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Editorial

Fin de un absurdo

La reacción de La Habana a las medidas de Obama debería estar a la altura del nuevo escenario.

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La decisión del presidente Obama de acabar con las restricciones al envío de remesas y a los viajes de cubanoamericanos a la Isla constituye un alivio para cientos de miles de familias, separadas por la política totalitaria de La Habana y por la respuesta aislacionista de distintas administraciones norteamericanas.

Las medidas anunciadas beneficiarán, además, a quienes luchan en Cuba por una transición pacífica hacia la democracia. La oportunidad que se abre podría permitir no sólo un mayor tránsito de información y apoyos, sino una articulación más efectiva de la sociedad civil entre ambos lados del Estrecho de la Florida. En este sentido, es importante la decisión de Washington de autorizar iniciativas que faciliten el desarrollo de las telecomunicaciones en la Isla. El desmontaje de la sociedad civil, así como el control y la manipulación de la información han sido, a fin de cuentas, los pilares sobre los que el castrismo ha establecido su poder.

La iniciativa del presidente Obama rompe todos los esquemas de la confrontación entre Cuba y EE UU. Se produce, además, cuando se avizora un punto de inflexión en la política nacional cubana, debido a la avanzada edad de sus máximos dirigentes.

Si las autoridades de la Isla desean facilitar el final del embargo y si, como se ha publicado, no necesitan la confrontación ni le temen al diálogo, su reacción debería estar a la altura de este nuevo escenario: deberían, por lo pronto, eliminar los permisos de entrada y salida de la Isla, el impuesto que grava las remesas, y aceptar la oferta de colaboración en el área de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Si las autoridades no responden, corren el riesgo de que la sociedad empiece a moverse sin ellas. De hecho, comienza a avizorarse ya una tendencia en ese sentido: que los cubanos depositen tantas esperanzas en Obama es algo sintomático.

En esta dinámica de cambios, las naciones democráticas del mundo deben mantener como objetivo prioritario la defensa de los derechos humanos en la Isla y el tránsito pacífico hacia un Estado de derecho, coordinando sus políticas y estrategias en este sentido. La reinserción paulatina de Cuba en las instituciones de América Latina y la nueva política norteamericana deben proponerse generar avances en esta dirección.


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