Literatura, Crítica y Revolución. Homenaje a Salvador Redonet V
Dennys Matos | 11/02/2009 20:30
Carpentier y otras etcéteras. (Tercera Parte).
Entrevista inédita a Salvador Redonet. En esta (última) parte de Carpentier y otras etcéteras aflora en todo su esplendor la labor de un profesor de literatura cuyas ideas y creencias sobre el modo de asumir su “magisterio” poco o nada tenían que ver con los esquemas académicos. Su personalísima visión pedagógica sobre la enseñanza de la investigación y la crítica literaria, donde desliza también, como no, su visión de la vida no exenta del sano humor que siempre le carácterizó.
Por lo que hemos hablado he podido concluir que tus dos intereses fundamentales son el cuento y Carpentier. Ambos tienen más o menos su culminación con el libro que debes presentar sobre el cuento cubano en los últimos años y con el tema de candidatura. ¿Qué planes tienes para el futuro? ¿Te interesan otros temas y géneros?
La literatura se parece bastante al cuento de la buena pipa: no tiene fin. La vida me ha enseñado que los planes sirven también hasta un punto, y bastante poco, y que uno debe reservarle un espacio –bastante grande- a la espontaneidad, a la verdadera espontaneidad (no a la prefabricada, que suele darse –aquí y allá- con otros fines). Pero en fin, cuando salga de esas cosas – si es que salgo- no pienso abandonarlos: me interesa seguir con algunos textos de Carpentier (con las narraciones por supuesto; y también con “El reino de este mundo”, “El arpa y la sombra” y “El recurso del método”), con algunos aspectos de su obra: el humor, la ironía y su relación con el hombre y sus circunstancias, incluidos los demás; los no-yo (De la relación entre ambos salta la ironía ¿no?). En lo que al cuento respecta, trabajo algunos autores, y en especial textos concretos: algunos de estos trabajos están iniciados (a medio hacer); otros, pensados. Ando haciendo por muchas razones, algo con El cachorro asesinado del Che; algo también con En el insomnio de Virgilio Piñera (cuya versión fílmica me pareció buena, lograda) el análisis de algún que otro texto poético; la preparación de otra selección de lectura para el análisis de textos narrativos y, sobre todo, una aventura diacrónica, sincrónica, morfológica (proppiana y greimasiana) con el cuento breve que no vaya más allá de una cuartilla... Así me voy entreteniendo entre una cosa (la candidatura) y la otra (el Razón de ser); y entre la vida y la muerte (sin tragicidad)
Son bastantes cosas. ¿Cuál sería la más inmediata?
La principal: tratar de lograr un diálogo cada vez más fructífero con mis estudiantes y en general con quienes me rodean (siempre que valga la pena, y eso en realidad es casi siempre –más tarde o más temprano- una sorpresa) ; y ello significa tratar de averiguar más sobre el hombre y sus cosas (literatura incluida) y sobre todo a través de esa disciplina que personalmente conoces : La investigación Critico-Literaria (I. C. L), y que dentro de un año se impartirá –con algunas modificaciones- bajo el nombre de Narratología. Pero eso es otra historial.
¿Por qué ese interés por la Investigación Critico- Literaria como disciplina?
Su finalidad última es entrenar al estudiante en el análisis, lo más objetivo posible, del texto narrativo en prosa, en ofrecer al alumno cierto instrumental –analítico sobre todo, que contribuya a una más justa valoración – para explicar (se) el texto; en fin, una especie de Narratología descriptiva (como explicó Gerald Prince en el II Evento de la Rev. Criterios) no para hacer de ellos teóricos sobre el texto narrativo, sino que al menos puedan expresar (o hacerlo cada vez mejor) las virtudes del un texto con algo más que un simple “me gusta” y poner los ojos en blanco en señal de aprobación; o señalar las deficiencias de otro, con algo más que un “no me gusta” o una respetable expresión de disgusto (por muy respetable y profunda que sea)
¿Quiere decir esto que debes lidiar con opiniones no muy felices para tu trabajo?
