Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Artes Plásticas

Veinte años no es nada

El Memorial de América Latina celebra aniversario con una muestra que reúne a clásicos y desconocidos.

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El pasado 19 de febrero, la galería Marta Traba del Memorial de América Latina, en São Paulo, inauguró la exposición Memorial revisitado: 20 años. La muestra está compuesta por obras de 59 artistas de diferentes países: Uruguay, Canadá, Argentina, Francia, Inglaterra, Cuba, entre otros, y por una amplia representación de Brasil (37 artistas).

La curadoría estuvo a cargo de Fernando Calvozo y Angela Barbour, directora de la galería. Por un lado, esta propuesta celebra el aniversario 20 del Memorial —obra del arquitecto Oscar Niemeyer—; por otro, conmemora la emblemática cifra de 100 exposiciones desde su apertura.

Un comentario aparte merece el excelente catálogo de la exposición, que recorre estas décadas de manera honesta: arte latinoamericano y extranjero asociado a nuestra identidad; exposiciones hoy consideradas antológicas. La sensación es como si no se hubiese salido de casa; todo es familiar.

En un gran panel ubicado en el centro de la muestra aparece una cronología expositiva de la galería, donde se pueden ver desde carteles, fotografías y mapas, hasta catálogos y datos de muestras pasadas; algo que da una visión de recuento histórico que va más allá de las artes visuales, complementando oportunamente la exposición.

Curadoría, un recurso en crisis

La línea tortuosa y discontinua que presenta a estos 59 artistas, es también una sombra del criterio de representatividad de estos 20 años, pues tanto obras como artistas están encajados en una curadoría forzada, que no justifica que aparezcan en una misma pared clásicos y desconocidos. Así, artistas que forman parte del acervo cultural de este país y de toda América se disputan una plaza con jóvenes salidos, en el mejor de los casos, de universidades paulistas, con un trabajo aún escaso, incipiente y superfluo.

Es casi ofensivo que Tarsila do Amaral, Emiliano Di Cavalcanti o Flávio de Carvalho, que constituyen parte de la vanguardia brasileña, así como Lasar Segall, precursor de la gráfica brasileña actual, aparezcan al lado de algunos de esos nuevos artistas, cuya producción, además, resulta tan panfletaria como inocente. Así, amparado en la idea de que todos formamos parte de una "unidad" latinoamericana, un joven artista brasileño de 30 años se atreve a citar hoy, entrado el siglo XXI, un verso de Carlos Puebla que no dice nada, y que en su momento tampoco dijo: "no tengo cuentas con dios mis cuentas son con los hombres".

¿No es mucho desatino y esnobismo, especialmente viniendo de personas que no saben absolutamente nada de la historia y la vida de un país como Cuba, de los traumas que se han sufrido y no se han superado, de la culpa del que no debe nada pero tiene que pagar de todas formas, de la renuncia, del apego? Como dicen los brasileños, esas personas "están por fuera"; no saben ni de ellos mismos, ni se preocupan con su historia y su propia política; es lamentable.

Como quiera que la curadoría comprende todo el contenido y el visual de lo expuesto, debe ser responsable por los desaciertos, que sin ánimo de ser radical, son bastantes. Por ejemplo, uno de los grandes ausentes es Oswaldo Guayasamín, cuya obra fue expuesta en abril de 2008, y ahora apenas se muestra un documental de algunos momentos de su trabajo.

Con esta teoría del todos somos iguales, otros maestros "igualados" son la artista brasileña de origen polaco Fayga Ostrower, quien fuera presidenta de la Asociación Brasileña de Artes Plásticas y de la Comisión Brasileña de la International Society of Education through Art, de la Unesco, que además desarrolló una extensa obra como artista y educadora; el argentino León Ferrari; la fotógrafa inglesa Maurren Bisilliat; el chileno Roberto Matta y Wifredo Lam, entre otros nombres obligados dentro del arte del continente.

Ciertamente, las curadorías contradictorias y simplistas no son novedad por estos tiempos; puede ser una moda que se extienda hasta que se haga demasiado tarde para hablar de arte. La Bienal de São Paulo de 2008 fue un fracaso, tanto por las muestras como por la impresión de falta de criterio; o mejor dicho, por la impresión de indiferencia. Se escribió mucho al respecto, y el común denominador continúa siendo la pregunta: ¿El arte está en crisis o es la curadoría la que está en crisis?

Puede que el arte esté pasando por un momento difícil; cómo no ser así si el mundo entero está al borde de un colapso. Siempre hubo arte en la guerra y en la postguerra; sin embargo, ¿no será que hay que ser consecuentes, y que una bienal como la de São Paulo con tantos recursos a su disposición, debe interpretar un mejor papel de liderazgo? Esta es una cuestión para dejar sobre la mesa de los especialistas, junto a un cheque de galerías y mercado.

Lam y Kcho

De vuelta a la muestra, Cuba aparece en trabajos de los más representativos y, sobre todo, más conocidos artistas cubanos de todos los tiempos: Wifredo Lam (litografía sin título, 1968) y Kcho (Serie Piedra, instalación, 2007).

Hay circuitos en que se sabe poco del arte que se produce en la Isla, pero no es el caso de una institución como el Memorial de América Latina, creada para adentrarse en la cultura de nuestros pueblos. Durante estos 20 años, el Memorial ha sido un fiel observador de la producción cultural de la Isla: la Bienal de La Habana y el Festival de Cine Latinoamericano son apenas dos ejemplos de eventos que han marcado la creación regional. En el año 2002 pasó por aquí una muestra colectiva de arte contemporáneo, y en otras ocasiones ha habido artistas cubanos insertados en diferentes proyectos de la galería del Memorial.

Entonces, ¿por qué sentenciar aún más este cliché que se ha formado sobre Lam y Kcho? Los medios los han convertido más que en íconos, en sellos, y todo sello es símbolo de pragmatismo. Es cierto que son artistas importantes dentro de la plástica cubana, sólo que no se puede reducir así la historia del arte de un país.

Esta muestra parece descuidada y caprichosa. Algunas obras son de la propia directora de la galería, incluyendo la de Kcho, quien, como diría un amigo escultor, "es el más obvio de los cubanos y el artista más plagiado".

A esta exposición del Memorial, algunas obras la salvan visualmente: una o dos esculturas, algunos dibujos, un vídeo y varios grabados. Nada, que para el Memorial, como cantara Gardel en aquel tangazo, veinte años no es nada.


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