Actualizado: 28/03/2024 20:07
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México DF

¿Buena fe?

Fe en las personas… Fe en el cambio ineludible de Cuba hacia la libertad, hacia la paz.

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A mi suegra —ya fallecida— le decían que los sacrificios eran para que mi esposa —una niña en los sesenta— disfrutara del paraíso, en la otra esquina —como en la irónica novela de Vargas Llosa—.

Hoy siguen embaucando desde los libros de texto y las clases televisadas, bajo la misma posposición eterna. Suponer que ya no engañan a nadie sería ingenuo. Suponer que no hay gente que por naturaleza le teme al cambio sería de una candidez ridícula. Suponer que no habrá nostálgicos sería simplón, baste leer las noticias de Rusia en el natalicio de Stalin y hasta las españolas de los melancólicos de Franco.

'Fanáticos' de mala fe

El resto de los "fanáticos" actúa de mala fe. Incluyo desde luego a la mayoría de los miembros del Buró Político del Partido. Me dicen que uno de ellos —el ministro de Cultura— "se baña y guarda la ropa", deja migajitas en Venezuela, España y sobre todo en Alemania para no perderse en el regreso. Otro de los "puros" —presidente de la Asamblea— las deja en Canadá. Un tronado inteligente paga de chivo expiatorio por los apagones, mientras quizás murmura contra su honestidad.

Los generales ni hablar, saben que de ellos nadie puede prescindir, y tienen su Corporación Gaviota para que el turismo los empape de verdes dólares no olivos, libras esterlinas de la pérfida Albión o euros de la decadente Europa…

La nomenclatura se agazapa, su única fe está en sí misma. Sus ideales son más pragmáticos que los de un feroz industrial del siglo XIX o de la actual China, con su atroz capitalismo de Estado. Verlos actuar sólo provoca menos asco que los mediocres voceros de la Mesa Redonda Informativa, ya instalados en el Libro Guinness de los Récords, tras alcanzar el Lamebotas de Oro, galardón que no se concedía en Cuba desde la época de Gerardo Machado.

Más abajo resulta pintoresco hallar entre ministros y primeros secretarios en provincias, gerentes y funcionarios intermedios, alguno que no piense y simule, aplauda y cavile acerca de lo que inevitablemente va a ocurrir. Más raro es encontrar un joven cuya "batalla de ideas" no pase por una shopping o una discoteca, a partir de una indiferencia política que se convierte en hipoteca para movilizarlos hacia cualquier proyecto de cambio. Los Trabajadores Sociales que hoy administran las 2.039 gasolineras ya están llenándole el tanque a los ecobios, mientras esperan que pase el huracán anticorrupción para ver cómo "inventan lo suyo".

Me avergüenza afirmar que mientras estamos dentro del país somos en algún grado cómplices, con honrosas y raras excepciones, bien identificables. Si algo no escasea es la mala fe cotidiana. Y es muy natural, porque lo antinatural es un matancero que acaba de casarse con una mexicana, que me comentaba la semana pasada, en La cabañita del Chef —restaurante poblano donde canta Héctor Téllez, que empezara en el legendario Cuarteto de Meme Solís—, que lo de él era no meterse en política para poder ir antes de un año a visitar a su familia, aspirar el salitre de la bahía, invitar a los amigos a unas cervezas Bucanero frente al teatro Sauto, y si le va bien por México pasarse unos días en el Meliá de Varadero, en donde hasta su matrimonio con extranjera no podía hospedarse.