La tarea no siempre resulta fácil (por eso tal vez me gusta): en los primeros años – y no solo en los primeros- te encuentras: el alumno interesado en los estudios de Letras, también al que tiene aptitud y actitudes; hasta todo lo contrario (por ejemplo, quien se disgusta cuando se enfrenta con “Ilusiones pérdidas” porque tiene tres tomos, o quien no lee a Carpentier, Lezama o Piñera (por solo mencionarte nombres del patio) porque ha oído decir, entre otras cosas, que son autores difíciles, complicados, enrevesados); y entre otros casos, toda una gama. Pero ni estos últimos constituyen eso que llamas “opiniones no muy felices”. Esas opiniones son el resultado casi siempre de una deformación, de la cual no se puede culpar solo a la gente joven, al aluno. A muchos los han deformando literariamente; entre otras mentes.
Por cierto, entre estos últimos hay quienes llegan a disfrutar después a esos autores “difíciles”, y hasta realizan trabajos de investigación sobre ellos, y esto le hace a uno sentirse feliz. ¿No? Hay además muchos estudiantes que llegan a las aulas universitarias con graves problemas de redacción, ortografía (¡Ni que decir de hábitos de análisis, la interpretación, la generalización!) y algunos, hasta sintiendo cierto rechazo hacia la literatura. No siempre la culpa es de ellos. O no toda la culpa es de ellos. Sabemos que no todo marcha sobre ruedas en la educación media, preuniversitarios y ni en la universitaria. Del mismo modo; ¿quién no sabe que puede haber un maestro o un profesor (ambos, en este caso, van entre comillas) que –por distintas vías- pueda llevarlo a uno a sentir un verdadero rechazo por la literatura y los estudios literarios? (¡ De todo hay en la viña del señor!); y basta leer aunque sea el interesante trabajo de Miklós Szabolcsi (“Los métodos modernos de análisis de la obra”) para convencerse que esto de análisis y docencia es una cosa bien seria; y en especial la docencia, donde la mediocridad – y no sólo (ni tanto) del alumno, por supuesto – pude hacer el mayor de los daños posibles. Como apunta Lázaro Carreter:
“Pasar de la literatura a la vida, haciéndose acompañar por alumnos en principios desinteresados por aquella (-yo agregaría: o no totalmente entrenados para dialogar con ella-) requiere dotes que deben ser cultivados mediante un sincero interés por el mundo en que los muchachos se mueven; la erudición y el saber que pueden bastar a nuestros colegas científicos son insuficientes para el profesor de literatura (...)”
¿Qué le pides a un profesor de literatura?
Un profesor (buen profesor) de literatura debe ser un apasionado de ella, y no un mercader de la misma (y de lo uno, y de lo otro –desgraciadamente- hay); debe ser no solo un sincero interesado por ese mundo (y a veces –de nuevo, desgraciadamente- escasean el interés y también la sinceridad. Si en algún lugar resulta funesta la doble moral, es en la docencia), sino un conocedor de ese mundo; más aún, alguien por el cual ese mundo corre por las venas, porque es también el suyo; y – por supuesto- debe ser un especialista en la materia. En fin, alguien que sepa leer todos los libros, incluso el de la vida. Es la única posibilidad real de un diálogo que no conduzca a la trágica conclusión hamletiana: “Palabras, palabras, palabras,...”
