Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 17/05/2024 12:58

Bolivia

La novela de Evo Morales

¿Será capaz el presidente de dejar atrás el populismo de peor cuerda y asegurarse una huerta en la posteridad?

Hace ya algún tiempo, Álvaro Mutis dijo que quería ser recordado por algún buen verso que haya escrito. Y nada más. Claro que ya tal vez soñaba a ratos con el premio Cervantes, que ganaría en 2001. Los grandes premios suelen llegar a los escritores después de años y acumulada experiencia, cuando La nieve del Almirante ha cubierto la cabellera y cuando solo, a brazadas de sensibilidad, ha triunfado sobre las aguas nada hospitalarias del arte de escribir.

Si hay dos profesiones donde el trascender ocupa sitio, esas son el arte y la política. No existe artista sin la misteriosa ambición de permanecer más allá de su tiempo, de inscribirse en lo que viene. Miguel de Unamuno añadía que hay aquí una forma de no morir, solicitud de eternidad, vana en el hombre. En caso de artista comedido, como el de Mutis, es un verso lo que anhela estampar en lo inmutable.

La mezcla del político y el escritor, por otro lado, escasamente produce consecuencias apetecibles. Sucede un desdoblamiento muy desgarrador, humano apenas. El braceo intelectual del primero en compañía de la soledad, no empalma con la pugna a toda fuerza del segundo, que insta la reverencia de la multitud. Uno trasciende a través de su obra, el otro mediante las masas.

El signo de la política

Mientras el escritor —y en particular un novelista como Mutis— selecciona en qué sitio se coloca, a quién mata o exalta, pinta alegre, meditabundo o epopéyico, el político anda generalmente sobre asuntos irremediables. Cuando Mijaíl Gorbachov tuvo que cambiar a su país y soñó pasar con su multitud a la historia, se la enajenó. Pasó a la historia como un escritor, un solitario. Pero ésta es una anécdota rara, tan rara que los anales no recuerdan otro dilema de igual signo.

Quizá algo de lo que enfrentó el ex líder soviético aparece en el camino de Evo Morales, recién investido presidente boliviano. Ya en el sillón presidencial, en cierto sentido como el escritor frente a la hoja en blanco, debe saber que los hilos de su trama son muy finos y que un paso mal dado podría enviar a Bolivia a la desintegración, al espectáculo de grandes y pequeños feudos peleados o ignorándose entre ellos. Fracaso sin duda para un fervoroso amante de la multitud, que confesó recientemente a la prensa no sentirse solo.

La díscola región de Santa Cruz de la Sierra reunió en junio de 2004 a 400 mil personas en demanda de autonomía, y al año siguiente, en cabildo abierto, aprobó la organización de un gobierno regional autónomo. Si llevan a la práctica una situación semejante, sería el fin, el fin del baño de masas y la clausura de la puerta ancha de la historia. Morales está consciente y ha prometido que negociará con estos y otros sectores en la oposición, lo cual, sin duda, es la actitud más precavida.

Si para muchos su triunfo depende de la lealtad que mantenga hacia su verba de irreverente apariencia, ella puede transmutarse en el peor enemigo. El domingo pasado no habría de escucharse a un Morales tímido, porque la diferencia hubiera creado sospechas harto tempranas en un contexto cruzado de emotividad.

El Evo Morales que gobernará el próximo lustro entregó, sin embargo, más de una señal. El diario oficialista Granma, por cierto, se esforzó por pintar en su información al mandatario lanzador de rayos, pero sólo halló algún que otro trueno de bajos decibeles. La prensa extranjera, por ejemplo, no mostró alarma, ni la empresa foránea, ni la oposición. El británico The Observer destacó a un moderado, y El Deber, de Santa Cruz, dijo en un título que los "privados aplauden a Evo".

Entre otras medidas, el nuevo presidente garantizó la creación de un Banco de Fomento a favor del pequeño y mediano propietario. Viciosamente escamoteador, Granma obvió en su nota lo anterior, pero sobre todo la afirmación en cuanto a que Bolivia cuenta con gran apoyo internacional, "desde Estados Unidos hasta Cuba".

