Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 19/05/2024 23:18

América Latina

Petróleo para dividir

Las aspiraciones de Hugo Chávez de convertirse en un líder regional son sólo un sueño alimentado por petrodólares.

No es poco el dinero que el presidente venezolano Hugo Chávez ha invertido en Latinoamérica, para así lograr aumentar su influencia en la región. Pero su "ideal bolivariano" —el intento de convertirse en el líder que conduzca al continente hacia un sistema social más avanzado— está cada vez más lejos de concretarse.

Chávez se ha convertido —¿no lo fue siempre?— en lo contrario: una fuerza circunstancial que frena el desarrollo económico y político y divide a las naciones.

Más que hablar de una manera simplista de un enfrentamiento generalizado entre la derecha y la izquierda, en América Latina pueden señalarse al menos tres tendencias, las cuales representan tres estrategias diferentes a la hora de enfrentar los problemas económicos y sociales.

Una es la fórmula neoliberal clásica —que propone el libre comercio, la reducción de impuestos y la inversión extranjera—, donde la creación de riquezas es la principal vía —o la única, según sus partidarios más fervorosos— que conduce al bienestar.

Otra es la izquierda democrática —que combina los acuerdos internacionales y las inversiones con una política de justicia social—, la cual busca una combinación que sabe imperfecta, pero al mismo tiempo entiende que puede mejorarse, entre el capital nacional y extranjero y los derechos laborales y ciudadanos.

La tercera es la izquierda autoritaria —que aún hoy apuesta por el control estatal férreo, las nacionalizaciones y es enemiga más o menos declarada de las inversiones foráneas—, cuyos seguidores fundamentan su discurso en la pobreza y la injusticia social, pero los cuales terminan casi siempre por mostrar una peligrosa vocación favorable al establecimiento de un régimen totalitario.

Esquema agotado

El populismo —un mal latinoamericano casi endémico— se pasea de derecha a izquierda, lo que impide una adjudicación seria a un polo político.

La tendencia hacia la izquierda no se ha detenido con el triunfo de Alan García en Perú, donde un sonado enfrentamiento con Chávez opacó en parte el destacar el hecho de que ganó un candidato de izquierda, que pertenece a un partido tradicional y populista.

Sólo en algunas naciones —como es ahora el caso de México— puede el debate electoral estar enfocado en la cómoda y antigua lucha entre la derecha y la izquierda, los valores conservadores y la utopía revolucionaria, los "ricos" y los "pobres".

El aporte de Chávez a este cuadro político complejo ha sido la posibilidad de tratar de difundir un esquema que parecía agotado —la revolución social al estilo cubano— no mediante la violencia guerrillera, sino empleando la otra arma tradicional necesaria para hacer la guerra: el dinero. El poder de los petrodólares convertido en un recurso antiimperialista.

Se calcula que desde que llegó al poder en 1999, el mandatario venezolano ha empleado entre 18.000 y 25.000 millones de dólares en proyectos internacionales, los cuales mezclan los intereses económicos con objetivos políticos.

Estos han abarcado desde pagar parte de la deuda de Argentina y Ecuador al Fondo Monetario Internacional hasta financiar un popular festival de zamba en Brasil.

Según datos aparecidos en The Washington Times, Venezuela ha prometido modernizar una refinería uruguaya, La Teja, para que ésta logre procesar 50.000 barriles diarios de crudo venezolano.

Igualmente ha expresado la intención de adquirir 36 tanqueros en los astilleros brasileños. La compra —valorada en 3.000 millones de dólares— sería la mayor de su tipo en la historia de Brasil.

Chávez también desea construir un oleoducto —a través de la jungla amazónica y a lo largo de 5.000 millas— que conecte Venezuela con Brasil y Argentina. A esto se une la venta de petróleo a precios preferenciales a los países del Caribe, los amplios acuerdos con Cuba y la modernización de la refinería de Cienfuegos.

