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Lozano: Receta para destruir un país (I)

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un artículo de Roberto Lozano

No sea tonto, utilice los mecanismos de la sociedad libre en la que vive para destruirla. Ignore sus escrúpulos de pequeño burgués, si es que le queda alguno. Recuerde que para llegar al poder, su fin, no necesita justificar los medios.

Use la libertad de prensa para promover un ambiente de confrontación que impida el compromiso entre los partidos y el alcance de soluciones de centro. Así podrá contribuir al agravamiento de la situación política hasta el punto en que usted y su partido, gracias a alguna acción aventurera, puedan venderse como salvadores de la nación. Recuerde a Hitler y a Mussolini, mientras más grave sea la situación socio-económica del país mejor políticamente para usted, así tendrán más fuerza sus promesas redentoras. Recuerde que lo importante no es la lógica, sino las emociones. Prometa una mejoría generalizada, un futuro luminoso, abundancia y prosperidad para todos, que las promesas no cuestan nada y muy pocos las van a recordar una vez que usted llegue al poder y controle el pasado.

Eso sí, mantenga en secreto sus intenciones totalitarias, sería fatal si el público se enterara de su programa político a tiempo, ello podría desatar un movimiento popular adverso a la causa. Por eso, es muy importante dejar bien claro que va a respetar las libertades públicas. No levante ronchas ni resentimientos en el camino al poder, así podrá aplastar a sus enemigos, con una “carga para matar bribones”, una vez que llegue al mismo. Aproveche la libertad de asociación y de movimiento para crear grupos paramilitares. Ello es imprescindible para intimidar al enemigo, asaltar cuarteles o promover la insurrección armada como medios alternativos de lucha, si es que no puede llegar al poder por medio de las urnas.

No importa cómo llegue a ocupar el palacio presidencial. Una vez instalado allí, empiece a gobernar a base de decretos y edictos, todos en nombre de la seguridad nacional. Suspenda partidos, cierre emisoras de radio y periódicos, encarcele a la oposición hasta que todo el país se mueva al son de una sola palabra y un solo pensamiento: el suyo. No descanse hasta que no quede resquicio de libertad económica, ya que el que es libre económicamente no puede ser doblegado políticamente, y usted debe imponer la unanimidad y la obediencia absoluta. Empiece por nacionalizar las grandes compañías extranjeras pero, eso sí, hágalo en nombre de la justicia social, la independencia y el honor de la nación, verá que el pueblo responde positivamente en medio de la confusión generalizada. Si quiere mantenerse en el poder indefinidamente, acabe de una vez con la clase media y confisque el resto de los negocios, hasta que no quede un timbiriche en manos privadas.

Ponga a toda la nación a trabajar para el Estado, pero no se olvide de pagar salarios miserables, así podrá acumular los recursos necesarios para asegurar el mantenimiento de los medios de represión y los privilegios de sus familiares y acólitos. Desate una lucha diaria y constante por la supervivencia, así muy pocos tendrán ánimos para pensar. Una nación de esclavos sicofantes es preferible a una de filósofos y criticones. Para filósofo usted, autoridad máxima de todas las reflexiones.

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Peña: Cuba, del lobo un pelo

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un artículo de Oscar Peña

La ausencia de cambios y reformas -y no el imperialismo yanqui- ha sido la causante de la improductividad cubana en estos cincuenta años y de las permanentes necesidades innecesarias. Cuántas vidas y valores se han perdido en vano en todo este tiempo, sin posibilidad de explotar sus capacidades y talento. Cuántos valiosos hijos de Cuba no andan regados por el mundo ante la realidad de que sus padres han envejecido llenos de frustración por el capricho de un hombre. Somos un pueblo enfermo de falta de esperanza, gris y erosionado de miles de sus retoños. Es penoso que al cabo de medio siglo esté Cuba aspirando a las estructuras que tenía en el pasado.

Los cambios son tan vitales que no importa si el que los impulsa se llama Raúl Castro, Ramiro Valdés o Mariela Castro. Son tan necesarios que aun tarde (si los hacen) se agradecen. Nuestro país es una fuente de capital humano y es criminal el freno de las fuerzas productivas de casi cuatro generaciones, sacrificadas para alimentar las exageradas ambiciones de poder y de liderazgo de Fidel Castro. Algún día los historiadores de la Isla -ya libres- recogerán la verdad del atraso social, económico y político de Cuba en este medio siglo, señalando al número uno de los Castro como el máximo culpable. También (todos los asesinos tienen aliados directos e indirectos) tendrían que recoger que el pueblo cubano (todos, de una forma u otra) tiene una alta porción de responsabilidad por ligereza social.