Parece que arribó la hora de dejar atrás el populismo de peor cuerda, de mostrarse ecuánime, de antever por dónde irá su narración para asegurarse una huerta en la posteridad. Morales escribió ya un buen número de capítulos, y en verdad no le ha ido mal. Valdría desplazarse unas semanas antes, y acaso captaremos los tonos inmediatos de su lenguaje.

Quien fue el cerebro del candidato y será la mente directora de su gobierno —el ex guerrillero, profesor universitario y vicepresidente Álvaro García— dijo recientemente que Morales no pertenece a la izquierda cadavérica, seudomarxista de los años cincuenta, sesenta y setenta, y añadió que en Bolivia se garantizará a la empresa extranjera reglas duraderas y recuperación de inversiones comprobadas. Este otro Álvaro, que escribe y publica al igual que su tocayo Mutis, se perfila como un personaje insoslayable en la nueva historia que ha comenzado a narrar Bolivia.

¿A lo Lula, a lo Chávez o a lo Castro?

Habrá que ver cuántas nuevas páginas dedica Evo Morales a sus amigos Fidel Castro y Hugo Chávez. Probablemente muchas, pues todavía son populares entre los desposeídos en Bolivia. Lo más relevante, empero, radica en que lo apoyarán con médicos baratos, decenas de miles de operaciones gratuitas en la Isla, becas gratis y… petrodólares. La Paz pretende aprovechar el gasoducto que a costo de más de 10 mil millones de dólares se proyecta desde Venezuela al meridión sudamericano. Constituyen justificaciones para la cercanía, aunque a multitudes de isleños y venezolanos les disguste.

Cuidadosamente, Álvaro García lo deslindó, tanto de Chávez como de Inácio Lula da Silva, al explicar a la prensa las razones por las cuales el otrora líder cocalero no se convertirá en ninguno de los dos. Las razones, por supuesto, habitan en el particular entramado boliviano. Con Castro no hay comparación, resultó desechado como futura encarnación para el hasta hace poco sindicalista. Se le identifica demasiado —dejó entrever García— con aquellos seudomarxistas de los años cincuenta, sesenta y setenta, a los que, por si fuera poco, tachó de seudoradicalistas conservadores.

El problema antropológico evidencia más profundidad en Bolivia que en ninguna otra nación del continente. El 62% por ciento de indígenas como Morales —en una población de nueve millones—, vive hegemonizado hace más de 500 años por blancos y mestizos. En anteriores gobiernos fueron, con alguna honrosa excepción, convidados de piedra. Ahora tomarán decisiones, y eso no está nada mal.

Esta subtrama podría ser tan principal como el argumento mismo, a la cual se sumaría la grave subordinación cultural, preñada de matices. En respuesta a la enorme interrogante, irresuelta en la mayoría de los rincones del planeta, abogó durante su asunción por acabar con la desigualdad, la discriminación y la opresión, para vivir con respeto a la diversidad multicultural, en unidad y paz.

La gira que recientemente incluyó cuatro países europeos, así como Sudáfrica, China y Brasil, no pareció tampoco retratar al líder sindicalista altisonante e incendiario. Sirve también como antecedente de lo que debe esperarse de Morales. La economía y la relación con países como estos son cosa seria, nada parecido a una turbamulta antiimperialista. No fue precisamente el organizador de campañas de insubordinación el que dejó grata impresión entre los empresarios galos que, como los de la petrolera Total, poseen significativas inversiones en la nación altiplánica.

Un acápite de corte pragmático ha de pergeñarse desde la óptica económica. Y ya Álvaro García advirtió a Buenos Aires que La Paz aumentará los precios del gas que vende a Argentina, muy por debajo de las cotizaciones internacionales. El anuncio, reflejado por la prensa —"no habrá más precio solidario", dijo el vicepresidente—, obligó a Morales a incluir en su gira, a última hora, una visita a Néstor Kirchner.

De la hipotética narración que desandamos, no faltarán las ásperas relaciones con Chile y la necesidad boliviana de una salida al mar. Si al candidato Ollanta Humala en Perú muchos lo tienen en el país austral por antichileno —está aún en campaña—, no fueron agresivas, sino muy serenas las ideas de Morales cuando aludió a la presencia de Ricardo Lagos en ocasión de su investidura.

