Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Con ojos de lector

Polemiza, que algo queda (XI)

Un libro de Fina García Marruz dio pie a una polémica en la que Antonio José Ponte y Jorge Luis Arcos discreparon sobre la crítica concebida como empeño negador.

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En 1997 se publicó, bajo el sello de las Ediciones Unión, el ensayo de Fina García Marruz La familia de Orígenes. Al año siguiente, La Gaceta de Cuba (número de marzo-abril) incluyó en su sección Crítica un trabajo titulado Una familia tan tebana como cualquiera, que firmaba Antonio José Ponte (Matanzas, 1964). Éste se ocupa en el mismo de la obra de García Marruz, perteneciente "a esa parentela de libros origenistas que esbozan amplios panoramas de historia literaria y que ofrecen un lugar en ella a la labor del grupo Orígenes".

Parte Ponte de la idea sostenida por García Marruz, de que los poetas que acostumbraban reunirse en su casa eran todos como una familia. Recuerda la ensayista que Martí llamó a los poetas modernistas "una familia en América", y esa coincidencia, comenta Ponte, "basta para que, en una teoría de conjuntos bastante inexplicable, los escritores del grupo Orígenes hagan una familia dentro de la familia de escritores americanos que empezara el modernismo". Asimismo y para explicar mejor su tesis, García Marruz divide la poesía hispanoamericana en dos grandes bandos: el del modernismo literario, el reformismo político y la religión católica; y el del vanguardismo literario, el criticismo político y la religión protestante. En ese sentido, prosigue Ponte, "hechas estas divisiones, su autora puede, de pronto, abandonarlas y decidir que escritores como Vicente Huidobro y César Vallejo pasen de ser considerados vanguardistas a ser considerados modernistas. Porque Vallejo llamó a Darío alguna vez 'el cósmico' y Huidobro recibió en otra ocasión un consejo poético de Darío".

Cita después a García Marruz, a propósito del aburrimiento que Freud producía a los origenistas. Afirmación memorable, para Ponte, de la cual "se salvan Virgilio Piñera y Lorenzo García Vega". Le hace, no obstante, una objeción: "que Freud aburriera no es señal inequívoca de que ellos hubieran aburrido a Freud. No porque un grupo de personas se reúna en su aversión a Copérnico, el universo se habrá vuelto ptolomeico".

A juicio del autor de Las comidas profundas, La familia de Orígenes es, por sus intenciones, un ensayo que se emparenta con obras mayores como La expresión americana, de José Lezama Lima, y Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier. Pero no alcanza "ni la altura de éstos, ni la altura de otros ensayos de su autora. Su trazado resulta confuso y en ocasiones se pierde. (Martí es su más cara forma de discontinuidad.)". Y señala que "al buen lector de ensayos, incrédulo de la matematicidad de las demostraciones, le resultarán poco atrayentes las cuestiones de rótulo que trata (vanguardismo, neobarroco, modernismo, origenismo, barroco de Indias…)".

Asimismo considera que tal vez por el hecho de haber sido escrito como conferencia para ser presentada en el Coloquio Internacional Cincuentenario de la Revista Orígenes (1994), el texto posee una ambición "que abre tantos frentes que deja luego incumplidos. Fértil para propiciar la discusión oral, como libro le falta ser pensado a fondo, completado". Al final de su trabajo, Ponte apunta que "resultaba arduo hacer considerar al lector que el grupo Orígenes es una familia, para encima hacerle creer que es una familia felizmente llevada". Y concluye que para ser un libro empeñado en destrucciones letradas, La familia de Orígenes "resulta una escaramuza fallida".

Aguar la fiesta a toda costa

En ese mismo número de La Gaceta de Cuba aparece un artículo de Jorge Luis Arcos (La Habana, 1956), Veleidad de un estilo, en el que discrepa de los juicios emitidos por Ponte. Lejos de compartir los señalamientos críticos de éste, escribe que cuando oyó a García Marruz leer su texto en el coloquio de 1994, supo que "estaba en presencia de uno de los ensayos más deslumbrantes que haya tenido ocasión de escuchar". Y añade que además de ser "un recuento de las fuentes nutricias del origenismo" y "el testimonio de una vida, de un destino", La familia de Orígenes "es, por encima de todo, conmovedor".

Pasa luego a ocuparse del artículo de Ponte, acerca del cual dice que "enuncia constantemente argumentos que no demuestra, apoyándose fundamentalmente en la veleidad de su propio estilo". Le critica el no polemizar con ideas, sino adoptar "el gesto de quien quiere, a toda costa, aguar la fiesta". Y considera que "resulta patético el gesto de quien quiere mofarse del otro, por la sencilla razón de no compartir sus ideas o su estilo de vida o la calidad de un destino diferente; afán negador contra un texto que se propone ofrecer el testimonio de una intensa aventura del espíritu ya cumplida".


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