cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cuba

Miamenses, Migración, Exiliados

Cubanos recién llegados ayer y cubanos recién llegados hoy

De cómo nos descalificamos unos a los otros

Comentarios Enviar Imprimir

Todas las inmigraciones cubanas al sur de la Florida han contribuido al progreso de esa región. Sin embargo, tendemos a calificarlas con comentarios y objetivos negativos. Por ejemplo, algunos —como yo— cuestionamos a la última ola de inmigrantes cubanos, los recién llegados, por ser fanáticos de Trump. Otros argumentan que los recién llegados parecen no sentirse orgullosos de ser cubanos, que hasta prefieren esconder la cubanía.

Conozco a una docena de recién llegados, incluyendo a tres miembros de mi familia. Entre ellos hay un médico, un dentista, un licenciado en cultura física, un economista y varios obreros. Todos ya manejan sus propios automóviles y se ganan la vida legalmente con lo primero que han encontrado. Ya no tienen que ‘resolver’. Ya están encaminados. Ya son historias de éxito y se sienten muy cubanos. Así que mi mensaje para ellos es que no tomen muy en serio los comentarios negativos que se les hacen. El tiempo pasará y, como siempre habrá cubanos recién llegados, se hablará de los últimos en llegar.

Yo fui recién llegado. Aquí cuento muy brevemente (podría escribir un par de tomos de mil páginas cada uno) mi experiencia personal más lo que vi y escuché decir acerca de quienes recién llegaron antes y después que yo.

De los llegados en la década del 2000 por el ‘bombo’ y otras vías

Miles de cubanos llegaron a Miami a través de la lotería de visas conocida como el ‘bombo’ durante la primera década del milenio que transcurre. Algunos de ellos fueron invitados a un programa de entrevistas y opiniones de un canal de televisión de Miami en el año 2005 (no recuerdo la fecha exacta). Allí ellos se quejaron de no ser muy bienvenidos por el exilio cubano histórico debido a dos razones fundamentales: 1) que en Cuba ‘resolvían’, es decir, robaban; 2) que viajaban a Cuba en cuanto recibían la greencard.

Algunos en el exilio cubano histórico llegaron a preguntar si esos recién llegados podrían ser considerados exiliados. “¿Inmigraron por hambre o por libertad?”, preguntaban. Incluso, se les rectificaba. Se les decía, “cuando les pregunten, no digan que vinieron por razones económicas. Digan que vinieron en busca de libertad.”

Yo tenía sentimientos encontrados al respecto. Vine buscando libertad, pero recordaba cómo y cuánto robé —para resolver— en Cuba. En mi mundo, robarle al gobierno cubano no era robar, ni siquiera era un acto de libertinaje. Era un acto de rebeldía. Es que ese gobierno decía que todo era de todos y para todos, entonces yo solo agarraba mi parte, a veces agarraba más. Por otro lado, no había regresado a Cuba desde que me fui. Llevaba catorce años sin ver a familiares y amigos, por lo que no me alegraba mucho eso de ir dos o tres meses después de recibir la greencard. En ese aspecto, concordaba con el exilio cubano histórico.

Entonces recordé que mi generación de recién llegados también fue víctima de calificativos negativos. Además, conocía los comentarios nada agradables hechos contra los marielitos y los primeros cubanos que llegaron luego del triunfo de la revolución del año 1959. Eso contribuyó a que me solidarizara con todas las olas de recién llegados.

De los llegados en los 1990, balseros y no balseros

Mi primera experiencia negativa sucedió el mismo día que pisé tierra miamense en agosto de 1991. Luego de bajarme del avión, atravesando el pasillo hacia la aduana y la oficina de inmigración, un cubano me gritó: “las ratas van abandonando el barco”.

Vine en avión, pero yo era un balsero más para los cubanos de Miami. Trabajé en el restaurante Versailles (estoy sumamente agradecido) junto a muchos balseros. Los clientes nos regalaban dinero no por servir pan y agua y limpiar mesas, sino por ser balseros. Yo les decía que no, que yo no era balsero, pero no me creían. No me molestaba ser balsero, tampoco quería pasar por estafador. Hay que ser bien valiente para cruzar en una balsa maltrecha ese mar tan impredecible e infestado de tiburones.

La mayoría de los balseros y yo habíamos nacido y crecido bajo la revolución cubana. Éramos, decían, ‘el hombre nuevo’ y por tanto ‘rosaditos’, perezosos, indisciplinados y brutos. Además, pertenecíamos a la misma generación, por lo que hablábamos, vestíamos y hasta caminábamos, comíamos y bebíamos más o menos igual. Por consiguiente, llamarnos balseros fue una forma de enlatarnos como sardinas, ¿para entendernos mejor?

Un par de años después sucedió el Maleconazo y cientos de miles de cubanos se hicieron balseros y recién llegados. Se les recibió con los brazos abiertos, al principio. Los comentarios negativos aparecieron poco a poco:

“Los que están llegando ahora…, ¡que distinto son!”

“¡Ni siquiera parecen cubanos!”

“¡Los cubanos no éramos así!”

“¡No sabía que había tantos negros en Cuba!

“¡Que vagos son!”

“Solo piensan en comer.”

