Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Literatura

Un escritor y algo más

A propósito del cuarto aniversario de la muerte en Madrid de Jesús Díaz.

Enviar Imprimir

Luego empecé a confundir al Jesús Díaz escritor, del que esperaba tantas cosas, con el Jesús Díaz hombre, entregado a una causa que siempre me fue ajena. Y terminé pensando que el hombre había devorado al escritor. Que ese hombre entregado a esa causa había matado al escritor. Al menos para mí.

Pero casi 30 años después leí esta novela que alguien me había recomendado, esta novela que se llamaba Las palabras perdidas. Y encontré en ella al escritor pleno, al que había esperado en mi adolescencia y luego había descartado para siempre, con esa arrogancia que uno puede tener al juzgar a los demás.

Uno se vuelve juez y condena a la gente para siempre, como si la vida y la gente fueran simples. Como si todo fuera blanco y negro. Pero leyendo Las palabras perdidas me alegré de haberme equivocado, de haber hecho un mal juicio, de que todo no fuera así tan simple, de que todo no fuera blanco y negro. Porque Las palabras perdidas es una buena novela. Y cualquiera no escribe una buena novela. Sólo un verdadero escritor.

El escritor y el hombre

Un año después, en 1994, me encontré con Jesús Díaz aquí en Miami. Almorzamos juntos en un restaurante en la Calle Ocho. Andrés Reynaldo y Jorge Dávila propiciaron ese encuentro. Y les doy las gracias a los dos. Porque fue un gusto enorme pasarme un par de horas con Jesús Díaz, el escritor y el hombre.

Hablamos mucho, pero curiosamente no hablamos de política. Hablamos de aquella vez que nos vimos, y luego hablamos de literatura. Al final, antes de despedirnos, nosotros mismos nos asombramos de que en dos horas no hubiéramos ni siquiera mencionado un nombre, un nombre que yo particularmente aborrezco, y que a diferencia de mis compatriotas, evito pronunciar siempre que puedo. Luego nos abrazamos y nos prometimos enviarnos libros.

Siempre he pensado (antes lo pensaba ingenuamente, y ahora lo pienso por pura obstinación, porque todas las evidencias están en mi contra) que el escritor no sólo debe ser un buen escritor, sino que debe tener algo más. Algo así como una integridad, como una cierta grandeza de espíritu. Mi amigo el pintor Ramón Alejandro dice que ese es mi costado protestante, mi ética protestante, el residuo de mi formación protestante, porque de niño me crié en una secta evangélica, aunque desde que me hice adulto me distancié de cualquier religión. Pero no es eso.

Me refiero a otra cosa que nada tiene que ver con religiones ni con ideologías. Cuando hablo de integridad, de grandeza de espíritu, no pienso en moralismo ni en mojigaterías, ni en esas cualidades que exigen a sus miembros el Partido Comunista o ciertas iglesias. Y por supuesto, sé también de sobra que la conducta del escritor muy poco o nada tiene que ver con su literatura.

Han existido siempre, existen todavía, grandes escritores que en lo personal han sido, o son, mezquinos, oportunistas, malas personas, gente plagada de terribles defectos, vanidosas, injustas, cobardes, ofensivas, gente de la que uno jamás quisiera ser amigo. Y sin embargo, eso no disminuye, no daña en lo absoluto la calidad, la fuerza de sus obras. Pero yo, terco que soy, pienso que el escritor debe ser algo más que un buen escritor. Por lo menos me doy el gusto de pensarlo.

Hoy quiero decir que en los últimos años vi en Jesús Díaz algo más que un buen escritor. Vi algo de eso que me gustaría que todos los buenos escritores tuvieran. Vi una integridad. Lo vi tendiendo puentes. Mordiéndose la lengua para no contestar un insulto con otro vituperio. Lo vi reconociendo, promoviendo a escritores que pocos habían querido promover, como Lorenzo García Vega. Lo vi tratando de poner a escritores del exilio en el mapa literario hispano, a través de su revista Encuentro.

Pero todavía más: lo vi hacer algo, en varias ocasiones, que muy pocas figuras públicas cubanas han hecho, no digamos varias veces, ni siquiera una vez: admitir en voz alta su culpa. Reconocer que estuvo equivocado. Que cometió graves errores. Es más: lo vi pedir perdón. Porque Jesús Díaz en más de una ocasión pidió perdón. Y para hacer eso no sólo basta ser un buen escritor: hay que tener también cierta grandeza.

* Texto leído en el Homenaje a Jesús Díaz, durante la Feria del Libro de Miami, 2002.


« Anterior12Siguiente »