Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine, Arte 7

Un debut peculiar

Lo más importante de esta película es la forma en que la narrativa se desarrolla y se va resolviendo desde el punto de vista cinematográfico

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Toni es una pre-adolescente de 11 años que pasa la mayor parte de su tiempo en el gimnasio del centro comunitario de su barrio, ubicado en la zona más pobre de Cincinnati (en donde fue filmada la película). Su hermano es campeón juvenil de boxeo y se encarga de entrenar a otros boxeadores así como del mantenimiento de las instalaciones. Toni se entrena para ser boxeadora y ayuda a su hermano en sus faenas.

Al otro lado del centro comunitario se entrena un grupo de danza popular, Las Leonas, cuyas prácticas Toni observa curiosamente todos los días. Acostumbrada a andar entre varones, Toni siente atracción por participar en las actividades de un grupo femenino y decide sumarse a la troupe. Inicialmente es torpe, pero poco a poco va aprendiendo los movimientos y se va desenvolviendo con más gracilidad. Comienza a vivir en dos mundos a cuyas rutinas se ajusta igualmente, sin problemas de transición.

Algunas de las muchachas comienzan a padecer unos ataques convulsivos cuyo origen es desconocido. Los adultos intervienen para determinar las causas que muchos creen son raptos psicológicos pero que se sospecha sea algún problema con el agua, aunque le sucede también a muchachas que no beben el agua de la pila del centro. Las Leonas han sido ganadoras de varios eventos y esto comienza a poner en peligro el sueño de todas y el naciente interés de Toni, quien llega a pensar que fue culpa suya por haberse unido al grupo.

No hay mucho más de trama ni voy a adelantar el final, pero lo importante de The Fits (la película toma el nombre de estos ataques convulsivos, que en inglés se llaman fits) es la forma en que la narrativa se desarrolla y se va resolviendo desde el punto de vista cinematográfico.

Es un filme eminentemente visual con gran fuerza en la imagen, que seduce al espectador, no por su belleza pictórica, ya que está filmada en uno de esos centros comunitarios indescriptiblemente feos y durante el final del otoño, cuando ya las ramas de los árboles están completamente desnudas y los días son cortos y mayormente grises, sino por la el poder con el cual las imágenes narran la historia, la ambientan y la desarrollan. Los diálogos se mantienen a ese nivel de cotidianidad que subraya, pero no impulsa el discurso narrativo. De hecho, hay pocos diálogos. Este filme hay que escucharlo con los ojos.

Muchas veces parece que va a caer en un abismo expositivo y que puede terminar siendo una historia más de inspiración, uno de tantos coming of age filmes con un mensaje alentador. Pero eso nunca ocurre. No hay explicaciones psicológicas de los personajes, que se van definiendo a medida que el relato avanza, como conocemos a alguien a quien observamos desde afuera y a través de sus actividades.

Anna Rose Holmer hace una labor impresionante en su primer largometraje. Escribió además el guion en colaboración con Saela Davis y Lisa Kjerulff. Ninguna de las tres tiene experiencia previa al mando de una película, han sido asistentes de cámara, editoras y productoras de documentales, pero nada más. Homer evita montar situaciones para agradar gratuitamente al espectador, sigue un estricto hilo dramático minimalista. Los actores, ninguno con experiencia cinematográfica previa, logran expresar una naturalidad que resulta fresca y libre de estereotipos. Parte de ello es que, aparte de Toni, a ninguno se les da tiempo a desarrollar mucho sus personajes, evitando forzadas causas y efectos y dejando que la anécdota fluya como la vida, sin un continuo dramático.

La debutante Royalty Hightower, en su papel de Toni, de solo diez años de edad, realiza una labor magistral. Su lenguaje corporal lo maneja con una expresividad restringida pero perfectamente creíble y ajustada a las necesidades dramáticas de la cinta. No hay afectación. Nos convence en todas las dimensiones de su personaje sin tener que acudir a gestos exagerados, ni a caer forzosamente simpática y sin apenas hablar. Durante los primeros veinte minutos está casi todo el tiempo en pantalla y no dice una sola palabra, sin embargo, no podemos quitarle los ojos de encima. Es realmente asombroso como hace la transición de poseer agilidad boxística y torpeza danzaría, a mejorar sus habilidades dentro del grupo. Es una actuación digna de un Oscar. Royalty es responsable de gran parte del éxito de la película, para que funcione de manera convincente.

El resto de los actores se limitan a las exigencias del argumento, pero lo hacen muy bien. Apenas aparecen adultos en el filme y las adolescentes asumen sus roles con una espontaneidad que parece que se trata de un documental a cámara oculta, a pesar de que nunca se nos olvida que estamos ante una obra de ficción. La fotografía de Paul Yee, quien debuta también en largometrajes, resulta el complemento necesario a la narrativa del director y se convierte en una voz por sí misma.

Holmer ha sido destacada como uno de los 25 nuevos rostros del cine independiente según la revista Filmmaker y con este trabajo más que justifica esa selección. La película recibió el apoyo del Sundance Institute y del Biennale College Cinema, una institución creada por el Festival de Venecia, en conjunto con el de Busan (Corea del Sur) y el de Dubai, que ayudan a financiar y a asesorar las filmaciones de jóvenes realizadores.

The Fits es una película sui generis. No valen las comparaciones a pesar de tocar un tema bien conocido. Es una visión novedosa de la pre-adolescencia. Lo único que no me convence es el final, pero logra, sin casi decir, decir mucho en solamente setenta y dos minutos.

The Fits (EEUU, 2015). Dirección: Anna Rose Holmer. Guion: Anna Rose Holmer, Saela Davis y Lisa Kjerulff. Director de fotografía: Paul Yee. Con: Royalty Hightower, Da’Sean Minor y Alexis Neblett. De estreno limitado en las ciudades más grandes de Estados Unidos.


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