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Todo por un par de 'zuecos'

'Al norte del infierno': Relectura de un libro todavía hoy interesante para los estudios críticos y los programas académicos.

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Es tan desgarrador el mundo que maneja Correa, que apenas existe tristeza en lo que cuenta. Entendiendo por tristeza, claro está, una crueldad más leve, un dolor filoso aunque poco contundente. Tampoco, por cierto, experimento tristeza con los libros de Arenas; es acaso Victoria el escritor de mayor sensualidad afectiva en este grupo. Es en Victoria donde hay realmente (penta)agonía: en Arenas hay hecatombe; en Correa, quiebre.

Ridiculizando lo solemne

Al norte del infierno es un libro intenso. Entre otras muchas cosas, asombra el natural manejo de temas y técnicas que lo harían aún hoy interesante para los estudios críticos y los programas académicos: los juegos de lenguaje, el uso desprejuiciado del léxico, los temas minoritarios, la aparición de narradores femeninos, las alteraciones formales, la intertextualidad y superposición referencial.

La pieza (¿cuento?) titulada Discur-s-o-s se centra en la oralidad y los manejos lingüísticos. Se ridiculiza la solemnidad de una discursividad política degradando al final la pretensión comunicativa. Por su parte, No mirarán para arriba es el cuento de la delación y de la evasión, el escape de la utopía en la versión kantiana del "irse por el irse". El arte de la fuga, en su exacto sentido crítico o criticista.

Correa nos hace asimilar como lectura lo que en la vida es inaceptable como experiencia; inventa una posibilidad estética para lo abominable: "Porque aquí hasta las alimañas más repugnantes cooperan, echan para adelante, echan para atrás, denuncian, espían, informan, delatan sin compasión, chismorrean, le sacan a uno lo que uno no quiere decir" (p. 22). Al final, convierte a un pantano en delator; una hipérbole que muestra la crueldad adjuntando un ingrediente humorístico.

En No iremos aunque digamos sí plantea el tema de la humillación en el recurso específico de las "reuniones", que son una suerte de iglesias metafísicas del totalitarismo. Correa juega con la epopeya en Un contacto bien para arriba y trabaja asuntos muy caros de la Generación Mariel, como la incomprensión familiar (y social) que rodea al escritor.

En un contexto cultural machista el escritor es una cuestionable criatura afeminada, improductiva por más señas. La voz femenina (a veces neutra) que elige enfatiza aún más esta situación: "Y yo aterrada. Y él escribiendo más. Y yo prendida a todos los santos y las vírgenes. Y él velándome a mí" (p. 34).

Avance de temas dilectos

Más filosófico por entrar en temas como la trascendencia y la calidad de ser diferente es Universo: Caguayo. El término "vidita" ("¿quién va a pagar la sangre que la tierra absorbe?", decía una canción a la Columna Juvenil del Centenario) que maneja al final del cuento roza lo conceptual habla al lector del tiempo perdido, de la elusiva relación entre la eternidad y el manojo de tonterías diarias con que cualquier existencia está comprometida.

Otros cuentos poseen, además del interés literario general, una importancia especial. Two T-Shirts in the Shop avanza uno de los temas dilectos de la literatura cubana "postmesiánica", el del "jineterismo" y el "escape" a partir de relaciones con extranjeros.

Por su parte, el titulado Dándote vueltas y botándote de la universidad/del mundo, trata de las purgas docentes que estremecieron los nervios, incluso las vidas de muchos jóvenes. Por demás, en este trabajo Correa introduce una relación bastante inexplorada aún: el vínculo entre el camino del exilio y una determinada comprensión del sexo.

Por último, y entre otros relatos de interés, son sobresalientes Claves para una felicidad en crisis (afín al universo Kundera), donde la broma en torno a una bebida malteada desata un destino político; Una mujer decente, donde se trata el autorrebajamiento humano, y Como se fueron, que es una incursión en el exilio y la dignificación del mundo de las cosas.

Si tenemos en cuenta la pacatería parroquialista con que el moralismo ha esclerosado nuestras mentes y conductas, ya sea en la Isla o en el exilio, entonces hay que conceder que la frase con que Correa cierra este cuento es de una valentía memorable: "Si esos zuecos no son importantes, ¿qué es entonces lo importante? Al menos para mí, que me he lanzado al mar por ellos, no hay nada más imprescindible. Y por eso es que me voy para ese otro país, aunque mis razones le parezcan ingenuas, sobre todo si usted ya tiene los zuecos bien lustrados" (p. 85).


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