Actualizado: 22/04/2024 20:20
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CON OJOS DE LECTOR

El mamut que se negó a extinguirse

Un documental reconstruye la historia de aquel extraño accidente de la historia del séptimo arte que fue la coproducción cubano-soviética 'Soy Cuba'.

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Ya lo dijo en una de sus canciones mi amigo Rubén Blades: La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y una verdadera sorpresa ha significado el tardío descubrimiento y la revalorización de Soy Cuba, aquella coproducción cubano-soviética que en su momento unos y otros convirtieron en una obra maldita. Archivada y olvidada tras su estreno en los dos países, conoció una segunda oportunidad en los años noventa. De ella resurgió, de acuerdo a los comentarios de la crítica internacional, como una película mayor, como una revelación, como un tesoro oculto. Tan insólito hecho ha sido resumido muy bien por el norteamericano J. Hoberman, al escribir: "Hay fósiles cinematográficos que son buscados por los paleontólogos de este arte y fósiles cinematográficos que sencillamente aparecen de manera milagrosa. Soy Cuba se cuenta entre estos últimos, ya que significó un hallazgo tan inesperado como hallar un mamut siberiano preservado bajo las arenas de una isla tropical".

Vicente Ferraz (Río de Janeiro, 1965), un cineasta brasileño formado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, se propuso investigar y reconstruir la historia de aquel extraño accidente de la historia del séptimo arte. Tras conseguir apoyo financiero de Petrobras, entre otras empresas, y recibir el visto bueno del ICAIC, inició en el año 2001 la realización de un documental sobre el tema. Lo primero que hizo fue viajar a La Habana, para entrevistar a los sobrevivientes de aquella experiencia. Consiguió filmar además al camarógrafo ruso Alexander Calzatti, quien desde hace varios años reside en Estados Unidos. Incorporó asimismo numerosas fotos y materiales de archivo, así como fragmentos de la película objeto de la pesquisa.

El resultado de esa acuciosa y paciente labor cristalizó en Soy Cuba: O mamute siberiano (Brasil, Três Mundos Produções, 2005, 90 minutos), que Ferraz dedicó a los cineastas Fernando Birri, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea y al compositor cubano Carlos Fariñas. El documental ha hallado una magnífica recepción y se ha visto en numerosos festivales internacionales, entre los cuales figuran los de Locarno, Sundance, Biarritz, Guadalajara, Río de Janeiro, La Habana y Gramado. En este último certamen el filme de Ferraz obtuvo el premio Kikito al mejor documental de largometraje, así como el galardón otorgado por la crítica.

O mamute siberiano se abre con una vista de La Habana en el año 2001, así como de imágenes de la gente en su vida cotidiana. Viene después el primero de los testimonios, que corresponde al ayudante de cámara Raúl Rodríguez, quien trata de ubicar el lugar exacto donde se rodó la escena del entierro, que Ferraz, también narrador del documental, califica de verdadera obra de ingeniería cinematográfica. Su opinión es ilustrada con ese fragmento de Soy Cuba, que Sergio Corrieri, uno de los integrantes del elenco, comenta dejó a todos con la boca abierta. Cuento a propósito una anécdota que no se menciona en el filme aquí reseñado. Martin Scorsese, quien con Francis Ford Coppola contribuyó de manera decisiva al rescate de Soy Cuba, quedó tan impresionado con esa secuencia, que telefoneó a Alexander Calzatti para expresarle que no quería morirse sin saber cómo fue realizada. El secreto de la que hoy sigue resultando una toma prodigiosa consiste en que la cámara fue acoplada a un teleférico o funicular que se instaló sobre la calle. A resultas de ello, al ver la película se tiene la impresión de que la cámara va "volando" sobre el cortejo fúnebre.

Enrique Pineda Barnet, quien de asesor pasó a ser coautor del guión de Soy Cuba junto con el poeta Evgueni Evtushenko, cuenta que inicialmente le entusiasmó el proyecto. A su frente además estaban el realizador Mijaíl Kalatozov (1903-1973) y el director de fotografía Serguéi Urusevsky (1908-1974), quienes llegaban con el aval de haber obtenido en 1958 la Palma de Oro en el Festival de Cannes con Cuando vuelan las cigüeñas. Para el joven cine cubano significaba, por tanto, como expresa Alfredo Guevara, una oportunidad excepcional. Kalatozov y Urusevsky, señala Pineda Barnet, venían con tanta ingenuidad como romanticismo a rodar un gran poema épico sobre la revolución cubana, a la que quizás medían con sus patrones. Se refiere luego a que tan pronto se inició la escritura del guión, esa labor se convirtió en un laberinto para todos, pues no sabían por dónde empezar. Pronto se impusieron, agrega, dos concepciones: una más subjetiva y orientada a la atmósfera y la imagen, la de Urusevsky, y otra más literal, la de Kalatozov. Respecto a este último, Pineda Barnet apunta que le llamaba la atención el hecho de que durante esa primera etapa de preparación y acopio de materiales prefería quedarse en el Cadillac y mirarlo todo desde la ventanilla. Lo cual lo llevó a preguntarse: "¿Verá siempre la vida desde una posición tan cómoda?".

Raúl García, quien interpretó el papel del estudiante, alude a la enorme duración que tuvo el rodaje, en el que además trabajaron 200 personas. En total, llevó dos años, de los cuales 14 meses correspondieron al rodaje. En un breve comentario, Alfredo Guevara evidencia que desaprobó los privilegios concedidos a la película: "14 semanas de rodaje es un lujo, 14 meses es un disparate". Los rusos dieron gran importancia al proyecto y llevaron a la Isla la tecnología más avanzada, como el empleo de película infrarroja, que entonces sólo poesía el Ejército Rojo. Asimismo en la escena de la piscina se utilizó el periscopio de un submarino, para poder filmar las tomas bajo el agua. Entre las dificultades que implicó su realización, Juan Varona, ayudante de grúa, recuerda que para una de las escenas Kalatozov pidió nada menos que 5 mil soldados. Hubo que ir a hablar con Raúl Castro, quien autorizó traerlos de la provincia de Oriente. Cuando los trasladaron a La Habana, fue necesario anunciarlo antes por la radio, para que la población no se inquietase al ver pasar los camiones.


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