Ante la visita a La Paz del primer presidente chileno desde 1955, Morales fue, diríamos, un narrador brillante: "No se trata de entrar en disputas ni figurar en los medios de comunicación informando algo que tal vez no sea posible", y pidió a la prensa "manejar con responsabilidad" los asuntos con el vecino. Ya en suelo boliviano, se entrevistaron nada menos que en la casa del mandatario aimara. Hay que admitir que Morales sabe lo que quiere.

El peruano Mario Vargas Llosa, el gran novelista que en política no escoge siempre el piano más afinado, divisa a un Morales que interpreta una única melodía, enredado en un círculo, y lo tacha de "emblemático criollo latinoamericano, vivo como una ardilla, trepador y latero, y con una vasta experiencia de manipulador de hombres y mujeres, adquirida en su larga trayectoria de dirigente cocalero y miembro de la aristocracia sindical".

Todos los políticos son, a su modo, manipuladores. La mayoría vivos como ardillas o taimados como zorros, trepadores, lateros —en Cuba tenemos un ejemplo sin fisuras—, pero un político se evalúa por lo que haga y quede, por la suma de beneficios que la historia le digiere. Es público que entre el pecho del candidato y la banda presidencial cabe un océano.

Otra vez la coartada del antiimperialismo

¿En cuáles páginas del libro regresará sobre sus pasos el deslenguado, el antiimperialista impenitente? Fácil. Cabrá allí donde menos perjudique los intereses económicos y el desarrollo que funge hoy como la piedra basal de cualquier poder legitimado en las urnas. Ciertamente su comportamiento se alejará de Fidel Castro.

Denostar a Washington sin dejar de fortalecer el libre mercado, agradecer a la muy capitalista España la condonación de gran parte de la deuda y no reñir sino negociar también con los inversionistas extranjeros, aun cuando provengan del íncubo del Norte, podría convertirse en el retrato del nuevo Morales. Quizá sea una conclusión parecida la que extraiga la crítica futura sobre el autor del libro, político hoy muy diferente del de hace unas semanas atrás.

El antiimperialismo como propaganda, como imagen será excelente, como instrumento para asegurarse en el poder y, si es posible, mantenerse buen número de años después del primer mandato. Y quizá algo de lo anterior carga en la entraña la ansiada asamblea constituyente. Esta es, sin rodeos ni pontificado de experto, la sustancia primera y última del populismo en estado puro, personalista y despojador de libertades colectivas e individuales. Chávez regala aquí su antecedencia.

Si de algo no hay que dudar es que el autor de La nieve del Almirante imprimirá su nombre en la historia y se le recordará, a propósito, por más de un verso y una novela. La soledad de su labor tendrá recompensa en muchas memorias. El mañana es para Mutis un par de brazos abiertos.

La trascendencia de Evo Morales dependerá de cómo escriba las páginas que restan, si como populista puro o como un político que sobreponga el bienestar de sus gentes —de todos sus compatriotas— a las piedras, trompetería y ruidos de un antiimperialismo que en ciertas gargantas suena falso.

© cubaencuentro

Relacionados

El perverso encanto del poder

Ronaldo Menéndez , Madrid

 

La victoria de Evo

Miguel Rivero , Lisboa

 

Subir


En esta sección

Dilemas de la guerra

Rafael del Pino , EEUU | 13/04/2022

Comentarios



Una oferta muy peculiar

Waldo Acebo Meireles , Miami | 06/04/2022

Comentarios


Rusia, la URSS y el petróleo

Alejandro Armengol , Miami | 04/04/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (III)

Ariel Hidalgo , Miami | 31/03/2022

Comentarios


Sobre la guerra en Ucrania

Rafael del Pino , EEUU | 28/03/2022

Comentarios


Una opinión experta

Waldo Acebo Meireles , Miami | 23/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (II)

Ariel Hidalgo , Miami | 21/03/2022

Comentarios


La calle del espía

Alejandro Armengol , Miami | 18/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (I)

Ariel Hidalgo , Miami | 16/03/2022

Comentarios



Subir