Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Economía, Cambios

Autofagia económica

En realidad, una parte muy alta de las empresas industriales cubanas no tienen salvación

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Yo no soy economista, ni me siento cómodo en los temas económicos. Pero a veces son ineludibles, como me ocurre cada vez que leo en Granma de problemas y éxitos en la economía cubana. Y me ocurre ahora, cuando acabo de leer un artículo del 30 de mayo sobre las aventuras y desventuras de una fábrica de muebles sanitarios en Holguín.

Me explico.

Una de las confesiones más íntimas de los Lineamientos del VI Congreso es que se retorna al proceso de Perfeccionamiento Empresarial, el mismo que los militares iniciaron por los 80, presentaron en la primera mitad de los 90s como la salvación nacional y que Fidel Castro canceló (con la gozosa colaboración del defenestrado Carlos Lage) tan pronto como apareció Chávez dispuesto a subsidiarlo. Ahora en el poder incontestado, los militares no se limitan a lo que hicieron en los 90 —reestructurar las empresas como células listas para ser conectadas a un sistema de gestión nacional más orientado al mercado—, sino que se plantean diseñar la totalidad del sistema. Solo que, aliados como están a la decrépita burocracia partidista, y requeridos ellos mismos de una protección estatal efectiva para relanzarse como nueva burguesía nacional, tienen que hacer todo cautelosamente y con frases elípticas que sugieren más que lo que realmente dicen. Como hacía Tres patines en la tremenda corte.

Y al efecto los Lineamientos definen a la “empresa estatal socialista” como la “forma principal de la economía nacional”, escoltada por otras formas “no-estatales”. Y hay que reconocer que sugiere pautas de descentralización interesantes como son las relaciones horizontales inter-empresariales (estatales, privadas y cooperativas), así como la figura del contrato como pieza rectora de toda la relación, lo cual, aclaro de paso, se conocía en Cuba desde el siglo XVI. Para los autores de los Lineamientos la restructuración interna de las empresas y la redefinición de sus vínculos sistémicos son acciones claves para paliar ese terrible proceso de autofagia económica que llanamente denominan como “…el proceso de descapitalización de la industria y la infraestructura productiva del país”.

Pero dudo que lo que se anuncia en los Lineamientos —y lo que se puede hacer al nivel actual de la política cubana— sea suficiente para revertir este proceso perverso, por una razón muy sencilla: la reconversión empresarial requiere ajustes muy costosos socialmente y políticamente inaceptables para una élite que sigue manejando la actividad privada y cooperativa como un mal imprescindible al que hay que mantener en sus fueros y dejarle hacer el trabajo sucio de la reestructuración económica. Al menos, mientras el sector tecnocrático empresarial vinculado a los militares siga creyendo que ellos van a constituir “la única burguesía en el pueblo”, o al menos la única puerta a la que hay que tocar para llegar a ser burguesía.

En realidad, una parte muy alta de las empresas industriales cubanas no tienen salvación. Son entidades altamente contaminantes, ineficientes, con tecnologías atrasadas y depreciadas, que no han sido beneficiadas con inversiones capitales durante muchos lustros y con una fuerza de trabajo desmoralizada. Si sobreviven es por la obstinada percepción de los dirigentes cubanos de ahorrar “cueste lo que cueste”, sustituyendo importaciones. Estas empresas no resistirían la menor apertura del país al mercado internacional en una economía orientada por los dilemas del costo/beneficio. De hecho, siguen siendo subsidiadas al garantizárseles la sobrevivencia en un mercado interno protegido.

En la actualidad se produce una reducción relativa del patrimonio estatal con el incremento de la actividad económica mixta y privada. Pero si se expusiera el parque industrial existente a la acción de la “mano invisible”, aunque sea al dedo meñique de esa mano, la reducción sería absoluta y muy significativa. Y los despidos de trabajadores supernumerarios serían superior al calculado inicialmente, con los probables efectos políticos que ello tendría.

Y si alguien duda de lo que digo, veamos el dilema de la fábrica holguinera de muebles sanitarios. Aunque Granma se empeña obstinadamente en mostrar los notables éxitos de la empresa, para lo cual cita a algunos trabajadores seleccionados que se enorgullecen del cumplimiento-del-plan, en realidad lo que muestra es una bancarrota económica. La empresa no recibe una reparación general desde hace una década, por lo que trabaja con rodillos recapados y permanentemente asediada por la rotura de equipos. Debido a que no tiene una flota automotriz suficiente, ni lugar donde rentarla, el traslado de la materia prima básica —caolín— es una odisea cotidiana, más aún si tenemos en cuenta que la traen desde ¡Isla de Pinos!.

Pero luego sucede que las empresas que contratan sus producciones no las buscan cuando están listas, produciendo abarrotamientos de productos en los almacenes. Lo que Granma llama “incumplimiento del plan de ventas”.

La cuestión es mucho más compleja. ¿Cómo es posible que una empresa contrate un servicio o producto y no lo use cuando está disponible?. Según Granma es un problema de entendimiento. Dice el periódico oficial: “¿Entienden los directivos empresariales que el camino al fortalecimiento de la economía nacional incluye la coordinación precisa de acciones y el cumplimiento de obligaciones contraídas en los procesos de producción?”.

La pregunta deslumbra por su ingenuidad, pues en cualquier economía el entendimiento de los directivos sobre una cuestión como esta es absolutamente básica, imprescindible. Y aunque reitero que sé muy poco de economía, como con seguridad los lectores habrán notado, creo que los redactores de Granma y sus jefes saben aún mucho menos. La diferencia está en que mi ignorancia solo podría afectar a un puñado de pacientes lectores, pero la de los jerarcas cubanos está desangrando a un país. Y destruyendo un sistema de servicios sociales y de equidad al que generaciones completas dedicaron sus existencias.


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