Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Crónicas postcomunistas

¿Dictadura?

Alexandr Solzhenitsyn enseñó al mundo que detrás de las idílicas vitrinas comunistas, sólo había un infierno de dolor y miedo.

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Hace poco el Kremlin otorgó por primera vez el más alto premio del país al escritor Alexandr Solzhenitsyn (1918), quien con libros como El Archipiélago GULAG (GULAG es un acrónimo para denominar la Dirección General de Campos de Trabajo) y otros enseñó al mundo que detrás de las vitrinas comunistas en que se vendía una imagen idílica del socialismo real sólo había un infierno de dolor y miedo.

Su obra, que comenzó a conocerse en el extranjero en los años setenta, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, cambió la vida de muchos comunistas europeos y de otros países del mundo, quienes por entonces adoraban a la URSS por ser el primer Estado obrero del planeta y derrotar a Hitler.

Eran tiempos, por ejemplo, en que los comunistas españoles eran protagonistas de la transición y defendían los derechos humanos, la reconciliación, las elecciones libres y la democracia.

Sin embargo, eran indulgentes con la dictadura del proletariado, como ahora lo siguen siendo muchos europeos y latinoamericanos con Cuba, y achacaban a la propaganda imperialista las purgas, el hambre, la policía política, el aislamiento, el cerco y la represión contra quien se atrevía a opinar contra el régimen.

Pero después que se publicó Un día en la vida de Iván Denisovich, El Primer Círculo y, sobre todo, El Archipiélago GULAG, nadie pudo quedarse indiferente. En las páginas de aquellos libros descubrieron el infierno de la verdad y se identificaron a sí mismos entre los desaparecidos y entre los testigos que Solzhenitsyn cita en su obra.

Pocas veces un libro se leyó con tanto dolor. La izquierda internacional que había gritado viva la URSS sólo poco tiempo atrás adivinó con espanto que una policía sanguinaria había organizado campos de concentración en el paraíso del proletariado. Los analistas estiman que Solzhenitsyn hizo más anticomunistas que toda la CIA.

Sus libros dicen con una claridad irrebatible, apoyada en su propia experiencia y en los cientos de testigos que en ella son mencionados, que el estalinismo era una inmensa máquina que trituró a comunistas creyentes, a héroes antifascistas, a obreros de los koljós, a los intelectuales que pensaban por su cuenta y a todo el que se opuso a los dictados de la dictadura totalitaria.

Una nota del autor en la primera edición decía: "En este libro no hay personajes ni eventos ficticios. La gente y los lugares son llamados con sus propios nombres. Si son identificados por sus iniciales en vez de sus nombres, es por consideraciones personales. Si no son nombrados en absoluto, es sólo porque la memoria humana ha fallado al preservar sus nombres. Pero todo tuvo lugar tal y cómo se describe aquí. Dedico este libro a todos los que no vivieron para contarlo, y que por favor me perdonen por no haberlo visto todo, por no recordar todo, y por no poder decirlo todo".

De parte del infierno

Es cierto que Sartre había avisado que el estalinismo era incompatible con el ejercicio honrado de la literatura y que, sin saberlo, las mejores mentes del mundo habían estado de parte del infierno.

Todos los pánicos que profetizó Kafka se cumplieron en la URSS, donde desfilaron por las páginas de las novelas de Solzhenitsyn caravanas de esclavos, de prisioneros que no eran sólo los troskistas, sino los mejores bolcheviques, escritores, comisarios, maestros, soldados y héroes de la guerra.

"El miedo, el instinto de conservación, instinto animal, compartido por todos los seres humanos, fue utilizado por la policía política comunista para destruir a la gente obligándola a aceptar compromisos morales", explica el ex presidente checo Vaclav Havel sobre el comunismo y sus mecanismos.

Y agrega: "unas veces era colocar un cartel o firmar un informe denunciando a un colega por hacer algo que al Estado no le gustaba, otras permanecer silencioso. El comunismo trató de convertir a todos en cómplices morales". Hubo disidentes, pero el disidente por excelencia es Solzhenitsyn, quien nos explicó cómo el comunismo se corrompió y se manchó las manos de sangre en las estepas rusas.

Solzhenitsyn también ha sido un crítico de Occidente. En un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, después que en 1974 fuera expulsado de la URSS y despojado de la ciudadanía rusa, aclaró: "muchos en Occidente están insatisfechos con su propia sociedad, la desprecian o la acusan de no estar al nivel de lo que requiere la humanidad. Y esto los empuja a inclinarse por el socialismo, lo cual es una falsa y peligrosa tendencia… Con la experiencia que tengo no hablaré de una alternativa así… el Socialismo de cualquier tipo o matiz conduce a la destrucción total del espíritu humano y a la nivelación de la humanidad en la muerte".


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