Actualizado: 18/04/2024 23:36
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«Rey de Cuba»

Lo primero que cabe preguntarse es cuál es el público lector para el que la autora escribió este libro

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La novela King of Cuba de la novelista cubano-americana Cristina García no es mala ni buena sino más bien todo lo contrario.

Los personajes de caricatura en su obra habrían hecho una excelente farsa teatral.

La literatura postmoderna les ha llamado “literatura de fronteras”, “literatura del borde” o “del margen” a las obras de personas que nacen en un país pero tienen ascendencia directa de otro país; yo prefiero llamarla “literatura con guión” (México-americana, italo-americana, etc.) y “literatura traducida” porque casi todos los escritores de la literatura hispano-americana que escriben en inglés han nacido en Estados Unidos y sus referentes sobre sus países de origen son narrados por otros; los autores tienen solo un conocimiento de segunda mano… con los consiguientes entuertos y datos falsos; un ejemplo terrible en King… es el infamante pasaje donde una Dama de Blanco se da candela.[i]

En su entretenida novela Dreaming in Cuban la autora comete un error de estos, bien por mala información o por estereotipo; en ella las mujeres de los años 50 iban a la playa en Cuba con medias largas de algodón negras; como no se trataba de Sicilia o un país islámico me reí pensando en la trusa de dos piezas de mi madre. Pero ese pequeño detalle no le resta el valor literario a Dreaming…; no es el caso de Cuban King.

Lo primero que cabe preguntarse es cuál es el público lector para el que la autora escribió este libro. La literatura latina escrita en inglés usa términos en español, pero con destreza literaria se logra que el público angloparlante entienda la expresión, por el contexto o por una referencia posterior en donde está el significado en inglés. Importantes expresiones o figuras literarias en King… están solo en español y no comunican en inglés. ¿Será que la autora en realidad está escribiendo para los emigrados cubanos?[ii] La fábula, un tirano cubano viejo y otro cubano viejo del exilio recalcitrante no es muy interesante que digamos sino al lector ligado de alguna manera a los grupos fundamentalistas de la diáspora; para los que en Miami had a victory parade prepared to march down Calle Ocho[iii] a la muerte de Castro.

Ese exilio tiene una patológica relación de odio/enamoramiento con la figura de Castro, desde papel sanitario con su foto hasta la pulp fiction sobre su muerte y su vida; librecues[iv] que venden como pan caliente. Me consta que se les leen con avidez; personas que considero cultas las compran, leen inspirados y les dedican grandes elogios. Es tan notable este fenómeno que cuando voy a Miami veo más fotos de Castro que en Cuba[v].

En la obra de García los “milicianos”[vi] siguen siendo los agentes represivos.

Un día le expliqué a alguien que abandonó Cuba hace medio siglo que no, los milicianos de hoy éramos los infelices que en nuestro día de asueto teníamos que ir obligados a perder el tiempo. Hoy día las fuerzas represivas son mucho más sofisticados que aquellos milicianos “malos”.

El “exilio duro” tiene una fijación (¿fálica?) con el “tabacón” de Castro.

Los de origen cubano bien enterados sabemos que Castro dejó de fumar hace mucho, mucho tiempo; según la versión oficial para darle el ejemplo al pueblo pero en realidad por el miedo abyecto que le tiene a la Muerte[vii]. En el libro de marras Castro (o el tirano, déspota, Comandante) fuma tantos habanos que nos provoca un acceso de tos.

El libro fue escrito en tiempo récord; se sabe porque en el mismo ya se hace referencia a la moringa, una senilidad de Castro relativamente reciente. Solo genios como Lope de Vega y los repentistas pueden crear obras de arte de ahora para ahorita.

Goyo, el antagonista del Comandante[viii] , por supuesto proviene de la clase media alta. Cierto que la mayoría de los cubanos que emigraron al principio pertenecían a este grupo social pero hay un dicho muy zumbón que si los cubanos de Miami tuvieran la tierra que dicen tuvieron, Cuba hubiera sido más grande que la Unión Soviética. Por el contexto me parece que la autora desea que el antagonista sea una persona de clase. Fine, hágalo de clase alta, con hijos con los problemas de los niños bien y láncelo a un final imposible, ridículo e ignorante pero en conversaciones con sus amigos, no en una novela.

