Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Alemania contiene el aliento

El empate virtual entre Angela Merkel y Gerhard Schroeder: ¿Gran coalición, crisis de gobernabilidad o nuevos comicios?

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¿Otra vez a las urnas?

Así las cosas, si durante las negociaciones que han comenzado ninguno de los dos grandes partidos populares logra reclutar a dos socios minoritarios que les aseguren una mayoría absoluta en el Bundestag, y tampoco se ponen de acuerdo para formar entre ambos una gran coalición, habrá que volver a votar en lo que resta del año. Una eventualidad que ya algunos expertos dan por más que probable. Y lo que es peor: con el mal agüero de que la apatía electoral arroje un segundo escrutinio igual de ambivalente que haga crónica la crisis de gobernabilidad que dio lugar a la disolución del Bundestag (Cámara Baja). En fin, el cuento de la buena pipa...

En teoría, tanto la Merkel como Schroeder podrían formar coaliciones tripartitas de gobierno. Con tres limitantes insuperables: 1) Guido Westerwelle (FDP: "amarillos"), cuyos liberal demócratas son los ganadores netos del 18 de septiembre, ha descartado cualquiera de las dos coaliciones "semáforo" factibles: negro-amarillo-verde, donde los "negros" son los democratacristianos; o rojo-amarillo-verde, donde los "rojos" son los socialdemócratas. Westerwelle no quiere nada con Los Verdes de Joschka Fischer.

2) Los cuatro partidos tradicionales de la RFA rechazan de plano cualquier colaboración con La Izquierda, el otro gran triunfador del domingo pasado. 3) Una gran coalición con Schroeder de canciller federal en vez de la Merkel, se rompería los dientes con el obstruccionismo de un Bundesrat (Cámara Alta) abrumadoramente dominado por la CDU-CSU y, a buen seguro, no contaría con el apoyo de la crecida fracción liberal en el Bundestag.

Es verdad que Los Verdes coquetean con una posible oferta a la desesperada de la Merkel. Pero una alianza con los conservadores decretaría la agonía y muerte de este de por sí frágil e heterogéneo grupo de clase media profesional. O bien, lo que para el caso viene a ser igual, una escisión en dos partidos enanos incapaces de saltar el listón del cinco por ciento que los devolvería a su punto de partida histórico en la época de la "Oposición Extraparlamentaria" (APO). De buen grado, la guerrilla alternativa de Fischer se prestaría para articular una coalición de izquierdas con el SPD y La Izquierda, si no fuera por la tirria que les tiene Schroeder a Lafontaine y Gysi.

La opción real

En general, se cumplieron los pronósticos de las encuestas y la única opción real sobre el tapete es la gran coalición. Lo ideal para el futuro socioeconómico del país —y lo que a todas luces acaban de pedir sin mucho entusiasmo en las urnas tres de cada cuatro electores partidarios del cambio o rendidos a la evidencia de que los tiempos de jauja del Estado del bienestar han pasado a la historia— sería que Schroeder no sólo diera su brazo a torcer, sino que, con todo el peso de su enorme prestigio y carisma, encabezara en calidad de ministro del Exterior y vicecanciller (canciller en Alemania equivale a primer ministro) un poderoso tándem renovador junto con la Merkel.

Al efecto, ambos partidos podrían llegar a un arreglo honorable sobre la base de una media entre el máximo de reformas deseadas por Schroeder y el mínimo exigido por la Merkel. Así al menos se evitaría el estancamiento. A lo mejor. Por lo pronto, la economía ya se resiente del impasse por donde más duele: el consorcio Siemens acaba de anunciar el desmantelamiento de 2.400 puestos de trabajo. Mala señal de un sector transnacional que apostó al triunfo de la coalición liberal-conservadora y, últimamente, se transaba ya por una gran coalición.