Represión + represión
Dicha fórmula ha sido la elegida por el ayatolá Jamenei para controlar las protestas populares.
El régimen iraní ha optado por el camino de la represión a los opositores en las calles de Teherán, convertidas en verdaderos campos de una batalla desigual entre los manifestantes y las fuerzas de la policía. Éstas van armadas con cañones de agua, gases lacrimógenos y bastones que usan a un ritmo de tres pasos: primero un golpe en la cabeza, después el rodillazo en los testículos y, posteriormente, muelen a palos en el suelo a quienes han osado seguir con las protestas y no han obedecido las palabras del líder supremo de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei, quien ya respaldó la polémica reelección de Mahmud Ahmadineyad.
En un discurso, el pasado viernes, coreado por los dos pilares principales de la política exterior de Irán —"Muerte a Estados Unidos, Muerte a Israel"—, la máxima autoridad iraní alertó a la oposición acerca de que debe poner fin de manera inmediata a sus movilizaciones.
"El desafío en las calles no es aceptable. Es una desafío a la democracia una vez concluidas las elecciones", subrayó Jamenei.
Uno de sus argumentos puede parecer demasiado ingenuo para una personalidad de su estatura política. Dijo que no podía ser posible "un fraude" de más de once millones de votos y que si la diferencia hubiese sido de medio o de un millón, entonces podría tomarse en cuenta.
Las demostraciones continuaron el sábado, al día siguiente del mensaje de Jamenei, y medios oficiales de comunicación iraníes informaron de que hubo 10 muertos y más de un centenar de detenidos. La emisora de televisión británica Sky News mostró, el domingo, una dramática escena de una joven de 16 años que murió en la calle, en un charco de sangre, sin que los que trataban de ayudarle pudieran hacer algo para salvarle la vida.
CUBAENCUENTRO.com participó en un chat con Bernard Hourcade, especialista del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés).
Diversas fuentes aseguraron a Hourcade que, desde la noche del conteo de votos, el Ministerio del Interior "fue controlado" por seguidores de la candidatura de Ahmadineyad y rodeado por las fuerzas de seguridad.
Agregó que "todos los sondeos realizados junto a las urnas" arrojaron que los candidatos de la oposición tenían más votos que el actual presidente y concluyó que "la hipótesis de fraude es demasiado fuerte".
Claves del conflicto
El director del Centro de Estudios Políticos y Económicos sobre Oriente Próximo, Meir Javedanfar, ofreció en una entrevista con El Periódico, de Cataluña, algunas claves para interpretar los entresijos del conflicto.
Según Javedanfar, "los reformistas quieren tener influencia sobre las políticas económicas del país y cambiar la imagen de Irán en el exterior. Los conservadores quieren seguir con el programa nuclear a cualquier precio y privatizar el sector público para dejarlo en manos de las empresas en poder de los Guardianes de la Revolución, leales a sus intereses. El líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, teme que los reformistas triunfen, porque Mir Husein Musaví desafía sus puntos de vista y ahora, que se han abierto las puertas para negociar con Estados Unidos, desea mantener a su lado a un soldado fiel como Ahmadineyad".
El especialista agrega otro elemento, vital para analizar la crisis y la posición del líder supremo: "Jamenei piensa que si los reformistas ganaran, el pueblo iraní podría impulsar una revolución de terciopelo. También está en juego su sucesión. Jamenei quiere que su hijo le reemplace como líder supremo, e intenta allanar esa transición con el apoyo a Ahmadineyad".
Como era de esperar, Jamenei acusó a potencias extranjeras, Reino Unido y Estados Unidos, de instigar a los opositores. El pasado domingo, Ahmadineyad se unió en el mismo coro.
El periodista británico Robert Fisk comentó en el diario The Independent que esta es la política que "siguen desde hace décadas los líderes revolucionarios que llegan al poder", y recordó que, en el caso de Irán, los que son detenidos podrían ser acusados de "agentes de una potencia extranjera, lo que significa la pena de muerte".
Hasta ahora, ninguno de los jefes de los grupos de oposición ha declarado que pretenda cambiar el régimen, como tampoco lo hizo el presidente Mohamed Jatami, durante sus dos mandatos reformistas.
Pero este prolongado desafío de la calle puede provocar un engranaje de violencia. El divorcio de la sociedad iraní es nítido. Hay una sociedad juvenil —dos tercios de los 72,2 millones de habitantes— frustrada, que aspira a una vida más libre y relajada, y un Estado anquilosado y esquizofrénico en el que el poder, en última instancia, está en manos del guía Ali Jamenei y no del presidente.
