Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Artes Plásticas

Una realidad traumática

Narcotráfico, violencia, ingobernabilidad: Un grupo de creadores latinoamericanos trabaja con los tópicos más dramáticos del continente.

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Más cercano al mapa etnológico desarrollado por las prácticas postconceptuales, Juan Manuel Echavarría recoge en su vídeo Bocas de ceniza (2003-2004) las canciones que los pobladores de la desembocadura del río Magdalena, en el Caribe colombiano, dedican a los cadáveres de las víctimas del narcotráfico que llegan a sus orillas de manera constante.

Tanto la obra de Herranz como la Echavarría tienen de correlato el secuestro, la desaparición, las familias diezmadas y la guerra abierta entre el Estado y las facciones que se reparten el pastel de las cuantiosas sumas del tráfico.

En las creaciones de Cypriano late la inquietante y perversa realidad de las favelas, también ilustrada en el documental Halcón: niños del narcotráfico, del rapero MV Bill y el productor Celso Ataide. Tanto las fotografías como el documental hablan de los falcões (halcones), niños convertidos en soldados que, armas en mano, laboran veinticuatro horas al día para abastecer los barrios vigilados de las clases ricas sin que la policía intervenga. Territorios enteros que vigilan y son vigilados —fuera de la jurisdicción del Estado—, y cuya población y economía gira en torno a la producción o tráfico de cocaína para consumo propio y para el mundo, incluyendo la Comunidad Europea y Estados Unidos.

Las obras de estos autores parecen decir al espectador que en Colombia, Brasil, Venezuela o México, existen tantos países como la cantidad de grupos que controlan esos territorios: el narcotráfico, las guerrillas, los paramilitares o el gobierno.

El debate Norte-Sur

Las obras de David Palacios y Juan José Olavaria se inscriben dentro de una postura discursiva que dialoga críticamente tanto con la historia reciente como con las condiciones ideológicas de producción del arte latinoamericano situadas dentro del debate Norte-Sur.

Pero no nos engañemos, este arte no habla de narcocorridos y nacotraficantes, ni tampoco de narcopolicías y narcoejércitos, ni de narcocapitales o narcopolíticos, porque este material forma parte ya de las crónicas de sucesos y, sobre todo, de la espectacularidad que les dan continuamente los medios. Estos artistas acercan al público a una realidad mucho más profunda, a un fenómeno mucho más complejo y dramático que se esconde tras las sobredimensionadas crónicas mediáticas de la violencia.

Dichas propuestas dejan al descubierto cuáles son las verdaderas causas de esta situación: las desigualdades sociales crónicas y la pobreza extrema provocadas, primero, por un proyecto de modernidad desestructurado, y segundo, por su agudización a partir del neoliberalismo impuesto a las frágiles democracias de los Estados latinoamericanos.


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