Actualizado: 25/04/2024 19:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Celestina, Teatro, Humor

Un ejercicio rebosante de gozoso humor

Carlos Díaz ha convertido la obra de Fernando de Rojas en un espectáculo irreverente, transgresor, con ingredientes sobrados para interesar, agradar e incluso entusiasmar a las personas poco o nada habituadas al teatro

Enviar Imprimir

Si nos dejamos intimidar por una confesión falsa,
superficial, decadente, pequeño-burguesa del
clasicismo, jamás llegaremos a ofrecer
representaciones vivas y humanas de las obras
clásicas. Para manifestarles el verdadero respeto
a que tienen derecho, estamos obligados a
desenmascarar el respeto hipócrita y falso que
solo es palabrería.
Bertolt Brecht, “Intimidación por los clásicos”.

“Es una Celestina muy distinta”, le escuché comentar a un matrimonio español tras terminar la función. Probablemente establecían una comparación con el montaje de la obra de Fernando de Rojas que se presentó el 18 de junio, en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Y en efecto, salvo el hecho de tratarse del mismo texto, nada tenía en común aquella puesta en escena con la que acababan de presenciar en ese mismo espacio, el pasado fin de semana.

Celestina, el montaje del cual hablo, es un encargo del Festival Iberoamericano del Siglo de Oro. Clásicos en Alcalá. Ha sido coproducido por FUNDarte, el Teatro El Público y el Miami-Dade County. Se responsabilizó de dirigirlo Carlos Díaz, quien ya lo había montado en La Habana con su grupo, a fines de 2001. Aquella puesta en escena se convirtió en su momento en un verdadero suceso. No faltaron los espectadores con mentalidad puritana que se escandalizaron con los desnudos, pusieron el grito en el cielo y acusaron la obra de pornográfica. Pero el público joven seguidor de Díaz llenó el Teatro Trianón y la temporada alcanzó las 150 representaciones. Incluso las entradas llegaron a venderse en el mercado negro a 50 pesos.

Para esta revisitación del famoso texto, Díaz reunió a un elenco integrado por ocho actrices y actores cubanos que residen en Madrid. Todos habían trabajado con él en la Isla, de modo que no les fue difícil reconectar con su personal poética teatral. No vi el montaje de 2002, de modo que no puedo decir si ha variado mucho o no respecto al recién estrenado. En cambio, las abundantes fotografías que hay en internet sí me permiten afirmar que la escenografía y el vestuario han cambiado de modo notorio. El diseño para esta nueva puesta lo firma Celia Ledón. Es menos colorido y abundante que el anterior y se apoya más en la expresividad. Asimismo, los castillos en miniatura han desaparecido y ahora la acción se desarrolla en un espacio prácticamente desnudo, una especie de ciclorama negro iluminado por el concepto que concibió Ricardo Rodríguez.

La parodia opuesta a la solemnidad de la versión oficial

A propósito de Celestina, me viene a la mente el concepto de carnavalización acuñado por el filósofo y teórico ruso Mijaíl Bajtin. De acuerdo al lingüista y escritor Guillermo Garrido, “el sexo, la bebida, el desinterés y la irresponsabilidad, son temas clave de la literatura carnavalesca. Además, los textos carnavalescos se caracterizan por ser excéntricos y por hablar sobre temas profanos. Lo considerado sagrado socialmente es destruido, burlado o modificado en este tipo de literatura. Los temas cotidianos son aceptados en la carnavalización siempre y cuando se aborden con ojo crítico, desde una perspectiva diferente que haga de lo común algo innovador”.

Por su parte, Raúl Ernesto García Rodríguez destaca en la carnavalización el elemento paródico, que evidencia que “el texto-serio, extendido, consistente, abarcador, presenta inevitablemente cierto agotamiento y es susceptible de ser deconstruido, trastornado o reinventado”. De ellos deduce que “un planteamiento es susceptible de citarse (de parodiarse), porque al hacerlo, se le contextualiza en otro ámbito. Pero eso presupone al instante también, un cuestionamiento o fisura de su presunta veracidad universal (cerrada sobre sí misma). La parodia entonces vive opuesta a la solemnidad de la versión oficial. Es deliberadamente no-oficial, porque propende a un mundo alterno posible o virtual”. Más adelante justificaré por qué reproduzco estas citas.

Al igual que en otros de sus montajes, en Celestina Díaz ha contado con uno de sus colaboradores más fieles e indispensables: Norge Mendoza Espinosa. A él pertenece la dramaturgia (no confundir con versión). En esa labor, ha respetado en su mayor parte el texto original, pero con atinado criterio ha suprimido o extractado las largas tiradas de algunos personajes. Por ejemplo, la de Pármeno en el primer acto, la de Calisto en el decimocuarto y las de Melibea y Pleberio en el último. Asimismo, eliminó dos personajes cuyas intervenciones son prescindibles, Cristo y Sosia. Y, en fin, ha ahorrado al espectador de nuestros días el tener que escuchar parlamentos tan eruditos como este de Sempronio: “Dije que tú, que tienes más corazón que Nembrot ni Alejandro, desesperas de alcanzar una mujer, muchas de las cuales en grandes estados constituidas se sometieron a los pechos y resollos de viles acemileros y otras a brutos animales. ¿No has leído de Pasifé con el toro, de Minerva con el can?”. Sin embargo, nada de eso afecta ni empobrece en lo esencial tanto el argumento como las claves fundamentales de la obra. Además, gracias a ese trabajo la duración del montaje es de 105 minutos, y no las dos horas largas que es lo habitual.