Quizás eran observaciones casuales, consecuencias de una primera impresión. Entiendo que fueron muchos años sin comunicaciones de ningún tipo entre cubanos de allá y de aquí. No nos conocíamos personalmente, por lo que el encontronazo fue áspero y nos tomó años en recuperar el tiempo perdido. Conozco muchas familias que se llevaron bien mientras estuvieron separados, unos en Cuba y otros en el sur de la Florida, pero una vez juntos y conviviendo, comenzaron las broncas y terminaron peleados.

En los centros laborales, los balseros fueron convertidos en pinareños y gallegos: brutos, imbéciles e inútiles.

“Que va a saber ese, si es balsero.”

“Vino empujando el bote.”

Me puse a estudiar inglés, pero si yo lo practicaba, me decían: “oye chico, ¿por qué hablas en inglés si eres cubano?”

Un día, mientras almorzaba y leía en una cafetería en el suroeste de la Calle Ocho, un super cubano me miró entre ceja y ceja y me dijo: “A ustedes Fidel les metió en la cabeza eso de estudiar.” ¡Lo dijo como si leer y estudiar fuese malo!

“Gastar tanto dinero en libros, por gusto” —decían unos.

“¿Leer no te va a dar nada?” —decían otros.

“Aquí lo que importa es el cash” —decían todavía otros, parafraseando el comercial de la mueblería Maria’s Furniture.

Otro comentario frecuente era: “Oye, ¡cómo te demoraste en venir!”. Intencionalmente olvidaban que no era fácil salir de Cuba en aquella época. A un vecino mío lo mandaron a cortar caña durante cinco años para “ganarse” la salida del país. Eso fue en los años 1970. Salió de Cuba en 2002, y porque se ganó la lotería de visas.

Exigían que nos “definiéramos” y “demostráramos” con quién estábamos, con Castro o con el exilio. Eso quería decir que teníamos que ser republicanos, apoyar el embargo, no mandar dinero y no ir de visita a Cuba, entre otras exacciones.

No olvido aquel Thanksgiving en que me aparecí con mi novia salvadoreña. “¿Tú, con una india?” Porque se suponía que yo tenía que casarme con una cubana. Por cierto, la salvadoreña era bellísima, que de india solo tenía el pelo y era tan blanca de piel como cualquier cubana. Tanto así que, luego de los comentarios racistas y nacionalistas, un cubano se me acercó a decirme: “oye, la verdad es que la india está riquísima.” “¡Tremenda jeva que levantaste!”

De los Marielitos

Mi madre y mi hermano son marielitos, así que conozco de primera mano el rechazo que los marielitos sufrieron cuando llegaron a Miami. No solo Fidel Castro, también algunos cubanos del exilio histórico los acusaron de delincuentes, escorias, asesinos y locos. Es cierto que Fidel Castro coló a miles de presidiarios y enfermos mentales entre la gran mayoría honesta y trabajadora que salió de Cuba por el puerto de Mariel en 1980. Y la película Scarface (1983) de Brian De Palma contribuyó mucho con la consolidación y divulgación de esos calificativos tan negativos. Por suerte, el tiempo pasó: ya casi no se habla de los marielitos, ni mal ni bien.

De los marielitos exitosos económicamente decían que eran traficantes de drogas, marimberos. Si te veían con un Cadillac o un Mercedes Benz ‘del año’, decían: “ese dio un viajecito a Colombia”. Si comprabas una casa: “ese anda en algo raro”. Pero, por el contrario, si manejabas un cacharrito, un trasportation, entonces comentaban:

“Ese está escacha’o.”

“No tiene na’ porque es un vago.”

“Qué va a tener si lo manda to’ pa’ Cuba.”

Entiendo por qué Reinaldo Arenas, marielito, se largó de Miami en cuanto pudo.

De quienes llegaron en los años 1960

Trabajando en el restaurante Versailles escuché todo tipo de comentarios negativos sobre quienes salieron de Cuba durante los primeros meses de la revolución. En general, más o menos repetían lo que me habían dicho en las escuelas cubanas: eran batistianos asesinos que robaron el dinero del pueblo cubano.

Había dos grupos: los batistianos, y los antibatistianos arrepentidos de haber apoyado a Fidel Castro. Ambos grupos no se cansaban de injuriase en la radio de Miami. Enemigos en Cuba, enemigos en Miami, enemigos eternos.

Dentro de esos dos grupos estaban quienes cuestionaban el éxito económico de esa primera ola de inmigrantes. Decían que tal éxito no existía porque habían venido con dinero. Y me confundían porque, por un lado, decían que éste era el país de las oportunidades. Decían que, “para hacer dinero, Estados Unidos”. Pero por el otro lado, quienes lograban cierto éxito económico eran ninguneados y acusados de haber traído dinero de Cuba, de haberlo robado. Era puro espíritu de contradicción.

Y la envidia que le tenían a Jorge Mas Canosa me daba pavor.

Conclusión

Todas las olas de inmigrantes cubanos al sur de la Florida han tenido defectos y virtudes, pero la tendencia suele ser el juzgar más por los defectos que por las virtudes. Curiosamente, leyendo la historia de las inmigraciones a Estados Unidos aprendí que también sucedió entre los inmigrantes europeos a este gran país. Ahora algunos olvidan —o desconocen— que los inmigrantes irlandeses e italianos fueron muy discriminados. Entonces concluí que así es la naturaleza humana, y por tanto es posible que los recién llegados de hoy estigmaticen a los recién llegados de mañana.


Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.