Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Con ojos de lector

Polemiza, que algo queda (XI)

Un libro de Fina García Marruz dio pie a una polémica en la que Antonio José Ponte y Jorge Luis Arcos discreparon sobre la crítica concebida como empeño negador.

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Arcos menciona otros puntos del trabajo de Ponte con los cuales no concuerda, y pasa a detenerse en el que hace más profunda su discrepancia: el de que La familia de Orígenes es un libro empeñado en destrucciones letradas. Eso lo lleva a afirmar que "todo el texto de Ponte está lleno de afirmaciones que, como la anterior, no demuestra; de una no disimulada ironía, y, sobre todo, de una voluntad acerbamente negadora (el texto de Fina García Marruz no le merece un solo elogio)". Todo ello, reconoce, Ponte logra expresarlo "con una gran desenvoltura estilística".

Al final de su trabajo, Arcos formula varias interrogantes: ¿cómo un libro con tal riqueza de relaciones y matices, con tan vasta y reveladora precisión de fuentes y tan hermosa prosa poética, merece "un juicio tan displicente y en el fondo tan sombrío"? ¿Qué motiva en Ponte tanta profunda amargura? ¿Cómo la confesión y el testimonio de una vida dedicada al estudio de nuestra cultura puede provocar "tanto puntual empeño negador"? Y en última instancia, ¿para qué sirve la crítica negadora? Arcos cierra su artículo comentando que aunque siempre ha admirado la elegancia de la prosa de Ponte, su agudeza, su sensibilidad para la percepción de matices, así como la eticidad de su poesía, piensa que en esta ocasión "su ademán crítico no ha sido el más feliz".

En el siguiente número de La Gaceta de Cuba, Ponte contestó a Jorge Luis Arcos en Otra manera de vivir juntos. Aclarar que para responderle usará ejemplos tomados de La familia de Orígenes, que "contiene, casi siempre encubierta, una alta cuota de crítica negadora". Crítica ésta inútil para Arcos, algo de lo cual procura convencer, según Ponte, "con ejemplos empobrecedores".

Como ella misma admite, García Marruz llamó ininteresante al modernismo hispanoamericano. O como escribe Ponte, "lo negó. Ahora no lo niega, lo aprovecha. Es decir, lo niega parcialmente a conveniencia: con tal de colocar a Orígenes en Hispanoamérica, y convertir la relación modernismo- Orígenes en una comunidad (…) Condenado antes por sus parciales oropeles, resulta ahora que esos mismos oropeles ni siquiera forman parte suya". García Marruz, continúa Ponte, niega también los vanguardismos, en particular el surrealismo, "definido mayormente por la crueldad de un episodio que despierta cierto humor en ella".

La crítica negadora en La familia de Orígenes, afirma Ponte, "sacrifica diferencias hasta conseguir un aglomerado. De unas cuantas dudosas tangencialidades, Fina García Marruz es capaz de hacer un puente. Va de un autor a otro para obligar a una familia y ofrece, como premio de tanta gruesa manipulación, salvar a ese aglomerado en la 'infinita posibilidad'". Bajo el pretexto de la búsqueda de esa infinita posibilidad, elimina además la posibilidad múltiple. "Aplaca toda diferencia, borra, confunde, tergiversa 'con algún humor', hasta obtener un discurso que posee la calidad estrecha, acerada, de desfiladero, de las ideologías".

Critica Ponte a la autora el dividir el mundo en dos ecuaciones contrapuestas (modernismo-catolicismo-liberación, de un lado; modernism-protestantismo-dominación, del otro), para negar la segunda mitad. Según él, "simplifica soberanamente, confunde la obra de muchos escritores con las peores políticas de sus países". Semejante fundamentalismo, expresa, tal vez pueda sostenerse como programa político. "Pero lo que en política puede ser nacionalismo, deviene en provincianismo en el arte. Y conformarse con sólo la mitad de la riqueza espiritual del mundo resulta, por continental que sea esa mitad, provincianismo".

Casi al finalizar su trabajo, Ponte escribe que lo que debió preguntarse Arcos es de qué sirve disimular la crítica negadora. A ello agrega: "Tal vez lo que molesta más en la lectura de este libro de Fina García Marruz no sean sus negaciones, sino los gestos de bondad con que esas negaciones se ocultan, la ternura cubana con que intenta taparlas". Al final, Ponte apunta que "para recordarse en familia, Fina García Marruz debió encontrarse otra manera de vivir juntos, debió entregarse a una pelea descubierta, como la de Lorenzo García Vega en Los años de Orígenes o las de Virgilio Piñera". Y concluye que al final uno arriba a "la convicción de que la crítica, negadora o no (si negación de negación de negación, da igual ya el signo matemático), vale para que continuemos hablando, con la pluralidad de la literatura, aun después de La familia de Orígenes y de otros Apocalipsis parecidos".


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