Deportes: Cubanos por el mundo
Remero de corazón
El matancero Robin Prendes, ex integrante del equipo juvenil de piragüismo de EE UU, quiere conquistar un puesto en el Mundial sub-23 años en Alemania.
¿Qué pensaba aquel niño que miraba a los remeros entrenar en la playa de Varadero? Seguramente él tampoco lo recordará, ni siquiera sus padres, Vicky y Rodolfo. Lo cierto es que cuando llegó a Miami, volvió la mirada a unos remeros que entrenaban en un canal y le dijo a sus padres que quería hacer lo mismo.
Desde entonces, no hubo madrugada que no aprovechara para ir a practicar, sobre un viejo bote, en aquellas aguas turbias de los canales. Milla a milla, de espalda a la meta, tejió su nombre en grande, Robin Prendes. Hoy camina orgulloso por los pasillos de la Universidad de Princeton, donde acaba de vencer el primer año de ingeniería y sigue remando sin parar.
Pero hay más de una historia como la de Prendes. Practicar el piragüismo requiere unas alforjas llenas de dinero, y cuando se llega a un país desconocido, todo es cuesta arriba. Un bote vale 6.000 dólares y el par de remos sobrepasa los 400, según la marca. Por eso, durante cinco años, sus padres nunca faltaron al trabajo, ni tomaron vacaciones, ni fueron a una discoteca a celebrar las victorias de su pequeño campeón, porque se necesitaba el dinero para seguir volando.
Dicho así de un plumazo, ese fue el empujón que requirió Prendes, que se entregaba todos los días a liquidar a cuantos rivales aparecieran. Por años ganó la mayoría de las competencias a todos los niveles en Miami, y a nivel de estado y nacionales, o clasificaba entre los primeros, fuera en single, doble, cuatro o en un bote de ocho.
En esos tiempos, sus padres montaban el bote en el viejo Ford e iban a "comerse" las millas en las carreteras de la Florida, para llevarlo a cuantas competencias fuera necesario. Prendes también contó con el apoyo de otras personas, como Juan Portuondo, quien generosamente promovió una recaudación de fondos, y su entrenador principal, Francisco Viacara, quien más tarde lo llevaría a su primer mundial juvenil en Holanda, donde ocupó la plaza número 13 en single. ¡Qué más pedir! Aunque fue el entrenador Rolando Serra quien primero lo ayudó a montar en un bote. Más tarde, Roberto de Armas lo llevó a su primer campeonato nacional.
Miles de millas vencidas
Después de tantas victorias y millas recorridas, tantos obstáculos vencidos y tantos sueños, ahí está Prendes, de 6,1 pies de estatura y 165 libras de peso. Entre sus resultados más importantes, figura la beca completa para cursar estudios superiores en la Universidad de Princeton, y formar parte del equipo de remo de la institución. La única manera de entrar a una buena universidad sin que le costara una fortuna, eran sus resultados académicos. Tuvo el privilegio de poder escoger entre unas cuantas casas de alto nivel, como Cornell y Columbia, pero se decidió por la legendaria Princeton, que tiene en su nómina a otros talentosos atletas de diferentes disciplinas.
Hasta hace bien poco, el joven matancero de 19 años integró el equipo nacional juvenil de piragüismo de Estados Unidos. Ahora no sólo compite por su universidad, sino que entrena con máximo de rigor —por la madrugada y hasta el alba— con el fin de ganarse un puesto en el campeonato mundial de menores de 23 años, a realizarse el próximo verano en Alemania.
Este muchacho no tiene tope. Su aspiración más cercana deben ser los Juegos Olímpicos de Pekín. Sus padres dicen que esta vez no será, pero no dudan de que logre un puesto para Londres 2012. "Todavía es muy joven", dice Vicky, quien fuera campeona nacional de natación en la Isla.
Sea como sea, el ex estudiante de high school en la escuela Coral Park de Miami, tiene acostumbrado a todo el mundo a las sorpresas. Lo seguro es su voluntad de seguir el camino de sus padres, que se titularon de ingenieros en Cuba; sin obviar su deseo de, un poquito más tarde, alcanzar el título de abogado.
Ahora, tanto Vicky como Rodolfo están más tranquilos. Han quedado atrás los días en que la economía estaba en función de los remos de su hijo. Ya no hay que preocuparse mucho por el costo de los viajes, los hoteles, el transporte y la comida, que había que sumar a las competencias. "A muchas no fuimos, era imposible", comentan los padres de Prendes, que llegaron a Miami hace más de 12 años. Vicky trabaja ahora en una oficina de abogados de propiedad intelectual y Rodolfo en un negocio de venta y reparación de equipos de jardinería.
También son historia pasada aquellas madrugadas en que no importaba la gripe, la fiebre o cualquier cosa. Se levantaba, montaba en su bote y en vez de remar 25 kilómetros, hacía 50 todos los días, solo o acompañado, y hasta con lluvia.
Prendes se impuso la meta que quería conquistar, que soñó y sudó con sus miles de millas vencidas a "remazos" en cualquier circunstancia, y con unos padres tan campeones como él.
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