Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Con ojos de lector

Las memorias del subdesarrollo son inconsolables

Se puede ver en Nueva York la instalación que el canadiense Stan Douglas creó a partir de elementos que proceden del famoso largometraje de Tomás Gutiérrez Alea.

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El artista canadiense Stan Douglas (Vancouver, 1960) se ha ganado una sólida reputación internacional con sus trabajos fotográficos y sus vídeo instalaciones. Desde finales de la década de los ochenta, su actividad se viene orientando además a la transformación del espacio de los museos y galerías, mediante la incorporación en los mismos de imágenes en movimiento. Con ello busca borrar las fronteras existentes entre las artes visuales, el cine y la televisión.

En varias de sus instalaciones más recientes, Douglas parte de la reelaboración de materiales cinematográficos y literarios ya existentes, para someterlos a lo que, a falta de mejor nombre, puede calificarse de un remake (el término, como se verá más adelante, no resulta aquí muy apropiado). Por ejemplo, en Overture (1986) combina fotogramas de un documental hecho por la Compañía Edison entre 1899 y 1901, con una banda sonora en la cual se escuchan fragmentos de A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, en los que se evoca el estado de semiinconsciencia de las personas cuando se despiertan. En Journey into Fear (2002), hace comparecer a Orson Welles y Herman Melville, en un vídeo cuyos diálogos son programados y mezclados por un programa de computadora. El resultado era un filme con tantas variaciones, que un espectador necesita casi una semana para poder verlas todas. Y en Suspiria (2003) empleó escenas de la película de terror de igual nombre del italiano Dario Argento, así como textos de Carlos Marx y los hermanos Grimm.

En el marco de la 51 Bienal de Venecia del 2005, Stan Douglas dio a conocer la instalación Inconsolable Memories, coproducida por la Morris and Helen Art Gallery (University of British Columbia) y el Joselyn Art Museum, de Omaha, con el apoyo del Consejo Canadiense para las Artes. Tras su presentación en Venecia, se exhibió en las salas de esas dos instituciones y, entre abril y junio del 2006, en la Art Gallery de York University. Desde el mes de noviembre es acogida por el Studio Museum de Harlem (144 W. 125th Street, Nueva York), donde estará hasta el 18 de marzo.

El vídeo que forma parte de Inconsolable Memories es una suerte de remake muy libre de la cinta cubana Memorias del subdesarrollo. O digámoslo con las palabras de su creador: aspectos de este proyecto se derivan del famoso largometraje de Tomás Gutiérrez Alea. Su protagonista también se llama Sergio, tiene treinta y ocho años, es arquitecto, pero a diferencia del otro Sergio, es negro. La acción ocurre en 1980, durante el éxodo masivo del Mariel. El protagonista de Inconsolable Memories se hallaba entonces en la cárcel, a causa de haber recibido un paquete que le envió desde Estados Unidos su amigo Pablo, y cuyo contenido nunca se especifica. Al igual que otros presos, Sergio es obligado a marcharse del país como parte de aquella oleada de inmigrantes, mas durante el trayecto hacia el Mariel logró escaparse del camión. La decisión de quedarse en la Isla la tomó en ese momento, sin detenerse a reflexionar sobre sus implicaciones. El filme fue rodado en blanco y negro, en un set construido en Vancouver. A esas imágenes, Douglas adicionó otras reales filmadas en La Habana.

Apunté antes lo inapropiado que es aquí emplear el término remake. Por lo general, éste consiste en reciclar una película que en su momento gozó de éxito, y cuya versión implica por eso pocos riesgos. En Inconsolable Memories, por el contrario, aunque se conservan elementos de Memorias del subdesarrollo, se ha especulado con la historia y se reprocesó su contenido. Lo que de ello resultó es un nuevo filme, que no reproduce el modelo original. En ese aspecto, es acertado lo que comentó el crítico Philip Monk: en lugar de una productiva alianza, el vídeo de Stan Douglas mantiene con el largometraje de Gutiérrez Alea una filiación derivativa.

Al igual que el cineasta cubano, Douglas busca complicar e implicar al espectador, y le propone un reto mucho más difícil. En Inconsolable Memories, dos filmes de 16 milímetros son proyectados simultáneamente sobre la misma pantalla. Cuando un proyector emite imágenes, las del otro son oscuras, o viceversa. Pero como las películas no tienen la misma duración, se van produciendo combinaciones y permutaciones. Las máquinas reconstruyen la trama y reconfiguran la narrativa, al mezclar arbitrariamente imágenes y sonidos. Eso hace que una misma escena cuando se repite cuenta con otra banda sonora. De igual modo, una banda sonora aparece acompañada por nuevas imágenes.


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