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'¿Qué pensarán de nosotros en Japón?'

Si pensaran mal de la fauna que Enrique del Risco enumera, acertarían. Si piensan lo mejor de este libro con título de reggaetón, también.

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Enrique del Risco

¿Qué pensarán de nosotros en Japón?

Ediciones Algaida, Sevilla, 2008

197 pp. ISBN: 978-84-9877-120-6

En 2005, Peter Carey publicó la novela Wrong About Japan. El subtítulo de la edición posterior en castellano nos avanza, desde la misma cubierta, que se trata del “viaje de un padre y su hijo”: llega el momento impostergable de tender un puente con el chico de doce años y su padre se decide por un viaje que, intuye, será la aventura perfecta para el (re)conocimiento mutuo. En el principio de la decisión, hay un hecho que ha mellado, en alguna medida, la frontera generacional que se levanta entre ambos: han alquilado El verano de Kikujiro para verla juntos y han quedado fascinados por el cine hipnótico de Takeshi Kitano. (De hecho, Charley, el niño, sigue viendo la película una y otra vez después de aquella verdad revelada por Blockbuster). Entonces, de súbito, el plan restalla ante el narrador, en la forma de un itinerario que ha de cumplirse con urgencia.

¿Un viaje a Japón? No exactamente. Un viaje a los “japones” que cada uno de ellos tiene en su cabeza. A sus respectivas fantasías de Japón y, por lo tanto, a sus respectivos prejuicios. En la mente adulta de Carey prevalece el Japón mitológico de los samurai y los antiguos rituales de honor. El país excepcional cuyo amor propio sólo puede ser refrendado si se contrapone a Occidente; el Japón de su imaginario no es otro que el de Mishima, Kawabata o Dazai. El de los haraquiri y los kamikaze. El padre, sin más, ha invitado a su hijo a Allá. A aquel espacio metafórico que Roland Barthes describió de esa forma para identificar a Japón. No es que aspire a que Charley lea “a Tanizaki o Basho” (esa es ya una causa perdida), pero mantiene la esperanza de mostrar a su hijo un Japón a la altura de su mito literario. Quiere enseñarle, con los rituales incluidos, cómo, dónde y por qué se construye una espada. Tiene, en fin, la ambición de transportarlo al "imperio de los signos". Pero ese, precisamente ese, no es el Japón por el que se interesa Charley; de modo que el viaje, en principio, no hará más que acentuar la distancia entre ambos. (La percepción de Japón es, en el fondo, la que tiene cada cual de su propias vidas). Para empezar, el niño ya tiene un amigo que les espera, al que ha conocido por Internet y con el que comparte una cultura común. Manga, El camino del Bushido, la telefonía móvil, el regreso de Godzilla, la impronta decisiva del Capitán América. Esta generación de Windows, cómics y sms, con sus gustos globales, ponen en un serio aprieto a las mitologías del adulto americano. Equivocado sobre Japón se titula la edición en castellano publicada por Mondadori en 2008.

Ese mismo año, la editorial sevillana Algaida publica en España ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, el libro de Enrique del Risco ganador del Premio Iberoamericano de Relatos Cortes de Cádiz. En la narración que da título al libro, también seguimos —con trama “japonesa” incluida— la travesía de un padre y su hijo por Nueva York. Una jornada llena de preguntas sin respuesta con el propósito de tender puentes para una comunicación imposible.

Cabe la posibilidad de leer ¿Qué pensarán de nosotros en Japón? como un contrapunto a la novela de Peter Carey. De alguna manera, Del Risco explora el camino inverso y remueve un problema cultural importante: estamos tan acostumbrados a imaginar ese "allá" que no sabemos qué hacer cuando los japoneses devuelven la jugada y nos convierten en “sus” exóticos. De ahí ese “nosotros”, expandido y ambiguo, que Del Risco repite como un mantra y cifra una colectividad, entre bárbara y desaprensiva, que no tiene el menor recato en seguir considerándose el ombligo del mundo. ¿Qué pensarán de nosotros en Japón? está compuesto por cinco narraciones independientes que consiguen estructurar —verbigracia de una escritura intensa, sutil, sin fisuras—, una obra compacta. Un despliegue narrativo que ya se intuía en Leve historia de Cuba, se tambaleó en El comandante no tiene quien le escriba, y resplandece aquí como la confirmación rotunda del arte narrativo de este autor.