Además, ese diálogo con los alumnos es extremadamente fértil para ambos (profesores y estudiantes), a quienes sólo diferencia la función que desempeña cada uno en un momento dado. Tan fértil, que lo poco que llevo hecho – o lo poco que sirva de lo que he hecho – se lo debo (y ni exagero, ni soy especialista en demagogias) a la docencia, especialmente a los cursos de Investigación Crítico-Literaria; y también a mi colaboración (y sigo sin exagerar) con los talleres literarios, con los “Hermanos Saiz” y donde quiera que me soliciten y creo que pueda ser útil desde hace algunos años, donde he aprendido mucho, pues la labor con otros especialistas, con los talleristas es lo más parecido a la docencia - aunque con otras caracteristicas – hombres y mujeres que desean aprender y saber muchas cosas; y de las cuales también hay mucho que saber y aprender (creo yo)
¿De lo que dices pudiera desprenderse que existe una sobrevaloración de la formación técnica o técnica-teórica?
Nada de eso; si se entiende así, es que sigo sin poder comunicar mis ideas con claridad. Si eso opinara no le hubiera dedicado ni un minuto a las selecciones de lectura para esa asignatura, ni fuera co-autor de otra para la disciplina Teoría y Crítica Literaria. ¿No crees?
Por cierto, creo que en ocasiones se arman discusiones bizantinas, innecesarias, que me recuerdan aquella discusión judicial en Gargantúa y Pantagruel entre dos personajes, quienes en larguísimos discursos no decían absolutamente nada. El ejemplo te puede parecer exagerado, por supuesto; pero cuando oigo esos debates (u otros parecidos –literarios o no-) en que se enfrentan un punto de vista (“¡La sensibilidad si, la ciencia no”! o viceversa), no puedes dejar de pensar en esos capítulos de la novela de Rabelais. Sobre esto podríamos estar hablando hasta el aburrimiento; porque habría que tocar aspectos diversos: las distintas manifestaciones de la crítica; la relación entre la crítica, la teoría y la metodología; qué se entiende por Investigación Crítico-Literaria; la formación y la información; el papel de lo sujetivo (y hasta de diferentes subjetividades) ante la (in)formación teórica; la relación arte ciencia... Podríamos, ya te digo, hablar horas; y temería repetir cosas ya dichas y sobre todo, aburrir. Y para aburrirse siempre hay tiempo, y gente.
A propósito de esto ¿Qué piensas acerca de al formación, la información y la actualización?
Sobre esto se habló –una vez más- en el pasado Forum de Crítica e Investigación Literarias, organizado por la UNEAC y celebrado hace más de un año. (Y ya estoy saturado del tema).
En mi resumida opinión, el quid ya no sólo de la Investigación Critico-Literaria, sino de todos los estudios literarios es la buena lectura. Quizás por eso, cuando me preguntan cuál es el objetivo de I.C.L., respondo que es enseñar a leer bien, o contribuir a que se haga cada vez mejor, y todo, absolutamente todo, lo que sirva para ello, bienvenido sea. Y la formación teórica, lejos de hacer daño –si encuentras, claro una cabeza con neuronas saludables- es necesaria. Sería tonto renunciar a la rueda, aunque sepamos que andar a pie prolonga nuestra salud; así sea porque a veces es necesario ir urgentemente de Buena Vista a Zapata y G y nos demoraría un poco hacer bípedamente el recorrido: hay que hacer uso de la guagua 34 o de la 34 B, aunque -¡ya no viajar en ellas!- cogerlas no siempre sea una tare fácil. Si logras un taxi, o tienes carro, mucho mejor (¡En algunos casos!), pues tanto uno como otro te pueden dar dolores de cabeza. El problema está en la opción, y cada uno es responsable de la suya. No sé si me explico. Muchos rechazan los nuevos enfoques, la información teórica, porque dicen ver en ellas juegos de innecesarios neologismos que sólo intentan apartar o jugar con la ajena (des)información. Es verdad que de todo hay en cualesquiera de las viñas del señor; pero si bien no hay por qué identificar lo “nuevo con lo bueno (ni con lo mejor) tampoco hay que hacerlo con lo “viejo”. Lo importante es que cada cual sepa extraer y ofrecer lo más y mejor que pueda con los “hierros” que su aptitud le permitan. A fin de cuentas afirmaba Martí: “Nada es malo ni bueno en absoluto”.
