Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Vladimir Cruz habla sobre “Afinidades”, con el que se estrenó como director de largometrajes

Uno de los personajes del filme que “utiliza su poder para jugar con los que tiene debajo” simboliza la quiebra profunda de los valores de la revolución, algo que “es la primera vez que se dice en el cine cubano abiertamente”, declaró el actor y realizador cubano

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Los actores cubanos Jorge Perugorría y Vladimir Cruz se estrenaron en la dirección de largometrajes con Afinidades, una película sobre la crisis de valores, la infelicidad y las lealtades que se presenta como una metáfora de lo que pasa hoy en Cuba, aunque, eso sí, con un formato muy caliente.

Porque la película, con guión de Cruz sobre la novela Música de cámara, de Reinaldo Montero, a su vez inspirada en Las afinidades selectivas, de Goethe, va desvelando profundas lagunas interiores a través de los distintos encuentros sexuales de los personajes, dos parejas dispuestas a todo, si bien, por distintos motivos.

“El punto de partida fue colocar personas infelices en un lugar paradisíaco, como una metáfora de Cuba donde la naturaleza es fantástica, el paisaje maravilloso y sin embargo la gente tiene problemas de todo tipo”, explicó Cruz a un grupo reducido de periodistas, entre ellos, EFE.

Afinidades, rodada en el idílico y poco conocido paraje de la Laguna del Tesoro de Guamá, en Matanzas, ha contado con un equipo integrado por “toda la gente con la que aprendimos a hacer cine en Cuba”, ha detallado Cruz: desde el director de arte, Derubín Jacome, que fue profesor suyo, al veterano productor Camilo Vives.

En la cinta, Cruz es Bruno, un físico teórico empleado de Néstor (Perugorría) que teme por la continuidad de su puesto de trabajo, casado con Magda, una mujer joven y romántica, sin mucha experiencia de la vida, que interpreta la debutante Gabriela Griffith.

Néstor, un alto cargo de una empresa con capital extranjero, está casado con una abogada española, Cristina, personaje que encarna Cuca Escribano (El camino de los ingleses, Los aires difíciles), a la que “no le da miedo nada y le gusta todo”, según ella misma explica en la película.

“Cristina es positiva las 24 horas del día: da, da y da —explicó Cruz—, pero cuando deja de dar no recibe. Es infeliz, y en eso coincide con Bruno, a quien tampoco le funciona la fórmula de la vida”.

“El caso de Néstor es distinto; es un manipulador real que utiliza su poder para jugar con los que tiene debajo”, de hecho, añadió Cruz, simboliza la quiebra profunda de los valores de la revolución, algo que “es la primera vez que se dice en el cine cubano abiertamente”.

Y Magda “es la peor, porque encarna la falta de escrúpulos de las nuevas generaciones; ella aprende de Cristina y al final es la que va más allá en los límites”.

“A nosotros, más que dar respuestas, lo que nos interesaba era tocar ciertos temas que están muy presentes en la sociedad cubana: para qué sirve la libertad; hacia dónde vamos, o qué importancia tiene el individuo con todas sus miserias”, reflexiona el director.

Y en el mismo sentido, añade: “si podemos seguir diciendo que todos somos iguales, todos nobles y buenos, o lo que es lo mismo, mantener la teoría del socialismo, de esa igualdad inexistente. O vamos a la profundidad oscura de nosotros mismos y la aceptamos, o no podremos ir a ningún sitio”, concluyó Cruz.

El actor, que disculpa la ausencia de su compañero Perugorría, de rodaje en Cuba, reconoció que la experiencia de codirigir y coprotagonizar una película ha sido “agotadora”, pero muy satisfactoria, y que para ello ha sido clave “la gran amistad, respeto y admiración” que se tienen.

Los actores, que coincidieron ya hace más de una década en Fresa y chocolate, el primer largometraje de ficción de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, están convencidos como directores de que “el futuro de Cuba, y el de muchos otros lugares, pasa por el individuo, por la esperanza y la felicidad en medio de esa incertidumbre por el futuro”, afirma Cruz.


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