Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Lo que no se perdona

Parasite se queda con uno por largo rato. Es un filme de muchas aristas, con muchos niveles de lectura; una pieza original y de fuerza incalculable que sorprende en cada secuencia

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Bong Joon-ho debe ser ya considerado como uno de los más importantes realizadores del cine contemporáneo, sobre todo en lo que va de este siglo. En los últimos veinte años ha desarrollado una obra sólida en la cual, además, demuestra su talento versátil y su creatividad. Su filmografía incluye obras como Memories of Murder (2003), Mother (2009) y Snowpiercer (2013), filmes que combinan el humor negro con el thriller con el cine de acción y con el género de horror de una manera pocas veces vista anteriormente. Con su más reciente filme Parasite, ganador de la Palma de Oro en el festival de Cannes de este año, ha logrado una obra maestra que es una de las mejores películas del año.

Parasite comienza como una comedia de la miseria, se convierte luego en un thriller con elementos de horror y termina en una tragedia algo griega, pero más cercana a lo que los cubanos conocemos como la fiesta del Guatao (Guatao es un pueblucho cerca del arroyo de Bauta, al norte de la Isla, donde en 1896 durante unas fiestas tradicionales, todo terminó en una matanza que tiene diferentes y no corroboradas explicaciones).

Los Kim son una familia muy pobre, que viven hacinados en un sótano y que se ganan la vida armando cajas para repartir pizzas. Pero son unos pícaros, que roban el wi-fi de los vecinos y hacen lo que puedan para sobrevivir. Aunque se ajustan a lo que tienen lo mejor posible, tienen sueños delirantes sobre elevarse socialmente, lo cual toman con sentido del humor.

Un día Woo, el hijo adolescente, recibe la propuesta de un amigo del preuniversitario donde estudia. Este se va de vacaciones y necesita alguien que lo suplante como tutor de inglés de una joven en una familia rica. Woo piensa que no sabe tanto inglés como para asumir esa responsabilidad, pero su amigo lo convence.

Los Park viven en una mansión ultramoderna que fue construida por uno de los más importantes arquitectos coreanos. Woo comienza su trabajo y pronto establece una buena relación con Da-hye, su alumna, y con Yeon-kyo, la madre de esta. Buscón perspicaz, seduce a su alumna y traza el mapa de las relaciones entre los miembros del clan. A través de argucias, logra conseguir trabajo para sus otros tres familiares. Su hermana Ki-jung se convierte en la tutora de arte del hermanito de Da-Hye, su padre Ki-taek, recibe empleo como chófer de Dong-ik, el paterfamilias y finalmente su madre, Chung-sook se convierte en la cocinera y ama de llaves de los Park. Todo esto sin que los Park sospechen que son familia.

Todo lo anterior viene dado con un sarcasmo sutil y atrevido. En la dialéctica de Joon-ho, los ricos son naive y los pobres unos maleantes. Ambos son, a su manera, adorables y despreciables. Los Kim le perdonan su riqueza a los Park porque “a pesar de todo son agradables”. Acomodados y ajenos a los avatares de la pobreza, los Park no se enteran que son víctimas de una invasión, ni parece interesarles, mientras todo marche bien. La miopía que ocasiona la riqueza.

Los Park salen de vacaciones y dejan a los Kim a cargo de la casa. Estos empiezan a dilapidar todos los bienes materiales que encuentran a su paso, beben, se engullen, se atiborran de todos los lujos y placeres que han carecido y deseado toda su vida. En eso llega la antigua cocinera y aquí surge una nueva situación que no contaré pero que da un giro de horror irónico y siniestro, que desata una pesadilla que se complica de inmediato con la llegada de un monzón que obliga a los Park a regresar antes de tiempo.

A partir de este momento el filme comienza a utilizar recursos narrativos del suspense, la comedia de equívocos, el horror y una tragedia ominosa. Joon-ho usa elementos de Wilder, Hitchcock, Kubrick y Polanski que combina en un tenso pero hilarante cóctel narrativo.

Lo siniestro, el absurdo, la parodia, todo se va enlazando hasta llegar al desenlace final y no muy final de una fiesta que los Park quieren hacer para complacer al pequeño Da-song. Joon-ho ha dicho que este es un filme de “infiltración”. Los pobres son los infiltrados en el deseado mundo de los ricos. La lucha de clases es una batalla por la apropiación de los bienes de los de arriba, para ello se infiltran. Todos se perdonan sus pecados, las diferencias de clases, en lo que respecta al dinero, son salvables si el de abajo le roba al de arriba. Pero hay algo que no se puede nunca superar ni perdonar.

En una escena, Da-song le huele las nalgas a Chung-sook y grita “Huele igual, huele igual”. Cuando le preguntan, se refiere a que huele igual al resto de los Kim, ya que todos usan el mismo jabón barato. Luego de eso, cuando se encuentran escondidos tras la llegada de los Park, escuchan al matrimonio que conversa: “Son buena gente, pero ese olor…” y eso sí que no lo perdonan los Kim. El olor representa esa barrera que no se puede traspasar y que identifica a las clases más allá del dinero. No es el poder adquisitivo lo único que los divide, sino la pátina de la miseria. Esa condena a arreglarse como se pueda, a no poder alcanzar la sofisticación y a que se les eche en cara. Eso desata la ira salvaje de los Kim.

Aparte de una excelente dirección, Joon-ho es coguionista del filme junto con el debutante Won Han-jin. Es un guion perfecto, que utiliza elementos narrativos del cine americano de los cincuenta, junto con el cine de horror de los ochenta y situaciones propias de las telenovelas coreanas. Logra una atmósfera que a veces resulta incómoda de ver. Es un argumento con garra.

Los actores son excelentes. Song Kang-ho, que ha trabajado con Joon-ho en tres de sus filmes anteriores, no puede estar mejor como el jefe del clan Kim. Aunque en realidad, quien orquesta toda la trama es Woo, quien no solamente elabora el plan, sino que entrena a sus padres y a su hermana para que desempeñen sus papeles correctamente. Choi Woo-sik, que trabajó con Joon-ho en Okja, y que es al menos doce años mayor que su personaje, se desempeña en su rol con facilidad y naturalidad, resulta convincente. Jo Yeo-jeong (The Servant, The Concubine), como la señora Park, está extraordinaria en su papel y se confirma como una de las mejores actrices jóvenes del cine coreano. Todos los actores están perfectos en sus personajes.

La fotografía del veterano Hong Kyung-pyo, que ya asombró con la maravillosa e impactante dirección fotográfica de Burning, y que trabajó con Joon-ho en Snowpiercer se convierte en un personaje mas del argumento. Se ajusta perfectamente a todos los cambios emocionales de la trama y los subraya con sutileza.

Parasite se queda con uno por largo rato. Es un filme de muchas aristas, con muchos niveles de lectura. Una pieza original y de fuerza incalculable. Sorprende en cada secuencia. Además, tiene una de las mejores parodias que he visto de la televisión norcoreana.

Parasite (Corea del Sur, 2019). Director: Bong Joon-ho. Guion: Bong Joon-ho y Won Han-jin. Director de fotografía: Hong Kyung-pyo Con: Song Kang-ho, Choi Woo-sik, Jo Yeo-jeung y Lee Sun-kyun. De estreno limitado en todas las ciudades grandes de Estados Unidos.


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