Una Celestina más oscura, más infernal

A propósito de su labor dramatúrgica, me parece pertinente reproducir unas palabras de Espinosa Mendoza: “Fiel a El Público quisimos sacar a flote la piel de los personajes, desnudarlos (y de eso hay mucho en la puesta) para exponer sus miserias, sus vísceras, sus máscaras de ambición y baja moral, a fin de conectarlos con este hemisferio de modo frontal y descarnado, acentuando el modo en que hoy esos comercios de la carne y el dinero siguen siendo los mismos, y corren por vías aún menos secretas o mal disimuladas. En tiempos de postpandemia, en tiempos de Grindr, Tinder, y OnlyFans, qué Celestina es esta que insiste en sus viejos refranes y conjuros, en una época con menos alma y donde el saber que en ella perdura es despreciado por los más jóvenes que solo anhelan quemar sus cuerpos, venderlos al ojo que paga por ver, en la pantalla de un móvil, una coreografía de intimidades y sexo rápido. El resultado es una Celestina más oscura, más infernal, menos aireada por el deseo del cuerpo libre que celebrábamos en el 2001, cuando el mundo era otro y nosotros/nosotras/nosotres también éramos otros/otras y otres”.

En manos de Díaz, el texto de Fernando de Rojas se ha materializado en un espectáculo nada convencional, atrevido y, aunque pueda parecer asombroso, muy entretenido. Para poder descodificar todos los elementos estéticos integrados en ese tapiz de intrincado tejido, sería necesario ver el montaje dos o tres veces. Voy a referirme por eso a unos pocos. Hay, en primer lugar, una ruptura constante de lo trágico y lo cómico, que tiene mucho que ver con esa forma de relación tan típicamente criolla que es el choteo. La puesta en escena está recorrida también por un sentido lúdico y un humor de inconfundible carácter criollo. Como es de rigor en una obra como esta, abundan los desnudos, las escenas sexuales, los tocamientos eróticos, pero todo ello está tratado con un espíritu juguetón y un desenfado que hacen poco probable que alguien se escandalice o se sonroje.

El tratamiento paródico es otro de los recursos empleados por Díaz en su personal lectura de la obra. A excepción de Leticia Martín, el resto del elenco tiene escenas en las cuales se burlan de sus personajes. Así, Calisto (Carlos Busto) abandona su papel de joven enamorado para pasar a ser una mariquita balletómana. Por su parte, Melibea (Grisell Monzón) asume a ratos la actitud de una joven medio tonta y aniñada por la mojigatería y el puritanismo con que la han educado. Eso me lleva a retomar el concepto de carnavalización, esa suerte de segunda vida que se configura como una parodia continua de la existencia común. Sin embargo, lejos de negarla por completo la renueva, la revitaliza y la altera, en un ejercicio rebosante de gozoso humor. Algo que se aprecia de modo cabal en esta Celestina.

Impugnar la perpetuación de jerarquías y valores

Esos y otros elementos que conforman la estética de Díaz requieren, como es natural, actores y actrices dispuestos a aceptarlos e incorporarlos orgánicamente. Es precisamente esa disposición la que demuestran los ocho miembros del elenco. En primer lugar, se entregan a un montaje que demanda de ellos un gran esfuerzo interpretativo y físico. Despliegan sus recursos actorales y transitan con una facilidad pasmosa por la escala de registros y estilos que les exige el director. Se incorporan a su eficaz concepción del ritmo. En medio de un parlamento, pasan sin transición a decirlo con la entonación, la cadencia y la gestualidad con las cuales hablan los cubanos. Asimismo, se encargan de dar vida a doce personajes, lo cual hace que Rone Reinoso y Georbis Martínez se responsabilicen de hacer dos cada uno. Todos, en resumen, hacen una estupenda labor. Sin embargo, no me resisto a dedicar unas líneas a resaltar la excelente Celestina que encarna Leticia Martín. Es admirable la amplia dosis de talento, recursos técnicos y profesionalismo que despliega para construir la poderosa personalidad de esa mujer inescrupulosa, manipuladora, egoísta, taimada y sagaz en cuantas maldades hay.

Celestina merecería tener una temporada de dos o tres semanas en alguna sala de Madrid. Digo esto porque pienso que propiciaría un saludable debate acerca de la forma de llevar a escena los clásicos españoles. Quien firma estas líneas ha visto unos cuantos montajes de obras del Siglo de Oro. Entre ellos, hay unos cuantos muy buenos y algunos con un nivel artístico cercano a la excelencia. Pero en general, sus directores evaden las propuestas demasiado arriesgadas, como si la representación de esos textos admitiera aportaciones, ma non troppo.

Díaz, por el contrario, se ha acercado a la obra de Fernando de Rojas aplicando otra de las características de la carnavalización: desconocer afirmaciones o negaciones categóricas o incontestables, impugnar la perpetuación de jerarquías y valores. Ha montado Celestina no como una reliquia de otros tiempos, a la cual hay que exponer a la pública veneración. Como él ha declarado, el suyo es un proyecto concebido para divertir, para que el público lo pase bien. El resultado pudo verse el pasado fin de semana en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares: un espectáculo irreverente, transgresor, con ingredientes sobrados para interesar, agradar e incluso entusiasmar a las personas poco o nada habituadas al teatro. Que además no deja indiferente, que excita la imaginación y las interrogaciones y que, sobre todo, se disfruta a plenitud.

Celestina se presentará del 8 al 10 de septiembre en el Miami-Dade County. Las entradas ya se encuentran a la venta.