Ojalá las especulaciones de apertura -aun sólo económicas- no sean para los cubanos una aspirina de verano y comiencen ya, pero la realidad es que Raúl Castro empezó con mucho entusiasmo y el policía mayor lo frenó. El general sucesor debe saber que todos los cubanos –dentro y fuera de Cuba- lo percibieron así. La falta de resultados tangibles este año, y los últimos discursos, representan un retroceso. De ahí la multiplicación del desencanto nacional.

Recientemente, Raúl Castro expresó en un discurso de clausura de la primera sesión parlamentaria de 2009: "A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba, ni para entregar la revolución; fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionado el socialismo, no para destruirlo". Esa afirmación obliga a preguntar: ¿Quién eligió a Raúl Castro? Y también obliga a aclarar que la alternativa de los cubanos no es entre comunismo y capitalismo salvaje. La alternativa es entre democracia o totalitarismo, incluso entre autoridades vitalicias o socialismo democrático. Póngase esa elección ante el pueblo, y si gana la democracia entonces el Partido Comunista Cubano no podrá ser ya más el rector absoluto, sino un partido más entre varios, en el marco de una nueva Constitución que recoja que en Cuba caben todos sus hijos, que el sol sale para todos. Siempre pregunto: ¿Por qué no podemos tener los cubanos, como otros pueblos, educación, salud pública y libertad?

Posiblemente Raúl Castro –más allá de su dura retórica en estas últimas reuniones que se acaban de celebrar en La Habana- sepa y desee desprenderse de las ataduras y opte por pasar a la historia como el facilitador del inicio de las soluciones definitivas de una Cuba con todos y para el bien de todos, convirtiéndose entonces en un hombre significativo en la historia cubana. Esta es una alternativa posible para el pueblo cubano y no la de seguir soñando con el VI Congreso del PCC, porque en los regímenes totalitarios no deciden nada estos eventos. Sólo son un instrumento de trasmisión de las decisiones tomadas -en el caso de Cuba- por Fidel y Raúl Castro.

Raúl Castro planteó el pasado 26 de julio que hay que sembrar mangos como los sembraban nuestros abuelos, utilizando una metáfora que reconoce los fracasos del régimen. Espero en algún momento también tenga la valentía de darnos razón histórica y hacer justicia pública con los que hace cuarenta años tuvimos el coraje -dentro de las filas del régimen y fuera de ellas, en las calles de Cuba- de proponer esos mismos puntos, por los que fuimos atacados, maltratados y acusados de desviación ideológica, primero, y de ser agentes de la CIA después.

Pensemos que Raúl Castro puede tener una agenda oculta de apertura nacionalista, que el reciente parte de Reuters se acerca a la verdad y que el programa de Ariel Terreros en la TV Cubana donde abordó estos puntos no sea sólo una valiente acción aislada. En Cuba se necesita, hoy, del lobo un pelo.

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Libertad para Cuba

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Te invitamos a la parada de este 5 de agosto en Internet, celebrando el décimo quinto aniversario de la revuelta popular más importante de la era castrista: El Maleconazo de 1994.

La idea nos llega de Facebook. Allí Joel Riv propone colgar un video de ese día (5 de agosto de 1994).

En nuestro caso y el de otros blogs, titularemos el post -que estará arriba por 24 horas- “Libertad para Cuba”. Reproducir todos el mismo título es lo más efectivo en estos casos, a efectos de su difusión internacional. El post, por supuesto, puede ser lo mismo el video alegórico que cualquier texto que decida el editor del blog o la web en cuestión.

Este 5 de agosto. Celebrando el Maleconazo. Libertad para Cuba.



Joaquín Gálvez: Memorables memorias (II y final)

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un artículo de Joaquín Gálvez

En Memorias del Subdesarrollo, Tomás Gutiérrez Alea nos presenta una etapa de transición en Cuba que comprende desde la invasión a Bahía Cochinos, en 1961, hasta la crisis de los misiles de 1962, narrada por Sergio, el protagonista, miembro de una extinta burguesía cubana que en su inmensa mayoría abandonó el país tras el triunfo de la revolución en 1959. El filme comienza con una fiesta, o carnaval cubano, donde alguien es asesinado; pero continúa como si nada hubiera ocurrido, señal de que las masas tienden a enajenarse por medio de la diversión.

