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Voz de una nación desgarrada

La libertad de la luz. Compilación de editoriales de la revista 'Vitral' (1994-2007).

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Una cultura abierta, no cerrada; plural, diversa, no monocorde o unívoca; con todos y para todos, no sectaria; democrática y participativa, no totalitarista y pasiva; inclusiva, no excluyente; de moderación, no violenta; de diálogo, no de monólogo; de expresión libre, crítica, discrepante, no cautiva o dogmática o de empobrecedora unanimidad; que no sacrifique ni el todo por una parte, ni una parte por el todo; por y para la persona, pero no individualista; de la opción, no del control o la censura; religiosa (con el sentido de religar, unir), es decir, unitiva, que no aísle o separe; de la esperanza o utopía compartida o consensuada, no impuesta; que afirme y enriquezca la identidad con las singularidades, no que las ahogue en una abstracta generalidad; una cultura, en fin, del ajiaco, que preserve las diferencias, no de la impersonal caldosa, que las borra o confunde.

Una cultura para un eterno nacimiento, no para la muerte. Una cultura con una ética trascendente, pero fundada en el amor a la persona concreta, no de una inmanencia pragmática y oportunista, porque en una sociedad corroída por una aguda crisis de valores, son precisamente los valores éticos los que más se demanda rescatar o preservar…

Conciencia de Cuba

Una rápida mirada a los múltiples contenidos de estos mensajes, a la vez profundos y puntuales, revela una conciencia agudísima de casi todas las problemáticas que padece la sociedad cubana actual.

Desde la violación cotidiana de los derechos humanos más elementales; el ahogo de la creatividad; la tragedia ética de una "doble moral"; el infierno cotidiano motivado por una pobreza (material y espiritual) para nada irradiante; la diáspora como solución nacional; las tensas relaciones entre la Iglesia y el Estado; la burocratización de la sociedad; la extensión de una cultura de la violencia y la intolerancia; la disolución de la familia; el no respeto de la persona; la discriminación racial, sexual, religiosa, política o filosófica; la falta de libertad de expresión; la pérdida de una genuina identidad nacional; el ahogo de una verdadera sociedad civil, en fin, todo un sombrío fresco de una realidad que se reconoce sumida en una profunda y dilatada crisis.

Pero acaso simplemente un selectivo recorrido por algunos de sus títulos puede darle al lector una idea más fiel de las preocupaciones expuestas: "Irse del país, solución o problema", "No a la violencia", "No a la cultura del individualismo", "Moderación y diálogo", "Cultura: ¿ajiaco o caldosa?", "Relaciones Iglesia y Estado", "La Educación: el derecho a elegir cómo ser", "La libertad de expresión", "El inmovilismo: un callejón sin salida", "La libertad de conciencia", "No a la pena de muerte", "Apertura o aislamiento", "El desorden social", "El transporte", "La emigración", "La corrupción", "La violencia cotidiana", "La salud pública", "Ética y economía", "Repudio no, respeto a la pluralidad y a la reconciliación", "El derecho a viajar libremente", "La apertura fortalece la identidad"…

Propuesta libertaria y educativa

Una característica de estos editoriales es —¿cómo diríamos?— su pertinencia elusiva. Aunque se refieren por lo general a eventos muy concretos y muy bien conocidos por sus presuntos lectores insulares, como que tienen que ver con los factores sociales que casi determinan sus vidas personales, rehúyen la personalización de "culpables", evitan la confrontación política directa, prefieren la propuesta de soluciones a la peligrosa y hasta cierto punto estéril queja victimista.

No obstante, siempre se tiene la inocultable impresión que se realiza un diálogo "constructivo" entre esa voz general pero tan significativa y el Estado. La generalidad de la voz se debe también a su intento de lograr un mayor consenso entre sus disímiles lectores o colaboradores, además de tratar de no comprometerla con una opción política —o religiosa— determinada.

En cierto modo, esa voz quiere encarnar también la resurrección de una voz ausente, cautiva; la voz de una comunidad maniatada; la voz de una Nación desgarrada por un maniqueísmo que sólo ahonda la disolución de su identidad como pueblo libre, uno y diverso a la vez.

Es muy significativo que un proyecto que se vio siempre asediado o ignorado por su poderoso interlocutor durante sus trece años de difícil y compleja existencia, lejos de reaccionar contra la crítica, la considere indispensable para su propio desenvolvimiento, ofreciendo así, como de soslayo, una lección de humildad, de consecuencia ética, de verdadero diálogo, de respeto por el "otro", lejos de cualquier dogmatismo o de cualquier soberbia de poder.

Pero si algo se desprende como saldo general de la lectura de estos textos es su propuesta radicalmente libertaria, además de educativa. Liberar las conciencias dormidas o sepultadas. Una libertad de la luz —como sugiere su título— o de un espíritu libre "soplando donde quiere", que acaso vuelva a rizar las aguas, como en los orígenes míticos, para fecundar un nuevo y perenne nacimiento.


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