Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Cine, Arte 7

Por amor al arte

Ante un tema y una trama tan interesante y complejo, que obviamente requiere de cortes y simplificaciones, George Clooney opta por una narrativa facilona

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El 23 de junio de 1943 el presidente Franklin D. Roosevelt firmó el documento que aprobaba la creación de la “Comisión Americana para la Protección y Salvamento de los Monumentos Históricos y Artísticos en las Zonas de Guerra”. Ello obedeció a la presión ejercida por varios académicos, directores de museo, filántropos y el magistrado de la Corte Suprema Owen Robert que, enterados de los robos masivos que efectuaban los nazis no solamente de las propiedades artísticas de judíos acaudalados, sino de los museos que se encontraban en las zonas de ocupación pensaron que había que actuar con rapidez y determinación para evitar un desastre cultural de grandes proporciones, ya que no solamente Hitler se proponía pasar toda obra de valor a la cual le echara mano para incluirla en el proyecto de Museo del Führer que para su engrandecimiento había planeado junto con el arquitecto Albert Speer para edificarlo en Linz, su ciudad natal, situada en Austria.

De aquí surgió el Programa de Monumentos, Arte y Archivos, que se llegó a conocer como los “Monuments Men”. Estos fueron ubicados bajo la sección gubernamental de asuntos civiles y militares. Apoyados por una carta firmada por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el entonces General Dwight D. Eisenhower, en la cual pedía la colaboración de todos los que comandaban las distintas divisiones de tropas, pues según la carta: “el buen nombre del Ejército dependía en gran medida del respeto que mostraran por la herencia artística del mundo moderno”, un pequeño grupo de curadores, académicos, arquitectos y arqueólogos se lanzaron a los frentes de batalla más avanzados para lograr identificar, legitimar y rescatar el tesoro artístico robado y devolverlo a sus dueños originales.

Por su parte, los soviéticos, siguiendo órdenes dictadas por Stalin, crearon la Comisión Trofeo, que aglutinaría a los más destacados profesores, restauradores y otros expertos estudiosos del arte en la Unión Soviética para rescatar los tesoros artísticos robados por los nazis. La Comisión Trofeo tenía como objetivo recuperar todas estas obras para mantenerlas en la Unión Soviética, pues los soviéticos consideraban que adueñarse de ellos era una justa reparación, no solamente por la cantidad de muertos que tuvieron, sino por el pillaje y dilapidación que sufrieron durante la guerra en las zonas ocupadas por los nazis. Por ejemplo, en Minsk, los alemanes se llevaron casi todas las colecciones de pintura y escultura que existían en los museos de la ciudad. En Kiev, de 41.000 objetos que poseía el Museo de Arte Ucraniano, solo quedaron 1.400. Se calcula que durante los años de ocupación los nazis robaron objetos de arte por valor de mil doscientos cincuenta millones de dólares.

Los Monuments Men, que terminó siendo una organización de 345 hombres y mujeres de trece países lograron devolver miles obras a sus dueños originales, hasta que el Departamento de Estado se encargó de su trabajo en 1946 y disolvió el programa. Los soviéticos mantuvieron sus rescates ocultos en los sótanos del Hermitage y otros museos, negando su existencia, hasta la aparición, en 1991, de un artículo al respecto publicado en la revista ARTnews, escrito por Konstantin Akinsha y Grigorii Kozlov, quienes ganaron el Premio George Polk por este trabajo.

Después de esto algunas obras fueron devueltas a ciertos museos, especialmente en Alemania y otras fueron sacadas a exhibición pero mantenidas en Rusia. Otras grandes colecciones como la del ministro del Interior Abakumov, que cayó preso con Beria en 1953, terminaron en las casas de empeño, ya que muchos generales que se habían enriquecido durante la guerra temían, de ser descubiertos, la venganza de Stalin y se desprendieron con urgencia de sus posesiones.

Este es el tema que trata la recién estrenada película The Monuments Men, escrita y dirigida por George Clooney. Pero ante un tema y una trama tan interesante y complejo, que obviamente requiere de cortes y simplificaciones, Clooney opta por una narrativa facilona, que a la vez peca de tibieza y no se decide ni por los grandes temas ni por la aventura y hace uso de la comedia, más bien de la bufonada, para salirse de sus propios enredos.