Un nuevo enfoque, una nueva mirada, es simplemente otro modo de mirar, mirar desde un ángulo –si no del todo diferente- un poquitín diferente; y si bien uno puede dejar de ver algo que se veía desde otro ángulo, puede fijarse en otros aspectos ( de la obra en este caso) que antes no llamaban tanto la atención, o pasaban inadvertidos. Proclamar el predominio de una u otra forma de acercarse al texto, es declarar el principio de la tiranía en un terreno que requiere la mayor de las democracias, so pena de quedar mal visto o mal herido o perecer ante la rebelión del texto, y del lector (y no necesariamente especializado)
¿No crees que más útil sería para los estudiantes una especie de texto que las selecciones de literatura?
Cualquier libro de texto (manual) es útil hasta un punto (subrayado hasta un punto), siempre y cuando no se convierta en una especie de dogma. Requiere además una gran experiencia, sabiduría (¡y no es mi caso!). Por eso he preferido, por el momento, las selecciones de textos de personas más o menos sabias en el asunto, ofrecer mis opiniones, mis puntos de vistas, en clases, a manera de diálogo; lo que contribuye, en cierta medida, a que el alumno no tienda a esquematizar(se)
Quizás algún día me dé por organizar algunas de esas opiniones; pero serían una opinión más y no un libro de texto. De todas maneras, supongamos que fuera una especie de libro de texto. Ello no reduciría en lo más mínimo, la utilidad y necesidad de los “Frankesteines” (selecciones de lecturas) para cualquier ciencia, cualquier estudio; y mucho más para la literatura que es un fenómeno tan complejo (ya casi es totalmente aceptado el carácter polisémico, multiaspectual, de la obra literaria)
Son necesarios, porque permiten – si se hacen con cierto rigor y criterios de actualización – poner al interesado en contacto con diferentes puntos de vista, enfoques, criterios; y tú también sabes que es difícil en ocasiones no sólo conseguir las opiniones más recientes sobre distintos aspectos de teoría, crítica y metodología literaria, sino a veces también conseguir trabajos publicados hace años y que mantienen vigencia.
En cualquier caso, por ahora me conformo con algún que otro artículo sobre algún aspecto de I.C.L., o las aplicaciones de su instrumental a textos concretos –sobre todo cuentos- que me interesan por alguna razón.
¿Has dedicado un buen tiempo al estudio del cuento, al análisis de textos artísticos. ¿Los escribes?
Escribí el primer cuento de mi vida, cuando no pensaba dedicarme a la literatura. Fue en mi adolescencia: ni me acuerdo. Creo que a los diecitantos. Lo único que recuerdo vagamente es que era algo extraordinariamente infame. Después intente dos o tres cuando comencé a impartir docencia: no llegaban al carácter “extraordinario” de aquel, pero igualmente infames. No está dentro de mis planes escribirlos, sobre todo después de haber leído cuentos tan buenos y una gran cantidad de textos infames (no tanto como aquel mío)
¿No te interesa entonces la ficción?
