Actualizado: 29/04/2024 2:09
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China

Tigre despierto, zarpazo seguro

Un recorrido por el gigante asiático, su historia reciente y el papel hegemónico del partido comunista chino.

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La política durante los primeros años de afianzamiento en el poder del PCCh no dista mucho —salvando las especificidades chinas— que la que otros partidos de similar naturaleza han aplicado en diferentes países: Reforma Agraria con vistas a erradicar la clase de terratenientes, distribución de tierras al campesinado y cooperativización de esas mismas tierras apenas dos años después; nacionalización de la industria y el comercio, prohibición de las prácticas religiosas, parametrización de la enseñanza, etc.

La política de sobrevivencia del PCCh —de una perversidad sin referente histórico— quedó de manifiesto durante el célebre "Movimiento de las Cien Flores". En ese momento, la rebelión de 1956 en Hungría había sido una señal de alarma para Mao, quien entendió que debía evitar que algo similar ocurriese en China. Adelantándose a hipotéticos acontecimientos (que nunca se hubieran producido en China), lanzó una campaña entre todos los miembros del PCCh para ayudarlos a rectificarse a sí mismos, permitiéndoles que expresaran por escrito sus pensamientos políticos más sinceros, bajo promesa jurada de que no se tomarían represalias contra nadie por las opiniones contrarias al PCCh.

El ardid permitió así la depuración de 540.000 elementos considerados "derechistas", simplemente por haberse atrevido a opinar libremente sobre aspectos que, a la larga, sólo daban fe de la fidelidad y del espíritu constructivo que hacia el Partido manifestaban los condenados.

Después de esta campaña, el PCCh lanzó el llamado "Gran Salto Adelante", una política esquizofrénica que aseguraba que el país alcanzaría los 7,5 millones de toneladas de cereales por hectárea, que podía obtenerse el doble de la producción de acero y que en diez años China alcanzaría el nivel de Gran Bretaña y en quince el de Estados Unidos. El resultado del Gran Salto Adelante todo el mundo lo conoce: la gran hambruna nacional que costó millones de vidas humanas.

EL PCCh durante la Revolución Cultural

En 1966, a pesar de que el PCCh poseía el control absoluto de toda China, Mao decide lanzar la Revolución Cultural durante la cual miles de familias fueron desplazadas de la ciudad al campo, se demolieron edificios históricos (la ciudad natal de Confucio fue saqueada y sus monumentos destruidos), se procedió a la quema de libros, se destruyeron las tumbas de intelectuales, se modificó el sistema de escritura y se cometió todo tipo de crímenes en nombre de la Revolución.

Durante los años de radicalización extrema de la Revolución, el culto a la personalidad de Mao Zedong llegó al paroxismo: la gente debía saludar su retrato varias veces al día para desearle una longevidad sin fin, se escribían autocríticas y había que intercalar en las frases cotidianas "pensamientos" del Gran Padre Espiritual.

Para poder comprar comida en tiendas o cafeterías se exigía, casi como si se tratara de una clave secreta, que se recitase una cita de Mao. Luo Bonjun, un exilado chino en París, cuenta que cuando hablaba por teléfono con su madre debía intercalar, entre las frases de cariño, alguna consigna o lema de Mao, aunque ésta no tuviese ninguna relación con el contenido de la conversación.

La Revolución cultural, aunque fue perdiendo consistencia desde principios de los setenta, se extendió hasta la muerte de Mao en 1976. Amparadas y envalentonadas por las consignas sanguinarias del PCCh, las bandas de Guardias Rojos, adolescentes en su mayoría organizados "espontáneamente" para intervenir sin consideraciones contra cualquier elemento considerado desviacionista, golpearon y mataron sin escrúpulos a miles de ciudadanos en los poblados más recónditos de China.

Curiosamente, las diferencias culturales más notables entre la República Popular China y las comunidades chinas de Hong Kong y Macao, amén de la República China en el exilio de Taiwán, son una consecuencia de los cambios impuestos por esta revolución.

EL PCCh reformista

La muerte de Mao y la decapitación del Clan de los Cuatro: Jiang Quing (viuda de Mao), Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, puso fin a las pretensiones de esta guardia ideológica de extender el maoísmo más allá de la muerte del líder.

Haciendo gala de una gran habilidad, Hua Guofeng, designado para ocupar la dirección del PCCh, culpó a los cuatro cabecillas del Clan de los Cuatro de todos los excesos cometidos durante la Revolución Cultural, limpiando el camino para que su sucesor, Den Xiaoping, pudiese comenzar a introducir las esperadas reformas económicas que no sólo asentarían con solidez las bases económicas del PCCh, sino que permitirían construir una imagen internacional que asegurara la confianza de los inversores extranjeros en la arruinada China.

Como si presintieran el derrumbe de la Unión Soviética y del campo socialista, la política del PCCh a partir de 1980 se centró en fortalecer las relaciones económicas con las potencias occidentales, a la vez que en apoyar, cínicamente, a los Partidos Comunistas de Indonesia, Malasia, Vietnam, Birmania, Laos, Nepal y ofrecer ayuda incondicional al régimen sanguinario de los Jemeres Rojos en Cambodia.

En 1989, la masacre de la revuelta de los estudiantes de la Plaza de Tiananmen, ensombreció las perspectivas occidentales de una apertura china hacia la libertad de expresión. La represión salvaje y los centenares de víctimas y miles de heridos en este episodio sirvió a los gobiernos de las potencias occidentales para desmarcar completamente sus políticas comerciales con China de cualquier pretensión de exigencia en materia de Derechos Humanos.