Clooney encarna al personaje central, Frank Stokes, que está basado en George Leslie Stout un curador del Museo Fogg de Harvard, quien se encarga de reunir al equipo inicial. Su mano derecha es James Granger, interpretado por Matt Damon y basado en el Capitán James Rorimer (a todos los Monuments Men se les concedieron grados de oficial), un experto en arte que trabajaba en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Entre ambos, dirigen un pequeño grupo de profesionales que se dedican a la dura tarea de rastrear los objetos robados. Cuentan con la colaboración de Claire Simones, un personaje interpretado por Cate Blanchett y basado en Rose Valland, una empleada del museo de Paris que era una espía de la Resistencia y se dedicó a mantener un registro de todo lo que los nazis robaban.

El filme se mueve entre las acciones en las que se adentran los personajes, sus relaciones interpersonales y su carrera contra el tiempo, contra el plan de Hitler de quemar y destruir todo lo robado si se perdía la guerra y contra las brigadas de la Comisión Trofeo por ver quién llegaba primero a los tesoros. En un momento dado se propicia un debate sobre la ironía de arriesgar la vida para recuperar de unos depredadores (los alemanes) y devolver a otros depredadores anteriores (franceses e ingleses), pero todo queda en una leve insinuación. Aparte de la indecisión narrativa entre la comedia de aventuras y la indagación sobre el valor del arte para la vida, que Clooney resuelve con algunas secuencias inconexas de acción, bien hechas y con pequeñas frases grandilocuentes y pedagógicas, dichas con breve gravedad, el otro problema está en la caracterización de los personajes.

Stokes nunca parece ser un experto en arte y da la impresión de ejecutar su misión con cierto marasmo y sorna, a pesar de ser uno de sus promotores. Granger es un eficiente santurrón que a pesar de su atracción mutua, termina rechazando los avances sexuales de Claire, aunque esta no le pide ningún compromiso, solo un buen rato en medio de tanta miseria. Bob Balaban interpreta a Preston Savitz, personaje basado en Lionel Kirstein el hombre que trajo a Balanchine a los Estados Unidos y fundó el New York City Ballet, que aquí parece un individuo despojado de toda sofisticación, como un ingenuo bonachón. John Goodman, siempre excelente, hace del escultor Walter Garfield, inspirado en Walter Hancock, pero aquí parece que está actuando en The Big Lebowski y Bill Murray, que interpreta al arquitecto Richard Campbell, que es un personaje compuesto de muchos otros, hace muy bien de… Bill Murray.

Este es el quinto filme que dirige George Clooney, quien como director ha sido errático pero siempre ha tratado de dirigir a su manera, manteniendo un ritmo lento muy particular, tratando de evitar las trampas de lo peor del cine comercial, buscando una narrativa que fluya sin efectismos y que aunque sus filmes (The Ides of March, Leatherheads, Good Night and Good Luck y Confessions of a Dangerous Mind) han sido torpes y no bien logrados, al menos ha tomado ciertos riesgos formales y sus esfuerzos son interesantes y respetables. Sin embargo, aquí parece huirle al tema que escogió y su dirección se ve titubeante, insegura y temerosa. La película nunca toma una forma acabada, es un filme convencional que a veces aburre, a veces entretiene y otras veces frustra. Por lo general busca el asombro fácil basado en la monumentalidad de la tarea y es más eficiente cuando se concentra en la acción o en los momentos de peligro.

Hugh Boneville y Jean Dujardin tienen pequeños pero importantes papeles que interpretan bien. El veterano fotógrafo griego Phedan Papamichael Jr. (Nebraska, 3:10 to Yuma) quien ha trabajado anteriormente con Clooney en The Ides of March, realiza un trabajo adecuado, buscando los colores que resalten los Goyas, Rafael, Vermeer, Velázquez y otros cuadros que se muestran, con una exquisita sutileza y reproduciendo bien el grano y los encuadres de la época para apoyar las actuaciones. La música de Alexander Desplat (The King’s Speech, Philomena), es por esta vez prescindible.

The Monuments Men (EEUU/Alemania, 2014). Dirección: George Clooney. Guión: George Clooney y Grant Heslov, basado en el libro de Robert Edsel y Bret Witter. Director de Fotografía: Phedan Papamichael. Música: Alexander Desplat. Con: George Clooney, Matt Damon, Hugh Bonneville, Bill Murray, Bob Balaban, John Goodman, Jean Dujardin y Cate Blanchett. De estreno amplio en todas las ciudades de los Estados Unidos.


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