Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Todo por un par de 'zuecos'

'Al norte del infierno': Relectura de un libro todavía hoy interesante para los estudios críticos y los programas académicos.

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Pedro Páramo pudiera irrumpir en alguna reunión de escritores cubanos y sentenciar: No es la política, son los tiempos. Esquivar la política, se entiende, es un elemental acto de sobrevivencia profesional en una isla colmada; pero es también evadir la sensibilidad de la época, con sus cuotas de historia e intimidad. ¿O acaso se ha alcanzado nuevamente lo insólito: una humanidad literaria fuera de lo histórico y lo íntimo, del poder y del placer?

En cierta ocasión, alrededor del año 1995, un periodista del diario español El País me confesó en La Habana: "La redacción en Madrid me pide noticias. Dice que ya basta de colorines. Se sabe que los cubanos pueden inventar cualquier cosa para sobrevivir". No es la política: son los tiempos.

Al parecer, toda esa literatura de colorines que floreció en los años noventa en Cuba y que de alguna manera sobrevive, tiene que ver con la entrada de "los tiempos" en un estatuto de farsa. Descripción de ardides de sobrevivencia, registro de tácticas existenciales en el contexto más favorable según los mercados (editoriales e incluso a veces simples imprentas, conferencias y congresos ocasionales, premios), son horizontes de parte del llamado arte cubano. El propio ejercicio de dominación totalitaria ha perdido seriedad, lo que condiciona que la comedia se convierta en un lugar común y la preferencia estética un negociado.

Al parecer fue la llamada "Generación Mariel", ubicada en un interregno geográfico e histórico, la que alcanzó a expresar literariamente los mecanismos de obediencia y castigo que estructuraron la utopía insular. Distante del heroísmo y de la caricatura, los escritores de este grupo alcanzan un tono tragicómico muy pertinente firmando una complicidad léxica. Es una cualidad que asiste al libro de Miguel Correa Al norte del infierno, editado en Miami por Sibi en 1983.

Creo que el encuentro tardío con este trabajo forma parte de un proceso natural de complementación de la cultura cubana. Igual que sucede en la Isla respecto a los que están fuera, el exilio ha llegado a acumular una cantidad de obras que no es posible asimilar, si no progresivamente. De ahí que no exista propiamente un pasado exiliar, y que los autores se vayan reactualizando, incluso renaciendo en la medida en que el tiempo ("los tiempos") e incluso el azar dispongan los encuentros posibles.

La segunda dimensión

El libro de Correa cuenta con un prólogo de Arenas, que, a pesar de su brevedad, es uno de los momentos autorreflexivos más elocuentes del escritor. Arenas titula sus palabras "Con el oleaje en la mirada", que comienzan deslindando entre dos tipos de buena literatura: una ligada al orden y la lucidez, y otra más trascendente, viral y visceral, que "inocula" más que narra.

Considerando que toda aparición de un libro, por más inarticulado que sea, supone al menos la sistematización de una decena de notas, supongo que lo que está en juego en el fenómeno literario es la segunda dimensión. No es el estudio o la erudición lo que define la cualidad artística de una escritura, sino la autenticidad, la verdad, la sinceridad.

Ese elemento "catarático", visceral, carnal, está presente de forma notable en la literatura de la Generación Mariel; en el arte pero también en la "obra", lo que incluye biografía, visión existencial, automitologización e incluso manejo de las relaciones personales dentro y fuera de la literatura. El trabajo de Arenas, Victoria y, por supuesto, de Correa, inscribe ese elemento sanguíneo que, según el prologuista de Al norte del infierno, requiere la trascendencia literaria.

A propósito de Correa, Arenas formula dos juicios esenciales. Primero, otorga y comparte con el escritor una fe estética: "Creo en esa literatura que hace trascender nuestras propias humillaciones, magnificándolas" (p.11). Después, ratificando el espacio dual que señalamos con anterioridad, hace una observación cuya agudeza rebasa el caso particular que pretende y alcanza su propio trabajo: "El sentido del humor, en medio de las situaciones más siniestras, hace que esta obra oscile del coro griego al punto guajiro, otorgándole una cubanidad trascendente" (p. 12).

Al terminar de leer Al norte del infierno tuve necesariamente que pensar en el disfrute que provocaría en los numerosos lectores naturales que este documento tendría en la Isla. Es un divertimento heridor, un acercamiento a la verdad que contiene sus propios rasgos: absurdo, humor y crueldad.


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