Sergio es un burgués que siempre deseó ser escritor, pero las circunstancias no le concedieron el tiempo necesario (según él). En realidad, careció de voluntad para imponer su vocación en el marco de una clase burguesa provinciana que, por lo general, no apreciaba la cultura. No cabe duda de que el desprecio que muestra el protagonista hacia su familia y sus amigos, pertenecientes a la burguesía habanera anterior a la revolución, así como a las masas populares, le ayuda a justificar su incapacidad de no poderse realizar como ente social. Esto último es lo que le permite al director usar sutilmente al personaje para deslizar críticas que, de otra forma, nunca hubieran sido permitidas en la Cuba castrista.

Desde su posición de burgués frustrado y sin afiliación política, el personaje principal se refiere a Picasso como el comunista que vive muy cómodo en París, o a los carteles con propaganda revolucionaria como el que reza “Esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar”: “Y no se detendrá hasta llegar a Miami”, añade Sergio.

En cualquier caso, el arte triunfa en Memorias del Subdesarrollo. Gutiérrez Alea logra imponer, por encima del discurso absolutista y en tiempos de clamores colectivistas, lo singularmente humano como expresión universal. Sergio, o mejor dicho, Titón, fue un visionario que expuso, desde su soberana ambigüedad política, una realidad que con el tiempo se parece más a la ficción. Si es la vida la que imita al arte, no es placentero ser personaje en una película de horror, ni en una obra del absurdo. Entonces la vida puede estar en otra parte, pues “esa humanidad sigue diciendo basta y no se detiene hasta llegar a Miami”. Digo, si hasta aquí basta.

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Joaquín Gálvez: Memorables memorias (I)

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un artículo de Joaquín Gálvez

En Memorias del Subdesarrollo, Tomás Gutiérrez Alea se vale de la técnica del collage o de la yuxtaposición de imágenes para recrear el momento histórico del que parte el filme. Una forma de montaje en la que se advierte la influencia de la Nueva Ola Francesa, sobre todo de Godard. Memorable es la escena donde Sergio, el protagonista, se sumerge oníricamente en una fantasía erótica, mientras su criada le cuenta cómo la bautizaban en un río. Aquí, súbitamente, pasamos de una escenificación cristiana a una pagana, intercaladas magistralmente con Las cuatro estaciones de Vivaldi y El nacimiento de Venus de Boticelli.

La huella que el neorrealismo italiano dejó en Gutiérrez Alea es evidente en esta cinta. El enfoque social, visto a través de la alienación del individuo, las tomas aisladas de la cámara y el silencio de las escenas, trasmitiéndonos el estado anímico de los personajes, recuerdan el cine de Antonioni.

Las reminiscencias del Free Cinema son apreciables por medio del formato reportaje. Sergio es el espectador de un medio social que se está transformando ante los ojos del documentalista o el reportero televisivo. Por eso, una alusión suya sirve de pretexto para combinar una imagen estilo documental, como cuando se hace referencia a la pobreza y, de pronto, aparecen imágenes de América Latina y cifras estadísticas. La película cierra con tomas del despliegue de las milicias y de la gente en las calles, esperando la invasión norteamericana que nunca se produjo.

Sergio personifica al antihéroe existencialista por su visión escéptica y pesimista de la vida, por su ambigüedad y su actitud pasiva ante el medio que lo rodea. Puede recordarnos a personajes literarios como el Harry Haller de Hermann Hesse, en El lobo estepario, o el Meaursault de Albert Camus, en El extranjero. En su relación con las mujeres pueden establecerse puntos de contactos con el Guido de Fellini en 8 ½, prototipo fellinesco de antihéroe.

Este filme es tan revolucionario como subversivo gracias a la ambigüedad del protagonista, reflejo de una nación atomizada política y socialmente, donde no existe margen para lo políticamente tendencioso. Debe añadirse que el término subdesarrollo trasciende lo meramente político para indagar en los factores socioculturales que lo determinan, de ahí la indefinición del personaje principal, sin dudas un alter ego del director.

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Sobre este blog

El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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