Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Música

Willy Chirino: Concierto por el reencuentro

El autor de 'Ya viene llegando' celebró sus 35 años de carrera apuntando hacia el único futuro posible.

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Músicas de isla y continente

A finales de los años ochenta, en la isla aislada (triste redundancia), la Unión de Jóvenes Comunistas decidió maquillarse al estilo pop. La consigna "I love New York", fue transformada en "Yo amo al Comandante", y como parte de la nueva onda, autorizó un Festival de Rock en el anfiteatro de Alamar, a más de 20 kilómetros de La Habana, pero no reforzaron las guaguas.

Más de 2.000 roqueros se lanzaron a pie por la Vía Blanca. La peregrinación de melenudos excedió lo planificado. Y vino la contraorden. En la carretera detenían a todos los jóvenes "raros". Pero unos cientos lograron llegar hasta el anfiteatro, donde se enfrentaron a una turba de policías. Hubo carros patrullas incendiados, dos jóvenes heridos y decenas de arrestados.

Ninguna agencia del mundo reflejó esta noticia (la conspiración del silencio), pero los cubanos oían en la onda corta cómo se derrumbaba el Muro de Berlín, y bailaban con el "sonido Miami", con fuerte influencia del rock. Usted podía caminar de La Lisa a Luyanó, sin dejar de escuchar los temas de Chirino Ya viene llegando, Yo soy un tipo típico y Oxígeno, que respirar libremente era lo que estaban pidiendo a gritos los cubanos…

Prohibidos en las emisoras de la Isla, sus temas Medias Negras, Mr. Don't touch the Banana, San Zarabanda, Soy… se cantaban de boca en boca. Sin venderse sus discos, sin su rostro en la televisión, Willy Chirino se convertía en la Cuba de los noventa en un ídolo en ausencia, con el atractivo mayor de lo prohibido.

Y es que los jóvenes cubanos de entonces identificaban su sonido Miami, con la música que les tocaba generacionalmente hacer. Por siglos, las músicas de la Isla y del continente se habían nutrido una de otra. El jazz de Nueva Orleáns creció con negros libertos de la Isla; sin las estructuras orquestales y la sonoridad del jazz band estadounidense no existirían el mambo de Pérez Prado, ni "las barbaridades ritmáticas" de Benny Moré.

Han pasado quince años de Ya viene llegando, cuatro décadas de economía de guerra, y en los últimos años de dolarización, turismo sexual, antenas de TV escondidas en tanques de metal, Internet robada, corrupción a todos los niveles, se han resquebrajado las murallas ideológicas y los inquisidores han hecho algunas concesiones. Pero aun los jóvenes músicos que han logrado radicarse en España, como los grupos Orishas y Habana Abierta, revelan una música secuestrada: "Salimos de Cuba porque nuestra música no podíamos hacerla allí —afirma Orishas—, porque el rap estaba considerado música del enemigo".

Y estos grupos de punta padecen la misma soledad que Willy Chirino desde Miami: no cuentan con una industria nacional, ni una "hinchada" que los respalde. La música popular, como el fútbol, requiere de una plataforma, de un público nacional que la "defienda" en sus conciertos, que la sienta como identidad, que compre y coleccione sus discos.

Al mercado global responde una natural reacción nacional: colombianos, puertorriqueños, mexicanos, dominicanos, brasileños, defienden a sus artistas como parte de su tierra misma. Los músicos cubanos, en cambio, están solos entre la ideología, el embargo y el destierro.

Willy Chirino lo sabe. Su concierto "Cubanísimo", con el que celebró sus 35 años de carrera, apuntó hacia el reencuentro, hacia el único futuro posible, a la nación cubana.


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