Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Literatura, Poesía

“Volver” o la patria de la memoria

Magali Alabau no regresa a su isla como Ulises a Ítaca, pues solo la esperan las sombras del pasado

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La mejor crítica de un libro de poesía se logra en la identificación que el lector pueda tener con sus versos. Si estos lo conmueven o no lo dejan indiferente, si estos cumplen con el requisito aristotélico de la catarsis en el arte, el libro habrá alcanzado un propósito, más allá de las categorizaciones y esquemas formalistas de la llamada crítica especializada, la cual en muchos casos se erige sobre la base de una exegesis elucubrada por el crítico, y que dice más de éste que del poeta y sus versos. Volver (Betania, Madrid, 2012), de la poeta cubana Magali Alabau, es uno de esos libros cuya crítica llega a consumarse en la manera en que pueda impactar a cada lector.

Volver es el regreso a donde siempre se ha permanecido, y nos muestra otra dimensión del concepto de patria, ese que se perpetúa en la memoria y sale ileso de los avatares humanos, en este caso del que más nos ha afectado: el político. La patria existe en el olor de una fruta y de la brisa marina; en las reuniones familiares y de amigos, en las escuelas de nuestra infancia y adolescencia; la patria existe en “esa forma de decir te quiero”. Pero Alabau tampoco se abstiene de describir el horror que la habita. Y esta integridad representativa de su geografía oriunda se la debe al exilio, a la lejanía, a esa isla que fue a buscar y encontrar a otra parte, cuando le arrebataron su libertad, simbolizada por el mar, al cual le habla en su partida: “al fin el mar: mar azul de libertad, mar de amor donde puedo ser lo que soy”.

La poeta va urdiendo los fragmentos dispersos de la Isla. Apela al recurso proustiano de la memoria, en donde permanecen objetos y nombres, olores y sensaciones, como esa evocación a la Cuba republicana que es la ferretería con el apellido de su abuelo. El tono confesional de este libro trasciende el mero intimismo, haciéndonos partícipes de una singladura de sucesos y vivencias, como un espejo múltiple en el que por alguno de sus ángulos puede verse reflejado cualquier exiliado.

La alteridad de estos versos imbrica la experiencia individual y colectiva. “Yo vine en un barco, yo vine en un pozo, yo vine en la maleta, en el cuadro de aquella pintora tan famosa. Yo vine en esas balsas atravesando los tiburones”. Alabau nos sitúa frente a un collage de tiempo y espacio, donde se alterna una Cuba que no existe con otra que transcurre. Y así nos hace el inventario de un país perdido por medio de los atributos que conforman la patria de su memoria, pero en el que a su vez se asoman al presente las sombras del horror vivido. De esta forma, nos retrata el mundo interior del exiliado, desde sus temores, sus sobresaltos, el drama de la partida, hasta llegar a su ser escindido en territorio extranjero, en el que se ve asaltado constantemente por las imágenes del pasado.

Volver es un libro desprovisto de toda atadura expresiva y moda estética, tan dadas en la poesía cubana de los últimos años. Estamos ante una poética que no repara en plasmar el sentimiento ante un hecho tan antiguo y siempre novedoso como es el del exilio. Su dolor y su furia se inscriben con voz propia, para reafirmarnos el credo martiano de la creación: “todos los temas vuelven a ser nuevos cuando se dicen de una forma diferente”. Tomando como ejemplo este libro de Magali Alabau, añadiría que también todos los temas vuelven a ser nuevos cuando se expresan con autenticidad e intensidad inusitadas.

Magali Alabau no regresa a su isla como Ulises a Ítaca, pues solo la esperan las sombras del pasado. Ella se fue para permanecer; y ha vuelto para saber que es una exiliada del mundo, acaso para corroborar la sentencia de Borges: “solo es nuestro lo que perdimos”. Y esta pertenencia que es su isla ha quedado a salvo eternamente gracias a la poesía.


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