Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cine, Arte 7

Solo para fanáticos… si acaso

Esta película finalmente no es más que un ejercicio vacío en entretenimiento, que reduce a la época y a sus protagonistas, a un mero delirio de persecución

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La historia de Bobby Fischer es una de las historias más tristes del mundo y a su vez una de las más ricas. Es una historia a la cual muy pocos escritores le han sacado partido a pesar de sus muchas aristas. Quizá se deba en parte a que, en su caso, vivió en un periodo muy especial y estuvo en el centro de la lucha entre dos superpotencias, en plena Guerra Fría, comportándose de una manera tan impulsiva y estrafalaria que se cumple lo que dijo una vez Phillip Roth, que “a veces la realidad es más creativa que la imaginación”.

Niño prodigio que nunca conoció a su verdadero padre y cuyo origen étnico le fue ocultado por una madre de fuerte personalidad, Regina, nacida en Suiza de padres judíos procedentes de Rusia y Polonia, criada en St. Louis, y de simpatías comunistas. Regina pasó un tiempo en la Rusia de Stalin y fue maestra, enfermera y finalmente médico. Fischer abandonó sus estudios para dedicarse al ajedrez y a los catorce años se convirtió en el campeón americano más joven de la historia, para solamente un par de años más tarde convertirse en el jugador más joven de la historia en ser candidato al campeonato mundial. En 1972 se convirtió en campeón mundial tras vencer al soviético Boris Spassky en un match celebrado en Reikiavik, la capital de Islandia, el cual fue llamado el “Match del siglo”. De los antecedentes y los hechos ocurridos durante este match es que supuestamente se trata el filme Pawn Sacrifice.

Digo supuestamente porque en realidad no se sabe de qué se trata en realidad Pawn Sacrifice, que resulta una obra tímida desde el punto de vista histórico, desde el artístico y desde el argumental. Esboza mucho, no se atreve a nada y finalmente simplifica todo de forma pedestre. Es obvio que el equipo de producción realizó una extensa labor investigativa y muchos datos se manejan en la trama, pero la forma en que desarrollan esa información como narrativa es poco imaginativa, superficial y tramposa.

Es comprensible que una obra de ficción, incluso basada en hechos reales, se tome libertades, cambie situaciones y remodele a los personajes siempre y cuando mantenga el espíritu de la realidad en la cual se inspira. Puedo aceptar que presenten a Fischer y a Spassky como dos individuos que no se conocen y que se encuentran separados por las circunstancias políticas en las cuales se desenvolvieron. Es falso, personalmente vi a Spassky enarbolando una copa de champán mientras atravesaba, medio ebrio, los pasillos del Palacio de los Capitanes Generales en La Habana, durante una fiesta de la olimpíada de ajedrez de 1966, para darle un fuerte abrazo a Fischer. Pero convertirlos en desconocidos y enemigos involuntarios le da más dramatismo a la trama (aunque sea un recurso manido).

También puedo entender que, para agilizar la narración, el papel de los entrenadores, Geller y Lombardy, sea reducido a un tibio apoyo espiritual y de padres consejeros. En definitiva, mostrar su verdadera labor solamente interesaría a los fanáticos del ajedrez.

Se le pueden perdonar algunas barrabasadas técnicas e históricas, como que Spassky era campeón mundial cuando se celebró la II Copa Piatigorsky en santa Mónica en 1966 (no lo fue hasta 1969) o que la voz en off de un narrador diga que “Fischer ha abandonado su habitual Defensa Siciliana”, cuando en realidad esta es una apertura que se utiliza cuando con las piezas negras se responde a la salida de peón rey y Fischer en ese momento jugaba con las piezas blancas. Eso solo lo saben cuatro gatos.

Lo que sí me parece imperdonable es que se reduzca trama y tema a simplemente presentar la difusa radiografía de un loco, un paranoide, alucinante y delirante como otro cualquiera. Que además, el filme trate de lapidar como la consecuencia de sus experiencias de juventud, cuando la madre, por sus fiestas presentadas con tono libertino y sus afiliaciones de izquierda, era vigilada por el FBI y Bobby, de niño, veía desde su ventana como desde unos carros situados en la acera de enfrente, unos desconocidos tomaban fotos a su apartamento.

