Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Cine

«Siento predilección por malditos y marginados»

Entrevista con Manuel Zayas, a propósito de su polémico documental 'Seres extravagantes', sobre la vida del escritor Reinaldo Arenas.

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Por regla, sólo se producen películas que no cuestionan nada, que no abordan el presente o que siempre abordan un mismo presente, y en el mismo tonito de comedia pueril. El gran logro de este tipo de comedias es que no hacen ni reír.

El cine que se está haciendo industrialmente en Cuba tiene que ver más con el peor cine de los cincuenta, con ese cine que el ICAIC desde sus inicios siempre quiso negar. Y creo esto sucede porque resulta muy difícil hacer cine de autor, a cuentas de que quedan pocos o de que pocos tienen cabida en esa industria.

Más interesante me resulta el cine que se está haciendo al margen, la mayoría de las veces sin apoyo oficial y con recursos mínimos. El ICAIC ha tomado nota y ha empezado a reclutar jóvenes talentos: Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban García Insausti, Humberto Padrón, Arturo Infante. Otros más bestiales, como Jorge Molina, parece que nunca tendrán su espacio en la industria. Uno que lo ha tenido, Juan Carlos Cremata, se ha quejado públicamente de cómo sus proyectos de hace años parecen imposibles de realizar.

No han faltado tampoco los temores de los funcionarios cubanos ante el auge del cine independiente. Hace tres años intentaron promulgar un decreto-ley para frenar ese tipo de cine, para lo cual se exigía un pago astronómico por licencias de rodaje. Dicho decreto fue rechazado por los profesionales de la industria.

Esto indica varias cosas: un temor de la oficialidad ante el cine independiente y un consecuente intento de control, y de que realmente existe un gran número de realizadores que pueden darse el lujo de prescindir del ICAIC, devenida hoy una institución totalmente burocrática.

La ausencia de documentales en los últimos 15 años ha sido notoria. Las evidencias que tendremos sobre la vida en la Cuba de los años noventa serán pocas, más bien casi nulas, y deberán limitarse al recuerdo, y no al recuerdo en imágenes fílmicas. Y esto es grave. Por suerte, parte de ese testimonio documental está recogido en producciones extranjeras como Balseros, El juego de Cuba, Buena Vista Social Club y La Tropical, por mencionar los títulos más famosos.

La gran contradicción es que aun siendo un cubano el autor ideal, éste hubiera estado imposibilitado de realizarlos o de exhibirlos debido a la censura. Los ejemplos: Anita Rodríguez filmó el éxodo de los balseros de 1994, el material está muy bien archivado; Ian Padrón logró terminar su documental sobre el béisbol pero se lo censuraron.

Si recordamos el caso de censura al documental P.M. (1961) y las siniestras palabras del Máximo Líder, quien nunca lo vio, tendremos ante nuestros ojos las claves: la censura es arbitraria, pues basta con que un funcionario mencione la palabra mágica todavía al uso ("contrarrevolucionario") para que se decida que algo es censurable, por resultarle contraproducente al sistema, sin que lo sea. Y esto sucede porque la cultura oficial es, ante todo, tutelar.