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Elecciones

Alemania contiene el aliento

El empate virtual entre Angela Merkel y Gerhard Schroeder: ¿Gran coalición, crisis de gobernabilidad o nuevos comicios?

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Allí, debido a la muerte en plena campaña de la candidata directa de los neofascistas del NPD hubo que aplazar los comicios. (Dicho sea de paso, la extrema derecha es más fuerte en la antigua RDA). Se abre así un tenso compás de espera hasta el 2 de octubre.

La gravedad de la situación estriba en que los 219.000 electores faltantes, que eligen dos diputados (la diferencia actual es de tres mandatos a favor de la CDU-CSU), votarán a sabiendas de que podrían ser el fiel de la balanza. Trago amargo para el Oeste por ser los votantes de una comarca ex comunista quienes a posteriori decidirían, a discreción, estas cruciales parlamentarias. Para enredar aún más la pita, ya se alzan voces que amenazan con interponer una demanda ante el Tribunal Supremo contra lo que consideran una anomalía psicológica en el proceso electoral.

Por un lado, por más que Schroeder pretenda haber olvidado que él mismo ganó en el 2002 con un empate exacto, está claro que sus rojiverdes perdieron las elecciones. El canciller en funciones no ha recibido el espaldarazo popular que necesitaba. En cambio, por el otro, la coalición opositora liberal-conservadora quedó muy por debajo de la mayoría absoluta necesaria para gobernar. La Merkel tendrá que negociar duro. Y ambos han perdido votos a manos de los tradicionales partidos tampones o los advenedizos de La Izquierda-PDS.

En el caso del SPD se cumple el refrán de que "no hay peor astilla que la del mismo palo", pues los cuatro puntos de más conseguidos a costa suya por La Izquierda, con respecto al desempeño del Partido del Socialismo Democrático (PDS) en las parlamentarias de 2002, le habrían dado una victoria inobjetable. Ahora Schroeder, para decirlo en el argot criollo, intenta "meterle el pie" a la Merkel.
¿Se impone, pues, la gran coalición? No necesariamente, en razón de la tozudez del canciller. ¿Otras posibles coaliciones? Difícilmente, por razones de incompatibilidad de principios y programas. Surge, por tanto, una perspectiva funesta con la que pocos habían contado: la probable necesidad forzosa de convocar de nuevo a elecciones, que por lo demás les aguarían el fin de año a los alemanes. Por el momento es sólo un fantasma terrible amagando en el horizonte. Pero con todas las trazas de materializarse, si no dentro de un par de semanas, al menos en una de las tantas crisis que, como pintan los dados, deberá afrontar la próxima legislatura.