Lunes de Revolución, Literatura cubana, Cabrera Infante
Y que digan lo que digan
Tanto quienes tienen una edad más avanzada como los jóvenes, vienen a mi Biblioteca Independiente y me preguntan, bajando la voz, “si tengo algo de Cabrera Infante”
Para los que peinamos canas, o los que ni siquiera las ostentan en sus cabezas como restos de un ayer, de vez en cuando siento cierta tristeza en y con relación a nuestra cultura. Entonces extraigo de mi Biblioteca Independiente un sobre algo grande (cuyo contenido no se lo presto a nadie), y repaso algunas ediciones nada bien conservadas —más por el Señor tiempo que otra cosa— del suplemento Lunes de Revolución, y así recordar y añorar esos años que desgraciadamente no volverán, lo que es imposible, sino lo que resulta más la lamentable: que nuestra juventud desconoce lo que lograron esas ediciones, donde pienso por otra parte —y a lo mejor me equivoco— nuestra cultura alcanzó un nivel que traspasó nuestras fronteras. Ediciones que en la actualidad, pese a las gestiones que aquí en nuestra Isla se llevan a cabo, no han sido superadas, desde el mismo momento en que fue suprimida esa publicación dirigida por Guillermo Cabrera Infante, tras las reuniones efectuadas en el salón de actos de la Biblioteca Nacional, con la presencia de Fidel Castro, con el propósito de encasillar nuestra cultura, de acuerdo a “las premisas políticas que debían de implantarse” y cuyo resultado conllevó a situaciones bochornosas, principalmente para los escritores y pintores.
Desde entonces, por esa fatal solución, la cultura cubana debía “ser más revolucionaria”, más adicta a los señalamientos que no solamente fueron expresadas por Fidel Castro, sino también los provenientes del semanario comunista Hoy, cuyos miembros alzaron las manos en señal de triunfo, según los estatutos políticos que ostentaban.
Por eso, la tristeza se hace presente cuando hojeo lo que me queda de algunos números, que para más infortunio debido al mismo tiempo —que no cree en nada—, algunos y algunas hasta me han ofrecido dinero porque se las venda, a pesar de que como dije al principio no están en buenas condiciones.
Lunes de Revolución, ya y desde hace mucho tiempo constituye una fase perdida, tan perdida que cuando en algunas revistas culturales que se editan en la Isla lo nombran, uno lo agradece, donde es justo señalar que los escritos, cuando se refieren a Lunes, tratan por todos los medios de no volverse defensores de dicha publicación, sino que utilizan términos suaves, moderados, máxime en nuestro extenso Idioma, donde existen adjetivos de todo tipo, y así no chocar con las directrices existentes; y por ende, continuar en sus labores sin ser puestos en la lista negra o gris como les ha sucedido con algunos aun en la actualidad.
Verdad también que esos años fueron complicados en el sector político cubano para poder mantenerse. Creo que uno de los más sufridos fue el sector de la cultura, que al cerrarse para siempre ese magazine, directa o indirectamente muchos escritores fueron silenciados sin consideración alguna, entre otras cosas porque sus obras “no reflejaban un total apoyo al Gobierno”, y otros, tiempo después, cogieron el desgarrador camino del exilio, en un clásico suicidio en sus obras, que ignoramos qué hacen, qué han escrito o pintado. Para más, solamente nos enteramos de algo cuando en las publicaciones nacionales tenemos noticias de ellos, contando los que yacen bajo una losa para siempre o los que se atuvieron a la no claudicación. Debido a la saña con la cual fueron atacados por los nuevos directivos de nuestra cultura, estimo que esta se encuentra DIVIDIDA (así con mayúscula); y no sólo entre los de aquí y los de allá, sino que también sin abandonar nuestro triste Caimán muchos se refugiaron en un lastimero silencio, para ser más echados en el saco del olvido que es lo más triste.
Pero indudablemente, en medio de las directrices contra los que tomaron el camino del exilio, quien sobresalió por su actitud de no claudicar (y no creo equivocarme) fue Cabrera Infante, no solo cuando dejó de existir físicamente, sino en vida, al prohibir que su obra se edite en la Isla, pese a que ya se nombra, se analiza su producción, etc. Eso sí, con mucho, pero mucho cuidado no vaya a ser que provoque ser censurado por los directores correspondientes, al publicarse opiniones, reseñas —hasta ahí y nada más— sobre este intelectual nuestro ciento por ciento.
Al cubano que lee, el que siente ese placer de la lectura —algo menguado en la actualidad—, no le queda otro remedio, digo, a los que viajan al exterior, que traer en sus valijas muy simuladamente, y la mayoría de las veces con otras portadas para despistar “al enemigo”, novelas de esta Personalidad (así con mayúscula), que aquí con ciertos vendedores de libros ( por debajo del telón) es posible adquirir algunas de ellas, a veces a precios que nos quedamos con el bolsillo huérfano de algún dinero para el gasto de la semana.
Quizás entonces, Cabrera Infante se sienta complacido de que pese al tiempo y las circunstancias sus lectores, tanto los que rebasan edades permisibles como esos jóvenes que vienen a mi Biblioteca Independiente y me preguntan bajando su voz por temor “si tengo algo de Cabrera Infante”, lo cual es una prueba más de que él y su obra nos pertenecen y continúan latentes, máxime que quién escribe estas líneas en cierta forma fue un parametrado también, y lo considera y considerará como uno de los más grandes escritores cubanos de todos los tiempos, aunque en mi caso no me interesa que me pongan en el INDEX de la Isla, si es que ya no ocupo un lugar en él.
Por eso, cuando hojeo de vez en cuando mis Lunes de Revolución no puedo evitar que la tristeza me visite al rememorar los embates sucedidos a la cultura cubana de aquellos años. La pobre.
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