Actualizado: 25/04/2024 19:17
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No es el momento de presionar a la administración Biden

Levantar medidas restrictivas no tendría ahora ningún efecto en las familias cubanas, ya que son otras limitaciones en Cuba, causadas por la pandemia de covid-19, las que entorpecen y encarecen los viajes

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Mantengo mi creencia de que el embargo y la política de presiones más que afectar al régimen cubano, lo ayudan a perdurar. Si se quiere impulsar cambios en la isla, tarde o temprano la administración Biden, o quienes lo continúen, deberán volver al camino iniciado por Obama.

Sin embargo, no apoyo una vuelta incondicional a los tiempos del “Acercamiento”.

La primera razón es que ya que no tenemos tanta capacidad de presionar al régimen para que dé pasos hacia un real Estado de Derecho, y una sociedad democrática, tampoco debemos poner zancadillas a aquellos con una mayor capacidad, y cuyo propósitos vayan más o menos en la misma dirección que la nuestra. En esto debemos aprender del Lenin que no desaprovechó las facilidades que ante él puso el imperio alemán para llegar a Rusia, a pesar de estar ambos países en guerra, o del Fidel Castro que no rechazó el dinero de Carlos Prío para comprarse el Granma.

No olvidar que el acceso a internet fue una de las condiciones puestas sobre la mesa por Obama, para iniciar su Acercamiento, y que no es tan distópico imaginar que sin ese condicionamiento en Cuba todavía viviríamos tan desconectados como en Corea del Norte, al presente.

La segunda es que comenzar por eliminar incondicionalmente las doscientas y pico de medidas tomadas por Trump, sin obtener del régimen nada a cambio en la dirección de su liberalización, es cerrar toda posibilidad de que lo que se avance esta vez se mantenga si la oposición republicana a la actual administración consigue ganar las elecciones de 2024. Si incluso con algunas concesiones de La Habana habría que hilar muy fino para lograrlo, sin ellas cualquier avance sería efímero, y quedaría a merced de la política electoral democrática de Estados Unidos.

Comenzar a levantar las sanciones sin que en La Habana reciproquen con una gradual relajación del ordenamiento de “ciudad sitiada”, es en esencia la receta ideal para inclinar la balanza del lado de quienes están en contra de políticas de acercamiento.

Al régimen, que vive el día a día, porque en esencia solo aspira a ir tirando, mientras el mundo vuelve a ser el del 24 de diciembre de 1972 (espera él), semejante alivio circunstancial le puede ser aceptable. A los quienes amamos al pueblo cubano no desde el paternalismo, no como receptor pasivo de remesas, si no como actor libre, NO.

Por eso me parece erróneo el enfoque asumido por algunos muy valiosos cubanoamericanos demócratas, de presionar a la administración Biden para que cumpla de inmediato con sus promesas electorales de levantarle sanciones al régimen cubano.

Justificarlo, por demás, en la desesperación de los demandantes por ayudar a sus familias acá en Cuba, tiene poco sentido en la actual circunstancia pandémica. Levantar medidas restrictivas no tendría ahora ningún efecto en las familias cubanas, ya que son otras limitaciones en Cuba, causadas por la pandemia de covid-19, las que entorpecen y encarecen los viajes, y las posibilidades de envío mediante mulas. De poco servirá para aliviar a las familias cubanas, por ejemplo, eliminar la restricción de vuelos a los aeropuertos del interior del país, cuando casi nadie viaja ante la necesidad de pasar cuarentena, y pagársela.

En cuanto a la posibilidad de que Western Union vuelva a funcionar en la isla, solo ayudará a que los emigrados con suficiente dinero para derrochar puedan hacerles giros a sus familiares en Cuba, dada la diferencia de más de un 100 % entre el cambio real y el impuesto por el Estado. Con el dólar a 55 pesos en la calle, y a 24 en el cambio oficial, es casi una vez y media mas barato hacer transferencias con esas redes alternativas creadas por ciudadanos particulares, que con Western.

Hablemos claro: tomar esa posición ahora es hacerle el juego a La Habana, y también a Mar-a-Lago. Es apoyar la intención del régimen castrista de que se le levanten las medidas dictadas por la anterior administración, sin tener que conceder en la relajación de su control sobre la sociedad cubana, y a la vez abandonar el apoyo al programa progresista del presidente Biden, en un momento en que su índice de apoyo solo está ligeramente por encima del 50 %. Y lo peor, para no lograr ningún alivio a sus familiares, dada la actual situación de restricciones debidas al coronavirus en Cuba.


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