Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Agricultura

¿Controlar o liberalizar?

Querer aumentar la producción sin mecanismos de mercado, autonomía y derechos de propiedad, es sencillamente un esfuerzo inútil.

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En respuesta a la profunda crisis económica se han creado en todo el país delegaciones municipales del Ministerio de la Agricultura, integradas por un delegado, uno o dos subdelegados y un grupo de especialistas, con el objetivo de "consolidar un sistema de trabajo integral que descansa en el principio básico de control estatal y atención a la base productiva".

El artículo "¿La espada alejandrina del campo criollo?", publicado por el diario Juventud Rebelde el pasado 1 de junio, apunta acerca de las referidas delegaciones: "Mientras seguimos con preocupaciones las continuas alzas del precio de los alimentos a escala mundial, en los campos cubanos se busca desatar los nudos que han amarrado sus producciones".

A juzgar por el contenido del texto, parece que el eje central de la nueva institución consiste más en el aumento de los controles y la reorganización de las actuales empresas, que en la imprescindible liberalización de los nudos existentes.

Según declaró al rotativo la delegada del municipio Güira de Melena, con la nueva estructura hay especialistas integrales a los que hay que preparar, porque algunos son graduados de Veterinaria, Sanidad Vegetal o Agronomía, "para cuando hagamos un control estatal puedan verificar e inspeccionar las distintas áreas". En Güira se comenzó a asignar a los productores "todo el combustible que necesitan". Ahora, dice la delegada, la entidad tiene "la obligación de ver si ese agricultor está empleando el petróleo en lo que realmente debe utilizarlo".

Por su parte, el delegado de Guantánamo afirma que ahora cuenta con una estructura idónea para acercarse a la base y "ejercer el control donde antes no podía hacerse", pues el asesoramiento y chequeo deberán llegar a cada productor en el área. Según el subdelegado de ese mismo municipio, las delegaciones están bien concebidas, pero hay que dotarlas de los recursos mínimos imprescindibles —transporte y combustible— para llegar al campo, "de lo contrario nos desgastaremos en llevar y pedir informes sin una verdadera identificación con los problemas", agrega.

De acuerdo con el artículo, en Guantánamo, donde más del 60% de las producciones agrícolas vienen de la montaña y de los campesinos, "se requiere que la delegación ejerza control y fiscalización sobre los mecanismos del sistema empresarial de la Agricultura, que revise su funcionamiento desde que inicia la cosecha hasta el destino de esas producciones".

Para el delegado de Ciego de Ávila, "la empresa contrata con el campesino lo que este va a producir, y en ese contrato queda plasmado lo que ese productor necesita para alcanzar la cosecha proyectada". "Ese compromiso de que la empresa le otorgue al campesino los recursos mediante contrato, y que las producciones se controlen mediante los insumos asignados, es muy importante".

La mudanza del nudo

Si bien situar la toma de decisiones más cerca de la base productiva significa más agilidad para la solución de los trámites y mayor eficacia productiva, y promueve el desarrollo de la iniciativa local, los controles desde el "Estado-papá" a los "productores-niños" actúan en dirección contraria a ese propósito.

Convertir a los agrónomos, pecuarios y veterinarios en especialistas integrales para verificar e inspeccionar a los que producen; entregar combustible y transporte a las delegaciones para controlar informes y fiscalizar la producción desde que se inicia la siembra hasta que se comercializan los productos; entregar petróleo para después tener que controlar en qué y cuánto se gasta: todo ello significa que los productores siguen siendo objetos pasivos sin capacidad para decidir, mientras el Estado crea, por encima de ellos, una estructura supervisora que continúa siendo el verdadero sujeto de la toma de decisiones.

Los nudos, en vez de desatarse, se están corriendo hacia la base. Esto obstaculizará el propósito de aumentar la producción de alimentos, pues no se apunta la causa esencial de la crisis de la agricultura cubana: falta de autonomía, libertad y derechos de los productores.

La experiencia de la ola de inspectores en los últimos años ha demostrado su fracaso. Ni cambios frecuentes de los inspectores de los lugares que visitan, ni la supervisión y depuración sistemática de los mismos, ni la formación de más y más inspectores "simples" o "integrales", ni la creación de cuerpos de inspectores para inspeccionar a otros inspectores, han repercutido en la eficiencia productiva.

Al contrario, en medio del desequilibrio entre el salario y el costo de la vida, muchos de los fiscalizadores convirtieron las inspecciones en una vía factible para "escapar" y mejorar su canasta familiar. La experiencia ha demostrado que la sociedad cubana, altamente calificada y emprendedora, no requiere de paternalismos sino de libertad. Es sencillamente un esfuerzo inútil aumentar la producción y la productividad sin la introducción de mecanismos de mercado, autonomía de los productores, derecho de propiedad y salarios en correspondencia con el costo de la vida.

Si se quiere eficiencia en la producción de alimentos, hay que suspender todas las regulaciones y controles dirigidos a impedir la formación de una clase media rural y, en su lugar, proceder cuanto antes a la transformación de los ociosos latifundios estatales en grandes, pequeñas o medianas empresas, e incentivar a sus dueños, privados o colectivos, con imposiciones fiscales bajas y flexibles.

En ese camino, ineludible, las delegaciones municipales del Ministerio de la Agricultura tienen mucho que hacer. Recordemos aquella afirmación de José Martí: "El mejor ciudadano es el que cultiva una extensión mayor de tierra"; pero, por supuesto, primero tiene que poseerla. Ahí debería radicar la principal función de la nueva institución agrícola.


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