No es necesario describir de qué va este libro. Tampoco es del todo posible. Sus historias construyen, sin imposturas, una narrativa global en todo el sentido de esta palabra. Río y Nueva York, Madrid o Matanzas, París o Zihuatanejo... Ahí están las peripecias de un guionista de televisión en Brasil y una jornada delirante en el metro de Nueva York. Un revolucionario centroamericano al que unos correligionarios condenan a muerte en un apartamento de París y un inmigrante que, harto de sus desventuras, urde una venganza en Madrid. Dos amigos que comparten un sueño en México. De eso nos habla lo evidente, mientras que, solapadas en los subtextos, permanecen semiocultas unas vituallas entre las que se encuentran el cine de Tarantino y el jazz, las revistas de arte y las telenovelas, la historia latinoamericana o la literatura. Nietzsche y Mark Twain.

¿Qué pensarán...? es un libro mucho más próximo a una parte de la nueva narrativa española que a cualquiera de las antologías de cuentos cubanos al uso. Sus conexiones, pongamos por caso, con Risas enlatadas, de Javier Calvo; Pájaros bajo la lengua, de Josan Atero, o el ensayo Afterpop, de Eloy Fernández Porta. Enrique del Risco tiene, eso sí, un punto emotivo más intenso y su exploración, más que en el pop, está interesada en la propia cultura popular, que aparece aquí sin el trapicheo identitario que suele alimentarse una y otra vez de los estereotipos.

¿Qué pensarán...? traza el recorrido de unas vidas fuera de lugar, de personajes que pudiéramos llamar atópicos. Y no porque persigan el tan manoseado “no hay tal lugar” que designa la palabra “utopía”, sino porque son ellos los que no tienen lugar en cualquiera de las plazas realmente existentes de este mundo. Bregados en el arduo heroísmo de la supervivencia; con sus situaciones límite y, a la vez, cotidianas; extraordinarias y, al mismo tiempo, vulgares. Outsiders que, junto a la ganancia que les concede el exilio, son portadores de una pérdida que los aligera y, por eso mismo, les deja un vacío que no puede rellenarse. Seguidores innatos de Mark Twain, que saben del peligro que entraña estar en el lugar de la mayoría, pero que conviven con ella como quien camina sobre el alambre, tanteando el abismo. Humanos, demasiado humanos, en la batalla de esa épica menor asfixiada una y otra vez por las Grandes Causas. Protagonistas que, de una manera tímida —nunca detonante—, se resisten a la marea y logran mascullar, entre dientes, la palabra “No”.

Al final, “Zihuatanejo”. Un oasis y una palabra premonitoria. El destino feliz de una película de Hollywood y el topónimo del espacio donde la amistad y lo imposible expelen un hálito meláncolico y crepuscular. Este cuento es, sin proponérselo en ningún caso el autor, un paréntesis que condensa la tragedia cubana y alcanza —no sobra repetir que sin intenciones del narrador— un relato generacional y nacional.

En Zihuatanejo, dos amigos llegan al momento más alto —e irrepetible— de su amistad y sus posibilidades de convivencia. Sueñan el mismo futuro, pero las circunstancias les obligan a imaginarlo desde dos mundos distintos. Una historia en la que se ponen a prueba la lealtad, la memoria, la permanencia y la fuga. Este cuento levanta, ante el lector, un bucle inesperado que le obliga a revisar otra vez el libro. Con otras claves y con un anclaje que lo dota de una profundidad que ha permanecido escondida.

“¿Qué pensarán de nosotros en Japón?”, se pregunta, desde el mismo título, Enrique del Risco. “Una buena pregunta”, cavila un personaje, “empezando por ese nosotros”. Y, acto seguido: “¿Nosotros los occidentales? ¿Nosotros los latinos? ¿Nosotros, un padre y su hijo que viajan en el metro de Nueva York para ver árboles?”. ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, me repito yo mismo después de leer este libro que tiene título de reggaetón con “pregunta inquietante”. Pues bien, por una vez, creo que sé la respuesta. No tengo la menor duda de que, si los japoneses pensaran mal de toda esa fauna que se enumera aquí, habrían acertado de lleno. Si piensan lo mejor de este libro de Enrique del Risco, también.


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