Después de la no- ficción. Pero no el cuento. Aunque no sean menos infames, a veces me pongo a hacer versitos; y si no me paso como a los potenciales de Leopoldo Marechal, va y algún día me salde una especie de novela
Dicen tus alumnos –en un tiempo me conté entre ellos- que el primer día de clases tienes por costumbre entregar, sin previo aviso, un cuento para analizar por escrito (que casi siempre se las trae) y además preguntarles los autores, obras, géneros...que prefieren¿Por qué el cuento-sorpresa?: Por otra parte dicen –y no al paso lo digo- que la mayoría de los cuentos que aparecen en clases y evaluaciones suelen ser enredados. Además quisiera que contestarás a un cuestionario: quién es tu cuentista, novelista y poeta preferido. En cada caso señalarme uno cubano, otro hispano-hablante, no cubano; y un tercero no hispano-hablante
Lo del cuento- sorpresa me sirve para saber cómo andan en el análisis literario, conocer los “baches” y la “pavimentación” de cada uno y así oriento mejor el curso. El cuento no es que se las traiga. Eso sí, siempre es alguno con el cual tengan que deshacerse obligatoriamente –un poco- de lo que puede haber de esquemas en las neuronas. Después, a lo largo del curso, entre otros cuentos vamos analizado es mismo. Y todos felices. También sus preferencias en cierta medida, me sirven como medio de orientación y de conocimiento. Si de algo te sirven mis preferencias, allá va eso (aunque te aclaro que en todos los casos son más de una):
-Cuentistas: Virgilio Piñera, Juan José Arriola y Sherwood Anderson;
-Novelistas: Carpentier, Cervantes y Salinger
-Poetas: Mirta Aguirre (por su insuperable poemas de amor) Antonio Machado (sin excluir por supuesto los textos de Juan de Mairena) y Emily Dickinson.
¿Cuáles son tus personajes protagónicos –masculinos y femenino- preferidos?
Masculinos pudiera enumerar también unos cuantos; pero creo que estaría Hamlet en primerísimo lugar. Femenino –sin lugar a dudas- Mafalda. ¡Y no se te ocurra ponerme a escoger entre Hamlet y Mafalda!
He oído decir a más de uno que sueles ser bastante incapturable en la Facultad, y que frecuentemente andas por distintas provincias del país en talleres literarios ¿A qué se debe este interés tuyo por este tipo de actividad?.
En mis primeros años de trabajo permanecía mucho tiempo en la Facultad (algunos me decían que sólo me faltaba dormir en ella): entre la preparación docente, que por razones de espacio me resultaba más cómodo hacer allí, entre algún que otro cargo (con su buena dosis de papeleo) que me obligaban a recorrer los cuatros pisos, me convertí entonces en un residente habitual de la esuela. Pero mi interés por el cuento, por el análisis del mismo, me llevaron casi inevitablemente al mundo de los talleres literarios, los seminarios de narrativa, concursos literarios, etc., en distintas provincias. Y te confieso que eso me ha sido tan útil como la docencia: me ha puesto en contacto con las inquietudes temáticas y composicionales de nuestros escritores menos conocidos, y sobre todo con los más jóvenes; en fin, con una literatura naciente y vital. Te confieso que estos contactos me hacen sentirme tan útil –como en un aula- por el intercambio de opiniones. Es una especie de docencia extrauniversitaria a campo abierto que oxigena los pulmones y las neuronas, que a veces se oxidan entre reuniones y papeles improductivos (que desgraciadamente no escasean)
No falta quien me haya dicho que con esto pierdo tiempo, que no es una actividad seria, productiva, científica, que mejor es sentarse a escribir o a estudiar...Cuando trato de convencerlos de todo lo contrario, y veo que no hay remedio, no insisto; porque hay maneras y, maneras de perder el tiempo.
Dos etcéteras para terminar: ¿Cuál es la cualidad humana que más estimas? ¿Cuál es el defecto que más detesta?
En el primer caso -la fidelidad-; en el segundo –su reverso: Dante tuvo toda la razón del mundo al situar en Malebolge a los fraudulentos en quienes no se confía y en el noveno círculo a aquellos en quienes se confía. Todos están allí, en última instancia, por oportunista (y, por su puesto, hipócritas) que suelen aparecer, aun hoy, en todas las manifestaciones de la vida material y espiritual, en cualquier grado, y con diferentes matices y disfraces, sin llegar a saber (¡Pobrecitos!) que la verdadera razón de ser de cada uno, es la razón de ser de los demás. El resto es humo, es polvo, es sombra, es nada; o simplemente, etcétera.
La Habana. Julio, 1989.
Publicado en: Paisajes (Im)personales | Actualizado 13/02/2009 0:06