Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Jerga de ordeno y mando

El uso de la terminología militar en el lenguaje de la prensa forma parte del juego totalitarista.

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Era diciembre de 2002 y transcurrían los debates del II Encuentro Internacional de Estudiantes de Comunicación (ICOM), convocado por la Universidad de La Habana. Por aquellos días, dos futuros periodistas de la Universidad de Oriente fueron vapuleados, entre preguntas y críticas, por criticar el uso abusivo de la terminología militar en la prensa escrita nacional.

Un auditorio mixto se quedaba espantado ante los análisis de los títulos periodísticos: La batalla de los mangos, para describir una simple cosecha de frutas; Ofensiva contra el enemigo, para nombrar una campaña de salud; La esperanza se escribe con cañones, para manifestar el respaldo de los niños a una propaganda política del gobierno; La cultura es una trinchera, para ratificar un compromiso de algún artista…

Estos eran sólo algunos, entre muchos otros de una enorme lista, de los que aquellos "extraños estudiantes" habían presentado ante varios colegas del continente, casi en tono de denuncia, aunque con enfoque científico.

Aquella tarde de diciembre de 2002 puede aún ser recordada por algunos testigos. La vida de los que se atrevieron a asumir críticamente una práctica generalizada, que evidenciaba la carencia creativa manifiesta en los medios de prensa de la Isla, no tiene más olor a letras impresas y mucho menos a periodismo oficial. Sin embargo, pese a que el tiempo ha pasado, aquellos análisis cobran hoy mayor relieve.

Balas impresas

Asumir la labor periodística desde los "ladrillos" informativos que se imprimen, significa entrar en una especie de confrontación clara contra un enemigo inventado desde 1959. Los propios colores de las publicaciones, el rostro de quienes las hacen, el ambiente que se respira entre ellos y la vigilancia impuesta desde servidores informáticos, parecen resultado de una guerra civil que no ha sido nunca real, pero sí manifiesta desde algunos actos y actitudes.

De hecho, quienes alguna vez estudien en profundidad qué ha sido del periodismo cubano en los últimos 45 años, tendrán que admitir que lo que se guarda en los archivos de las publicaciones e, incluso, lo que hoy se publica, no es más que una mínima noción de lo que los ciudadanos han vivido durante casi medio siglo. Desde luego, la parcialidad de estas hemerotecas no servirá para construir en el futuro un libro de Historia serio.

La prensa, ferozmente vigilada, ha sido la principal protagonista de la tergiversación y ocultamiento de hechos que han marcado la vida de los cubanos.

El uso de términos militares en sus páginas, aquello de "vanguardia" y "retaguardia", "vencedores" y "perdedores", "destacados" y "rezagados", "fuertes" y "débiles", "tiros" y "balas", "fusiles" y "cañones", "hombres de acero" y "hombres de hierro", "frijoles que son cañones", "cultura que es escudo", "trabajo que es batalla", "cumplimientos que son metas", "derrotas que son victorias", "ejemplos que son actitudes heroicas", "niños que son guerreros", "mujeres que son mártires", "personas simples que son héroes", "abuelos que son eternamente militantes", "escuelas y centros de trabajos que son trincheras"… empañan desde hace años el existir de una nación perdida en esperanzas.

Hoy, pese a la anterior anécdota, casi aislada, de aquellos dos "extraños" estudiantes de Comunicación, se necesitarían congresos enteros para analizar cómo ha podido sobrevivir, en el día a día, tanta movilización, tanta bala hecha letra, tanta energía en pos de movilizaciones manipuladas.

Un rápido bosquejo por lo que es "noticia en Cuba" testimonia aún esa práctica horrible de definir acontecimientos cívicos como batallas épicas.

'Los generales'

En esa especie de unidades militares que son los departamentos informativos de la prensa, quienes lideran tal "epicidad" son los "generales": los "periodistas" que han sabido estar en el lugar y el momento justo para lograr un ascenso glorioso, aprovechando cualquier coyuntura y caminando por encima de sus principios.

Ellos mandan y son los elegidos para eso. Cambian los titulares "literarios" para convertirlos en "militantes", obvian los títulos "incoloros" para hacerlos más "verdeolivos", designan a los mejores "soldados" para hacer noticia lo "intrascendente".

Cuando hayan desaparecido los tabloides de cuatro páginas que hoy se editan en toda la isla, cuando hayan sido substituidos por publicaciones mucho más completas y libres, posiblemente los periodistas continuarán conmemorando el 14 de marzo como el "Día de la Prensa Cubana". Para entonces, habrá que dedicar jornadas completas contra tantas balas perdidas y cañones publicados, contra la necedad de hacer una guerra desde las imprentas y las redacciones.

Con certeza, en esos días del porvenir no habrá estudiantes de Comunicación considerados "extraños", y mucho menos una prensa militarizada.


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