Un factor de discordia

El mandatario venezolano se ha impuesto como mediador entre Bolivia, Argentina y Brasil —en el diferendo por la elevación del precio del gas boliviano y la nacionalización de las instalaciones en ese país de la brasileña Petrobras—, porque los negocios de Caracas con Buenos Aires y Brasilia son demasiado grandes y no favorece a la imagen de un gobernante socialista estar de enemigo del principal crítico del presidente norteamericano en la región.

Incluso en Estados Unidos, Chávez subsidió un plan para brindar combustible para la calefacción a los residentes pobres de Filadelfia. Sin embargo, este esfuerzo por comprar aliados ha resultado contraproducente en varias ocasiones.

El gobierno de Nicaragua ha protestado por la injerencia del gobernante venezolano en las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en octubre. Chávez prometió 10 millones de barriles anuales a 51 comunidades cuyos alcaldes son partidarios del candidato Daniel Ortega.

El caso más sonado de interferencia en el proceso electoral de otra nación fue el de Perú, donde el presidente venezolano amenazó con la ruptura de relaciones si salía García.

A diferencia de la actitud del gobierno brasileño, que ha tratado de minimizar las diferencias con Bolivia para no distanciarse de Chávez, García hizo de sus ataques a Chávez un punto clave de su campaña.

La paradoja de todo esto es que Chávez se ha convertido en un factor de discordia en Latinoamérica, en lugar del aglutinador que aspira a ser, como autoproclamado seguidor de la idea bolivariana de una América Latina unida.

Una de las conclusiones más valiosas de la elección peruana es que puso en evidencia el talón de Aquiles de Chávez: su actitud y métodos son rechazados más allá de la frontera venezolana, cuando chocan con los puntos de vista nacionales.

Según la revista The Economist, una encuesta realizada por la firma Apolo halló que sólo el 17 por ciento de los peruanos tenían una opinión favorable de Chávez, el 75 por ciento rechazaba los comentarios hechos por éste durante la contienda electoral y el 61 por ciento objetaba que él llamara "traidor" a Toledo por firmar un acuerdo de libre comercio con EE UU.

Perú es la tercera nación en tamaño de Latinoamérica, tiene una población de 27 millones, de la cual el 80 por ciento es india o mestiza y el nivel de pobreza es del 52 por ciento. Estos índices demográficos demuestran que el rechazo comprende a la mayoría de los pobres, a los cuales el mandatario venezolano dice defender.

Estrategia poco atractiva

Respecto a los gobiernos del área, en una época en que gobernantes de izquierda como la chilena Michelle Bachelet y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva promueven alianzas regionales y amplias relaciones con Washington, la estrategia de Chávez resulta poco atractiva a estos.

En el caso de Brasil, si bien el gobierno no adoptó públicamente posición alguna respecto a los candidatos peruanos, Lula se siente más cómodo con la victoria de García en Perú.

Brasil es el cuarto inversionista en Perú. Grandes compañías como Petrobras, el gigante minero Vale do Río Doce y la constructora Odebrecht han invertido 1.300 millones de dólares en el país durante los últimos cinco años y planean agregar otros 1.500 millones de dólares para 2008, de acuerdo con un informe del diario financiero Valor, reproducido por la Associated Press.

Más allá de sacar provecho a los elevados precios del petróleo, Caracas carece de un proyecto económico viable para la región. ¿Qué ofrece la Alternativa Bolivariana para América (ALBA)? ¿Qué ventajas brinda comerciar con Cuba?

Mientras el presidente venezolano continúa vendiendo su petróleo en el mercado norteamericano, acusa de traidores a los gobiernos que buscan comerciar precisamente con su principal fuente de divisas.

La bonanza petrolera en Venezuela hace que aumenten las exportaciones de bienes de consumo Made in USA o procedentes de alguna de la filiales que tienen regadas por el mundo las grandes firmas norteamericanas —para enriquecimiento de comerciantes nacionales y extranjeros— y el antiimperialismo es el llamado de guerra de los chavistas.

