Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Sinfonía, Música, Concierto

Vocaciones constrastantes

Músicos financieros

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La lista de médicos-escritores es muy amplia: François Rabelais, Arthur Conan Doyle, Anton Chejov y Somerset Maughan, por sólo citar cuatro de los más conocidos. La de médicos-poetas no lo es tanto: John Keats y William Carlos Williams, son los únicos que me vienen ahora a la mente. Pero la que a muchos parecerá la más contratante es la de dos connotados financieros norteamericanos que deben su fama a su vocación musical.

Charles Edward Ives (Danbury, CT, 1874-Nueva York, 1954), con sólo 32 años de edad, fundó su propia compañía de seguros, Ives & Myrick, y fue un especialista e innovador en estate planning.

Ives fue uno de los primeros compositores de Estados Unidos en obtener reconocimiento internacional. Compuso cuatro sinfonías, varias sonatas para piano y violín, y muchas obras más.

Pero más insólito fue el caso de Gilbert Edmund Kaplan (Nueva York, 1941-2016) multimillonario, dueño y editor de la publicación The Institutional Investor, hasta que la vendió en 1984.

Kaplan, cautivado por la Segunda Sinfonía (Resurrección) de Gustav Mahler, que escuchó cuando era muy joven en el Carnegie Hall, se dedicó desde entonces a estudiar la monumental composición. A los cuarenta años, apenas sabía leer música. Memorizó las doscientas nueve páginas de la partitura y contrató a un graduado de la Juilliard School of Music para que le enseñara dirección orquestal. Resultado: el magnate financiero se convirtió en el más exitoso director de esa sinfonía. Sus dos grabaciones con las Orquestas Sinfónicas de Londres y de Viena superaron en ventas las dirigidas por consagrados maestros, como Leonard Bernstein, Claudio Abbado y Bruno Walter.

Recorrió el mundo con esta única obra, invitado por las más prestigiosas orquestas sinfónicas: Sólo una vez accedió a dirigir otra pieza (también de Mahler) para una compañía de discos: el Adagietto de la Quinta Sinfonía, una de las páginas más conmovedoras de la literatura musical de todos los tiempos, usada por Visconti en Muerte en Venecia y tema favorito de teatristas y cineastas. Recuerdo cuando asistí en Praga a una función de Laterna Magika, donde en uno de sus cuadros escénicos se usó esta maravillosa pieza, con tal efectividad que pareció compuesta específicamente para esa noche y para ese espectáculo teatral.

Fue tan grande la admiración de Gilbert Kaplan por Gustav Mahler, que aprendió alemán, adquirió la partitura original de su amada Segunda Sinfonía y un busto del compositor esculpido por Rodin.


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