La película reduce su pobre estudio psicoanálitico a este elemento y ni siquiera se atreve a tocar el alcoholismo de Fischer. No se ve ninguna bebida alcohólica al alcance de la mano de Fischer durante toda la película. Peor aún, acentúan los brotes de delirios y alucinaciones en escenas de dramatismo cursi, que crean una realidad que no existió en ese momento, para justificar sus propósitos.

Tobey Maguire (Spider Man), con su cara de eterno adolescente reprimido, no alcanza la fuerza expresiva necesaria para encarnar a Fischer, un hombre impulsivo y de perenne ademán atormentado. Físicamente, a pesar de las diferencias de estatura, es capaz de lograr los gestos adecuados del Fischer real, pero histriónicamente se pierde en el Fischer de este guión. Maguire es uno de los productores de este proyecto, por lo que no hay dudas que puso gran interés en representar a su personaje lo más fiel posible, pero se queda corto, pues lo reducen a delirar constantemente.

Quien si encaja perfectamente en su papel, tanto el de la creación de la película como el verdadero Spassky es Liev Schreiber (Ray Donovan, The Manchurian Candidate). Para los que han visto a Spassky o revisado documentales en los cuales este aparece, les maravillará como Schrieber ha sido capaz de reproducir gestos y posturas a la perfección. Para los que no conocen al soviético, les resultará un personaje complejo e interesante que resulta lo mejor de la película.

Peter Sarsgaard (An Education, Blue Jasmin), se desempeña bien en su papel de un sosegado y paternal William Lombardy, siempre con sotana, el entrenador y consejero de Fischer (en realidad lo fue desde que Fischer tenía 11 años), aunque el filme omite los antecedentes de Lombardy, quien fuera campeón mundial juvenil y gran maestro de ajedrez, uno de los mejores jugadores americanos de su época. Michael Stuhlbarg (A Serious Man), se destaca en su rol de Paul Marshall, quien fuera en realidad agente de grupos de rock, un abogado que se ofrece a representar a Fischer y que resulta el personaje más colorido del filme y alrededor del cual se organiza la trama. Llega a resultar el personaje principal de la cinta. Lily Rabe (veterana de las series televisivas Law and Order), como la hermana de Fischer y Robin Weigert (Sons of Anarchy),como Regina, están muy bien en sus limitados roles.

Edward Zwick (About Last Night…, Glory, Legends of the Fall, Courage Under Fir, The Siege y Blood Diamond), entre otras, es un director apto y acostumbrado a moverse dentro de los cánones del cine convencional de entretenimiento, que hace lo mejor que puede con el débil guion que se le entrega, pero que no se atrevió, como los directores americanos de los cincuenta, a mejorarlo. Aunque hay que darle crédito de que aunque uno conoce de antemano el desenlace, logra crear momentos de tensión. El responsable de este engendro es Steven Knight, quien concibió la (mala) idea de este argumento. Esto resulta un poco confuso, pues Knight ha escrito buenos guiones, como el de Eastern Promises y el de Locke.

La fotografía se mueve bien entre los archivos documentales que se empatan con trucajes de edición que montan con iluminación de actualidad y con ángulos de cámara que reflejan bien la furia de la época. Bradford Young (Selma), realiza un excelente trabajo como director de fotografía.

Pensé que el título Pawn Sacrifice (sacrificio de peón en español), jugaría con el doble sentido de la jugada de ajedrez que lleva ese nombre y el hecho de que Fischer fue a su vez, un peón sacrificado por el espíritu de la guerra fría, pero de eso nada. Esta película finalmente no es más que un ejercicio vacío en entretenimiento, que reduce a la época y a sus protagonistas, a un mero delirio de persecución.

Pawn Sacrifice (EEUU, 2015). Dirección: Edward Zwick. Guión: Steven Knight y Stephen Rivele basado en una idea de Steven Knight. Director de fotografía: Bradford Young. Con: Tobey Maguire, Liev Schreiber, Michael Stuhlbarg, Peter Saasgard, Robne Weingert y Luly Rabe. De estreno amplio en todo Estados Unidos.


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