Hasta los que nunca han ido al edificio de las Naciones Unidas saben que cuando hay jefes de estado en la Asamblea, a la misma no tiene acceso un don nadie. A Goyo y su “heroico hecho”[ix] se los puede olvidar; no es una persona; es de cartón bidimensional (como dije antes un perfecto personaje del teatro bufo o un personaje del guiñol medieval).

En donde la autora se hunde y demuestra que solo tiene la visión fantástica sobre el Rey de Cuba que tiene los recalcitrantes, es en la caracterización del “tirano, déspota, etc.” Castro es un sicópata, un idólatra, uno de los peores tiranos de la historia pero no un payaso. Un pasaje en el cual “el déspota” somete a los presos de conciencia a un suplicio de Tántalo es irrespetuoso con los hombres y mujeres que desde las ergástulas de Cuba (ya no en La Cabaña[x], por cierto, hoy día sitio turístico; evidentemente aquí la autora fue asesorada por alguien que abandonó Cuba hace varias décadas) sufren digna prisión. A estos presos “en la Cabaña”, en huelga de hambre, con los que hay que tener el decoro de respetarlos, les lleva el Rey de Cuba una pantagruélica cena con platos a los que solo los Castros y otras desgracias tienen acceso, junto con exquisitos vinos, cerveza helada, ¡y puros! Si distorsionada es la descripción de la conducta de los disidentes (uno se suicida por no aguantar el suplicio) más delirante es el pensar que Castro se “rebajaría” a visitar en la cárcel a los disidentes para montar el circo descrito en el libro.

¡Menos aún le preguntaría a su hijo, físico nuclear, si las cosas eran mejores antes de la Revolución![xi]

La autora no conoce que en Cuba la palabra “ciudadano” es un insulto que solo lo usan los policías al detener a alguien; jamás la usaría Castro para dirigirse “al pueblo”.[xii]

García echa mano, también, sin conocer de primera mano la personalidad de Castro, a un estereotipo: los caudillos latinoamericanos, los machotes[xiii] que se jactan de su verga y de los hijos que tienen y ante los cuales las mujeres se desvanecen de emoción. Castro tiene muchísimos hijos, debe haber tenido infinidad de amantes pero el orgasmo no le viene por mirar a las mujeres sino que a él lo miren mujeres, hombres, niños, gaviotas y elefantes.

Para ser rigurosa relato lo que le sucedió a una socióloga conocida mía. Un día, cuando estábamos en nuestros treinta, se le acerca un hombre vestido de verde olivo con el inquietante mensaje de que El Comandante quisiera verla; si a mí me hubieran hecho semejante pregunta por supuesto que hubiera aceptado, no tengo ni un pelo de heroína. A mi amiga la recogieron en un sitio convenido y fue a merendar con Castro; como la mujer no dio ninguna señal de que quería tener un idilio, Castro se limitó a conversar sobre sociología y llegado el momento la despidió como un caballero.

El Rey de Cuba es un Don Juan que se jacta de sus conquistas y atributos masculinos. Castro es un narcisista, solo está enamorado de sí mismo… o estaba, ya no debe quedarle mucho de aquel líder guapo y carismático.

La última aberración es que al Comandante se le describe como un hombre capaz de amar a amigos; a quienes en realidad los llevó a la muerte, como a Frank País y Guevara.[xiv]

Hay personajes secundarios, “Fernando” (Raúl Castro) y otros; todos tan de cartón como los protagonistas y no vale la pena extenderse en ellos.

La literatura y el teatro cubano-americano escritos en inglés tienen obras de gran calidad y unos cuantos premios internacionales… lástima que Cuba tenga un monarca absoluto y que alguien haga una caricatura mala del King of Cuba.



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