Actualizado: 29/04/2024 2:09
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Estados Unidos

La frontera sur

Once millones de indocumentados exigen una amnistía en EE UU. ¿Sería igual una ciudad como Nueva York sin esta fuerza laboral?

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EE UU y México comparten una frontera de 2.000 millas. Cada año, un millón y medio intenta cruzarla, cientos mueren de sed, miles son estafados por los coyotes, asaltados por las pandillas, utilizados por los narcotraficantes; pero un millón lo logra, y la cifra de indocumentados crece.

Entre el año 2000 y marzo de 2005 la cifra pasó de 8,4 millones a 11,1 millones. Las capturas han aumentado de 200 mil en 1970 a más de un millón en 2000. Pero los deportan y vuelven. Un 60 por ciento de los que cruzan ilegalmente la frontera son mexicanos, el 22 por ciento del resto de América Latina, principalmente de Centroamérica. El 78 por ciento de los indocumentados en Estados Unidos son de origen hispano. Se instalan en los guetos, se hacinan en un apartamento, y viven con la angustia de ser deportados.

La avalancha migratoria

Muros, helicópteros, radares, equipos infrarrojos y hasta los minuteman, han fracasado en detener la avalancha que viola la frontera sur. Los pobres de Latinoamérica son cada vez más pobres, mientras la demanda de mano de obra crece al norte del río Bravo. En 1994, el Tratado de Libre Comercio convirtió a México en el segundo socio comercial de EE UU (después de Canadá). Pero en México la riqueza es humillante. El mayor fabricante de telenovelas cuenta con diez de los hombres más ricos del planeta y 40 millones de miserables.

El séptimo productor de petróleo exporta hacia EE UU su desempleo y subempleo. La masiva inmigración de mexicanos no va a ser frenada por murallas, mientras en México no haya trabajo para el millón de jóvenes que se suman cada año al mercado laboral. Y Centroamérica es aún más pobre. Para crear nuevos empleos harían falta inversiones. Las políticas populistas, el centralismo y la corrupción alejan a los inversionistas.

Una amnistía general vendría a humanizar el inframundo en que viven los once millones de indocumentados en EE UU, pero "premiaría la violación de las leyes estadounidenses, y en vez de detener la inmigración ilegal la exacerbaría", asegura el senador Bill Frist. Hay antecedentes: la amnistía firmada por Ronald Reagan en 1986 en pocos años disparó la inmigración ilegal a niveles incontrolables.

La inmigración mexicana

La Primera Guerra Mundial y el boom económico de los veinte, trajeron la primera gran migración. La Gran Depresión la paró. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo tanta necesidad de trabajadores, que el Congreso autorizó el programa de Braceros (1942 a 1964). Entraron legalmente 4,6 millones de mexicanos. El programa se cerró porque sindicatos y grupos religiosos protestaron por las malas condiciones laborales.

Desde 1952, la llamada Cláusula de Texas prohibía a las autoridades que persiguieran a los empleadores por contratar indocumentados, y millones de mexicanos aprovecharon para entrar ilegalmente. En 1986, el Congreso concedió una amnistía a 2,8 millones de indocumentados que habían permanecido en el país desde 1982, y a su vez pasó la Ley de Control de la Inmigración (IRCA), que autorizaba multas contra compañías que contrataran a "ilegales". Por un tiempo, la oleada en la frontera sur decayó. Pero de nuevo comenzó a crecer en los noventa, hasta convertirse en una avalancha incontenible.

Algunos estados, como Arizona, han aprobado leyes que criminalizan a los "ilegales", y han situado tropas en la frontera. Sólo interpretan la opinión de sus naturales: "El gobierno ha perdido el control, la frontera sur es un agujero negro por donde campean coyotes, pandillas y carteles de la droga".

Tom Tancredo, presidente del Grupo Parlamentario para la Reforma Migratoria, afirma que los europeos que emigraron a EE UU, a principios del siglo XX, quemaron sus naves y se adaptaron al país adoptivo, pero los mexicanos rechazan la cultura estadounidense y sólo trabajan para enviar dólares a su país.