Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Un memorable encuentro con la poesía

La sede de la Alianza Francesa en Miami contó con la presencia de una de las más prestigiosas poetas cubanas de estos tiempos: Reina María Rodríguez

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Conversar con la Poesía es como tocar el cielo con las manos. Un hecho insólito que pudo ser realidad, sin embargo, en la noche de este miércoles cuando el numeroso público asistente a la sede de la Alianza Francesa en Miami contó con la presencia de una de las más prestigiosas poetas cubanas de estos tiempos: Reina María Rodríguez.

El encuentro —mejor dicho, el reencuentro de Reina María con viejos y queridos amigos— estuvo organizado por el poeta Heriberto Hernández y un entrañable amigo de la poetisa, el teatrista Wilfredo Ramos, quienes tuvieron las palabras de apertura de tan importante evento facilitado gracias a la amable colaboración de Manny López, promotor cultural de la Alianza Francesa.

La emoción de Reina María se hacía ostensible en la humedad que por momentos empañaba su mirada como una suerte de asombro ante lo inesperado. Es lógico, los que estamos de este otro lado de la orilla, desafiando la pésima fama adquirida a través del tiempo y la distancia, fuimos tan cálidos, sencillos y afectuosos con ella como cuando coincidíamos en la Isla en los diversos puntos culturales que frecuentábamos cuando “éramos tan jóvenes”.

Tal como dijo, “ha sido sobre todo, el encuentro con tantos amigos que no veía hacia muchos años y el cariño y la amistad que siempre ha sido la misma. O sea, no nos puede separar nada; aunque tengamos dificultad para encontrarnos estamos en un mismo lugar y yo creo que esa es la cultura cubana”.

En Nueva York tuvo la alegría de saludar a Abilio Estévez y a Rolando Sánchez Mejía, así como a Juan Carlos Flores de quien cuenta que, a pesar de ser “un tremendo poeta”, estaba “aterrado con los elevadores y con la ducha” de la ciudad de Manhattan, porque nunca había salido de Cuba y el impacto con el desarrollo lo anonadó; motivo de preocupación para la poetisa que con gran sentido del humor no exento de pena nos dijo que esta experiencia la hizo pensar en “lo anacrónicos que nos habíamos convertido”.

Con ese cadencioso y peculiar ritmo con que los y las poetas suelen leer sus versos, Reina María comenzó la lectura de uno de sus poemas “más viejos”, “uno pequeñito” como ella misma dice, escrito en la década del ochenta, y que fue el que la sostuvo en alguna antología posterior y formó parte de un libro que fue premiado por el poeta Prats Sariol en La Universidad de La Habana, en 1976 y el que dio pie a todo lo que ha constituido el desarrollo de su obra postrera.

Mientras leía, un tácito silencio se iba adueñando poco a poco del auditorio hasta llegar al arrobamiento, parando ademanes, paralizando gestos, relajando posiciones, aquietando pulsos, provocando sentimientos que convirtió en memorable el contacto con el más auténtico y exquisito lenguaje de las artes: la poesía. No exagero si afirmo que fue un derroche de ternura y evocaciones.

“Yo también fui niño y fui niña,

Tuve cuerpo y tuve vida

Anduve desparramada entre otros cuerpos.

Solo llegue a ser quien soy

Cuando supe que algo moría por dentro,

Donde habitaba en cubículo pequeño de pecho

Un cordero blanco que me lamia a gritos”.

En estos momentos escribe un prólogo que le han solicitado para una antología de poetas exiliados que saldrá publicada en España porque le “parece muy importante que por todas las vías rompamos realmente con esa situación; la cultura cubana es una sola”.

La Arena de Padua es un libro de 1980 que responde a una “conmoción de dos lenguajes, uno que venía de mi interior y el otro del exterior, que yo sentía como un aborto hacia las vallas, los discursos y que trato de insertarlos y unirlos”, dice Rodríguez. La Arena de Padua es una fusión de dos lenguajes, el interno y el externo que la escindían y cuyo intento concreta en esta obra.

Páramos sale en 1993, en el que plasma su conflicto con el Yo, su gran debilidad, la parte más débil de su poética, como confiesa con naturalidad “porque no podía ser una poeta objetiva sin hablar de un ego muy grande, que realmente ha sido mi problema, mi error pero que he aprovechado”.

La enorme tristeza que la acosa responde a las múltiples ausencias con las que batalla cada día porque casi todos sus amigos se han marchado de Cuba. Ya la azotea de la calle Ánimas donde sigue viviendo Reina de Ánimas, como suele autodenominarse, está prácticamente vacía cada jueves donde —con puntual rito inglés— recibía a cuanto talento literario pululaba por las calles habaneras.

Ahora, según declara, ha llenado las paredes de retratos, fotos con las que engaña sus sentidos. Reflejo de esta dura realidad es un verso exacto de un poema suyo que dice: “tanta ansiedad por construir una amistad y después, parten”. He aquí el dolor que la lacera ante los que se van y no regresan y muchos de los cuales ahora reencuentra en este recinto lleno de los rostros que tanto ha extrañado en su derruida Habana donde los escombros son el adorno de su andar cotidiano.

Ofrece humildemente disculpas luego de haber leído un extenso poema de un libro publicado en 1998, en el que exalta la semejanza de la ciudad con un útero que se desangra, quizás debido a las perdidas constantes, simbología que caracteriza su obra netamente femenina y feminista, cuya fuerza radica, precisamente, en la simbiosis del contraste, el de una virilidad muy femenina.

Su rostro, libre de cosméticos y afeites, su cabello oscuro recogido en la nuca, sus delgadas manos de largos dedos carentes de joyas costosas, denotan la sencillez de su grandeza, poetisa del amor y el desamor, de lo objetivo y de lo subjetivo, del dolor y las ausencias, de lo cotidiano sublimado, de las pequeñeces que trascienden con una sola y justa palabra puesta en su exacto sitio: Reina de Ánimas. Gracias por permitirnos el placer de tu poesía.

Reina María Rodríguez ( La Habana, 1952). Licenciada en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de La Habana. Una de las figuras más importantes de la poesía cubana actual. Redactora de programas radiales. Fue directora de la sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saiz. Ha publicado en revistas de América y Europa. Traducida a varios idiomas. Galardonada con el premio de poesía “Julián del Casal” de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1980 y 1993; el premio “Revista Plural” de México, 1992; “Casa de las Américas” ,1984 y 1998.Recibió la “Orden de Artes y Letras de Francia”, 1999. Su obra publicada la integran: Cuando una mujer no duerme, 1980, Para un cordero blanco, 1984, En la arena de Padua, 1991, Páramos, 1993, Travelling, 1995, La foto del invernadero, 1998, y Te daré de comer como a los pájaros…”, 2000. Dirige en La Habana el proyecto cultural Casa de Letras. Editora de la revista Azoteas.


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