Sin duda alguna, Musaví ha decidido intensificar la presión sobre el régimen y, en las últimas manifestaciones del pasado sábado, según corresponsales extranjeros, ya surgieron algunas consignas que hasta podrían abarcar al propio Jamenei, gritadas principalmente desde las azoteas, rememorando la revolución islámica de hace 30 años, que derrocó al entonces todopoderoso sha Reza Pahlevi.
Aunque no participó en la manifestación del pasado sábado, según testigos citados por las agencias France Presse y Reuters, Musaví apareció en un barrio de las afueras de Teherán, acusó al líder supremo de querer imponer un nuevo sistema político y pidió a sus seguidores que, si le detienen, hagan una huelga general.
Es bueno aclarar que a los periodistas extranjeros les han prohibido, expresamente, presenciar las manifestaciones. Ahora cubren la realidad iraní, o bien a través de las noticias de la televisión oficial, o por vídeos que reciben por internet, grabados por los opositores, la mayoría de las veces con teléfonos móviles. El corresponsal de la BBC ya fue expulsado el pasado domingo. Por otra parte, la red social Twitter ha sido clave en la difusión de las convocatorias, y como fuente para la prensa.
Ahora en la disputa pública entró el presidente del Parlamento iraní, Ali Lariyani, quien ha denunciado que el Consejo de Guardianes no es neutral y que se debe respetar la opinión de aquellos que creen que las elecciones no han sido limpias.
"La mayoría de la gente cree que los resultados electorales son diferentes a los que se han anunciado. La opinión de esta mayoría debe ser respetada y debe ser diferenciada de los saboteadores y de los infieles", ha dicho Lariyani en la televisión estatal.
Con esta posición, Lariyani no sólo se distancia del presidente Ahmadineyad, sino también del líder supremo.
Algunas reacciones
La canciller de Alemania, Angela Merkel, ha dicho que está "decepcionada" por el discurso pronunciado por el líder supremo iraní, mientras que su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, ha recomendado a las autoridades de Teherán que no cometan "lo irreparable".
El líder británico, Gordon Brown, afirmó: "siempre hemos alzado la voz en favor de los derechos humanos y en contra de la represión (…) Corresponde a Irán demostrar la limpieza de las elecciones, y también convencer al mundo de que no se van a repetir los actos de represión".
Por su parte, Amnistía Internacional (AI) acusó al líder supremo de "legitimar la brutalidad de la policía contra los manifestantes" en las calles de Teherán: "Que un jefe de Estado responsabilice de las posibles consecuencias en materia de seguridad a manifestantes pacíficos y no a las propias fuerzas de seguridad, constituye una prevaricación y una licencia para eventuales abusos", según un comunicado de AI.
Desde Ginebra, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, hizo pública su preocupación por el posible uso excesivo de la fuerza y el aumento de arrestos ilegales en Irán. En una declaración, Pillay alertó también sobre "actos de violencia" atribuidos a miembros de la milicia islámica "Basij" (milicias fundamentalistas que representan una fuerza paramilitar, integradas por cerca de un millón de voluntarios fuertemente armados y que tienen su sede casi siempre en las mezquitas).
Desde Washington, el presidente estadounidense, Barack Obama, advirtió a Irán acerca de que "el mundo observa" su comportamiento ante la crisis postelectoral en ese país, unas horas después de que el guía supremo exigiera el fin de las manifestaciones.
"En vista del tenor y del tono de ciertas declaraciones que han sido hechas, me parece muy importante que el gobierno iraní se dé cuenta de que el mundo observa" su accionar, dijo Obama en una entrevista que concedió a CBS News.
Es cierto, el mundo observa, pero eso no quiere decir que los dirigentes fundamentalistas iraníes presten mucha atención a estas reacciones. Irán es una sociedad teocrática y el poder supremo de Jamenei se supone que sea absoluto. El líder ha optado por dar rienda suelta a la represión, aunque todavía no ha sacado a todos los perros a las calles. Tiene de reserva al cuerpo de élite de los Pasdarán (guardianes, en farsi). Su comandante, Mohamed Alí Yafari, informa directamente a Jamenei.
Ha comenzado la fase de la represión + represión. En ese sentido, fue significativa la reciente declaración de un importante militar iraní.
"Hemos actuado con poca severidad, pero creo que a partir de ahora, debemos aplicar la ley y actuar con mayor firmeza", declaró el general Esmail Ahmadi Moghadam a la televisión estatal.
"Los sucesos se han hecho agotadores, molestos e intolerables. Quiero que se tomen las advertencias de la policía en serio, porque definitivamente vamos a enfrentarnos con firmeza a quienes violen las leyes", advirtió.
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