del sax soprano y métrico columpio de la batería: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo vida, / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida”: modula el bayamés y una atmósfera de blanda sutura se apodera del tiempo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”. Obertura con rondas de íntegra catadura del Pablo Milanés que admiramos hace más de 40 años.

Prosigue la oferta con “Apocalipsis” (La Habana, abril 2011): prólogo de conformidad barroca (contrapunteos que hacen referencia a “Ya ves”) sustentada por bocetos de flauta, violín y piano que encallan en concordias de habanera/danzón que un tentador solo de flauta charanguea en complicidad con las percusiones desde imaginativa solvencia instrumental. “Dulces Recuerdos”(Pino de Val, Galicia, julio 2012) —precedida por un epígrafe de Carlos Varela: “Los días no volverán aunque echemos a correr, / los días no volverán a ser lo que fueron ayer”— irrumpe en tonalidad de marcha/vals: progresión melódica en figuraciones de rondó protagonizadas por el piano hasta bifurcarse en un son/guaguancó de suculenta invitación bailable (tumbao peruchinesco de Núñez) que violín, sax tenor, percusiones y batería timbean en vigorizaciones de sugerente bordón mambero (legado de Arcaño/Cachao): “El recuerdo no marchita / tu belleza de esa noche, / pero el tiempo se ha encargado de matar otros anhelos / y me lleva hasta París 68”.

Se adueña de la parte intermedia del disco “Los males del silencio” (Pino de Val, Galicia, agosto 2012): ostinato de la batería en redoble de cepa extremeña y empalmes bachianos del violín que ilustran unas sublimes cuartetas de resoles martianos: “El silencio adormece / los más dulces sentidos / sin valor y sin tus bríos /el silencio te envejece. // El silencio ya no entiende / lo que es bueno y lo que es malo / solo dice si firmando / y acatando lo que ordenen. // El silencio va minando / toda tu felicidad / solo es miedo o es maldad / que tu rostro va mostrando. // El silencio no surgió para vivir: el silencio renació para morir”.

El filin llega con “Cual si fuera a morir esta mañana” (Madrid/La Habana, abril 2011): evansiano preámbulo del piano que da entrada al fraseo de Pablo en demarques de modulaciones que recuerdan a José Antonio Méndez desde apuntes jazzístico del sax soprano y proporcionales tabaleos de la batería: “Los dos corremos a vencer el tiempo / en la concupiscencia más hermosa / que se hace indetenible como el viento”.

“Guantánamo tiene un son / que no se parece a nada (bis) // Es difícil de tocar / y es más difícil el baile (bis) // Cuando llegues a la fiesta / cuidado con tu cintura / y con tus pies que te anuncian / que aquí la cosa es más dura (bis) // Mi homenaje siempre para / Chito Latamblé (bis) // Y su fiel Cambronne / Nunca los olvidaré. (bis) // (…) // Guantánamo, cenicienta, de esta isla atormentada / eres la más acosada / por lo tiempos que viví / el que sienta algo por ti / debe hacer una cruzada / pues tú debes ser salvada / y ser salvado el changüí / porque sueño ver en ti / mi provincia inmaculada. // A tocar changüí / en Santiago / en Santa Clara / en Baracoa / en Guantánamo // que ya me voy / que ya me fui”: texto de “Homenaje al changüí” (La Habana, septiembre 2012): guajeo de sabrosos compases en la que el bongó repica a contratiempo cruzado, los violines charanguean con excitante fragor, el piano en proceloso tumbao y el sax soprano en solo espléndido. Momento culminante del álbum —tributo al timbalero mayor del Guaso, Elio Revé (1930 - 1997)—, que pone a mover el esqueleto al más tieso de los mortales bajo tromba acompasada. Variante del son en su forma más legítima, sus orígenes tienen fundamentos en euritmias del Congo, según Fernando Ortiz. Músicos como Chito Latamblé, Pedrito Speck, Familia Miranda, Pedro Ramírez, Francisco Vinen, Ido Torres o Herminio Corrioso han mantenido viva la tradición changüisera en La Maya, Palma Soriano, San Luis, Guantánamo y Baracoa. La charanga fundada por Elio Revé en 1955 continúa explorando sus matices armónicos/rítmicos: hoy es uno de los grupos más solicitados por los bailadores cubanos. “He querido hacer hincapié, independientemente de los géneros universales que toco, en recordar algunas expresiones de la música cubana olvidadas o relegadas, que hoy no se interpretan por desconocimiento, o por lo difícil que resulta conocerlas sin tener un contacto directo de su fuente, que es el propio pueblo”, ha escrito el trovador oriental en el cuaderno informativo de este fonograma.

Un poema de Ho Chi Minh, “Lamento” (abril, 1970) inunda los resquicios en apuntes neoclásicos de Núñez y modulaciones de mansas inflexiones: concordias muy apegadas a los timbres de la Nueva Trova (ciertos bocetos de guajira/bolero y escalas barrocas): “En la prisión, de pronto / se escucha de una flauta / el lamento nostálgico. // Se hace pena la música / cada nota un sollozo: / mil leguas que separan / y un dolor que desgarra. // ¿No habrá en alguna parte / melancólica sombra, / mirando al horizonte, / en lo alto de una torre, / una mujer que espera?” Minimalismo de naturalidad arropante: una de las mejores musicalizaciones de Milanés a un texto literario.

“Canto a La Habana” (La Habana, septiembre 2012): preludio en clave de guaguancó protagonizado por despegados clústeres en staccato del piano y quinto solariego con asomos de conga santiaguera (excelente la concepción de los acentos de Edgar Martínez en la interpretación de las percusiones). Esplendidos los silbos del sax soprano de Velazco (esbozo de la corneta china), y charangueros los murmullos del violin de Roblejo. “La Habana me abrió sus brazos / y yo le entregué mi vida / y aunque sea de provincias / La Habana siempre es mi guía / limpia y bonita como fue ayer / mustia y marchita como está hoy. / (…) / Que yo me quedo en mi Habana / y aquí me moriré”. Mirada tempestuosa al clásico “Los caminos” de 1972.

Cierre con “Amor de otoño” (La Habana, septiembre 2012) y “El otoño del amor” (La Habana, septiembre 2012): dos composiciones que se despliegan en el azogue de un espejo de ánimo bachiano/mozartiano de incitante timbre trovadoresco en el que el piano se adueña de las pausas, y el violín se columpia en las grietas del dolor en valseado subrayado melódico. “Y ahora que hago / con tu tristeza / no quiero más dolor / que el que sentí cuando descubrí / que es no era vivir”.

Pablo Milanés, otra vez, renaciendo en un CD de madurez concluyente. Renacimiento es una de las mejores y más convincentes producciones de la vasta discografía del autor de “Para vivir”.


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