El "socialismo del siglo XXI" se proclama a gritos en las manifestaciones a favor de Chávez, mientras de Miami salen cada vez más aviones cargados de mercancía hacia Caracas.

Es cierto que el gobernante de Venezuela busca crear un bloque energético con países sudamericanos y así incrementar la capacidad regional para refinar su petróleo, como una forma de disminuir la dependencia económica con EE UU. En igual sentido, está empeñado en intensificar sus vínculos con China.

Estos planes, sin embargo, suponen el abandono de un mercado natural y cercano en favor de otro lejano. Por lo pronto, Caracas y Washington dependen uno del otro. Y la retórica de ambas naciones no ha disminuido en lo más mínimo esta dependencia.

Pocas posibilidades de triunfo

Una alianza más controversial, donde Caracas busca conciliar intereses comerciales y políticos, es con Irán. Chávez ha expresado su deseo de desarrollar un programa de energía nuclear y apoya a Teherán en su confrontación con el gobierno de Bush. Incluso un funcionario iraní de visita en Caracas expresó en febrero de este año que su país consideraría ayudar a Venezuela para que construyera instalaciones nucleares de acuerdo con las normas internacionales vigentes.

Tanto Washington como algunas naciones latinoamericanas miran con preocupación estos intentos, pero por ahora no consideran que el peligro sea tan grande como para tomar medidas al respecto.

Aunque un buen número de venezolanos sigue apoyando a Chávez —se calcula que entre un 55 y un 60 por ciento— gracias a los programas de ayuda social y el aumento de los niveles de consumo, hay un disgusto creciente por el enorme gasto en los proyectos internacionales.

El plan de extender el eje Venezuela-Bolivia-Cuba ha sido detenido, al menos por el momento. México —con elecciones presidenciales en julio— pasa a ser la nueva incógnita y la pieza clave que definirá en gran medida el panorama latinoamericano.

Del triunfo o la derrota de Andrés Manuel López Obrador dependerá si Colombia queda como el único aliado importante de EE UU en el área. Por lo pronto, el candidato izquierdista mexicano lleva ya algún tiempo tratando de distanciarse de Chávez, y el candidato conservador, Felipe Calderón, obteniendo ganancias de una hábil campaña electoral en que destaca las semejanzas entre su opositor y el líder venezolano.

La situación política latinoamericana es una mezcla de viejos y nuevos esquemas. Gracias a la riqueza petrolera, Chávez ha tratado de extender por toda la región una vuelta al pasado, a la fórmula agotada del Estado paternalista —ineficiente y corrupto— como la solución perfecta de los problemas ciudadanos, pero sus aspiraciones de convertirse en un líder regional no pasan de ser un sueño sólo alimentado por los petrodólares y con pocas posibilidades políticas de triunfar.

© cubaencuentro

Relacionados

Ayer maravilla fui

Leonardo Calvo Cárdenas , Ciudad de La Habana

 

Los rostros de Chávez

Miguel Cabrera Peña , Santiago de Chile

 

Quiebre de la tendencia

Miguel Cabrera Peña , Santiago de Chile

 

Chavismo versus lulismo

Miguel Rivero , Lisboa

Subir


En esta sección

Dilemas de la guerra

Rafael del Pino , EEUU | 13/04/2022

Comentarios



Una oferta muy peculiar

Waldo Acebo Meireles , Miami | 06/04/2022

Comentarios


Rusia, la URSS y el petróleo

Alejandro Armengol , Miami | 04/04/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (III)

Ariel Hidalgo , Miami | 31/03/2022

Comentarios


Sobre la guerra en Ucrania

Rafael del Pino , EEUU | 28/03/2022

Comentarios


Una opinión experta

Waldo Acebo Meireles , Miami | 23/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (II)

Ariel Hidalgo , Miami | 21/03/2022

Comentarios


La calle del espía

Alejandro Armengol , Miami | 18/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (I)

Ariel Hidalgo , Miami | 16/03/2022

Comentarios



Subir