Actualizado: 29/04/2024 2:09
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China

Tigre despierto, zarpazo seguro

Un recorrido por el gigante asiático, su historia reciente y el papel hegemónico del partido comunista chino.

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Para acelerar el proceso de "capitalización", el nuevo secretario general del PCCh, Jiang Zemin lanzó, a partir de 1991, la política de la Triple Representatividad, cuyas bases difusas no rompen teóricamente con la ideología de Mao ni con la política de Deng Xiaoping e incluyen al mismo tiempo, como en un cajón de sastre, nuevas libertades con respecto a la impulsión de una infraestructura nacional de superpotencia que alienta la formación de una clase empresarial bajo principios que llaman de "democracia".

Por supuesto, esta Teoría de la Representatividad no acepta críticas ni dentro ni fuera de los marcos del PCCh.

Mercantilismo y represión

En perfecta adecuación con la prioridad de garantizar su sobrevivencia y poder hegemónico hemos asistido, durante la última década, a la carrera desenfrenada del gobierno chino hacia un ascenso económico que sitúe, por la primera vez de su historia, al país entre las superpotencias del orbe.

Sin embargo, los dirigentes del PCCh persisten en censurar lo que la prensa internacional ha llamado los grandes temas tabúes: la anexión del Tíbet, la masacre de la Plaza de Tiananmen, el no reconocimiento (y la política de chantaje internacional para que tampoco se reconozca por otros países) de la República China de Taiwán y la descentralización del PCCh.

Sin que quede resuelta esta contradicción ni se ofrezcan soluciones, el PCCh se siente económicamente fortalecido y busca desde hace varios años la suspensión del embargo estadounidense y europeo que veta la venta de armas a China. No han faltado incluso amenazas de perjudicar las relaciones económicas si no obtienen de Europa y EE UU lo que con tanto afán buscan.

Como si los europeos se hubieran puesto de acuerdo para mantener el tema en suspenso bajo falsas promesas, China ha obtenido, indistintamente y según las circunstancias, el apoyo de una u otra nación europea, pero la aprobación del fin de las sanciones nunca ha sido unánime en el seno del Consejo. Europa ha hecho saber que existen grandes dudas en materia de Derechos Humanos con respecto a China, a la vez que las representaciones de este país han intentado hacer recaer el motivo de dicho embargo en los sucesos de Tiananmen para restarle actualidad y poder tildar de "obsoleta" la política europea, dadas las dos décadas transcurridas.

Por otra parte, los arrestos de periodistas chinos (36 en 2006) que colaboran con medios de prensa extranjeros no han cesado durante los años de bonanza económica. El Departamento de "Publicidad" del PCCh (antiguo Departamento de Propaganda), censura sistemáticamente los temas que no deben salir a la luz pública: revueltas campesinas, manifestaciones de desempleados, la situación en el Tíbet, el tema taiwanés y el movimiento religioso-espiritual Falun Gong (tema este último que, por el combate encarnizado que libra el PCCh contra este movimiento, requeriría particular atención).

Recientemente, Reporteros Sin Fronteras (RSF) denunció la autocensura de la versión blog en chino del gigante norteamericano Microsoft. En efecto, el sistema creado por el consorcio de la informática para China ha aceptado que palabras como "Dalai Lama", "democracia" y "4 de junio" (fecha de la masacre de Tiananmen) sean rechazadas por el sistema.

Con anterioridad, el buscador de noticias Yahoo se había plegado ya a las exigencias del gobierno chino: logró implantarse en este país a condición de eliminar todas las entradas "subversivas" que atacaran al gobierno. El gigante de la búsqueda de información Google también se ha plegado a las exigencias de la muralla digital china y ha terminado, como los anteriores, autocensurándose.

China es —y por ello estos monopolios de la informática están dispuestos a sacrificar principios elementales de la libertad de expresión que les permite existir— el segundo país del mundo en usuarios de internet. Con 132 millones de internautas sólo es superado por Estados Unidos. El país cuenta además con el mayor número de internautas encarcelados del mundo. La cifra, según un informe de RSF de febrero de 2007, se elevaba a 63. En enero pasado, el presidente del PCCh, Hu Jintao, expresó su deseo de que los medios de comunicación "promuevan productos culturales sanos" destinados a internet.

El acceso libre a la red no es más que la punta del iceberg del lamentable panorama de los Derechos Humanos en China. La alta cúpula del PCCh sabe que un medio de información, económico, popular y difícilmente controlable como este puede ser el origen de un viraje definitivo en el curso de la gran nación. Pero sabe además que en caso de que este viraje se produjera la arcaica estructura del PCCh no tendría cabida.

Hay un viejo proverbio japonés que dice que "quien monta un tigre corre el riesgo de no poder bajarse nunca de él". Y otro chino que recuerda que "si al tigre no se le molesta, el tigre no ataca". Tal vez entre los dos proverbios puedan encontrar las potencias de Occidente y sus empresarios la sabiduría necesaria que nos evitaría (a todos) dar pasos en falso con un tigre que se ha despertado de su largo letargo.

En todo caso, no he oído nunca hablar de un tigre despierto que no dé zarpazos. Ignoro si los políticos (y empresarios) de esta parte del mundo están conscientes de ello. O si sólo les brillan los ojos ante tanto maná de oro que puede lloverles en los bolsillos.

EL PCCh es una estructura que ha logrado sobrevivir en cada período de la historia contemporánea de este país. Sus bases, en cambio, han continuado siendo las mismas. La razón es simple: sin ellas resultaría imposible ejercer el control absoluto del poder. Por eso China censura y reprime. El crecimiento económico y el potencial de mercado extraordinario que significa es también la razón por la que sabe que puede pagarse el lujo de exigir a las democracias europeas y a EE UU que cierren los ojos mientras juegan con el tigre.

Mientras tanto, en Shanghai, en un cibercafé de la avenida ruidosa de Nanjung, Wu Jing, un estudiante de lengua española de la Universidad de Jiao Tong, vigila a quienes lo vigilan, esperando que se distraigan y le quiten los ojos de encima, para leer tranquilamente lo que de él aprendí y que sólo yo puedo decir.

Nota: He podido acceder a toda esta información referente a la historia del PCCh consultando las publicaciones de la Asociación Falun Gong de Francia y los testimonios de Wu Jing.


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