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Migración, Exilio, Exiliados

La Quinta Ola

Esta ola es la menos ideológica de todas, salida de lo profundo del instinto de conservación

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Una niña encuentra un par de zapatos deportivos en una tienda barata de Miami y grita por encima de la multitud: “¡Mira papi que tenis más bonitos a veinte pesos!”. Un muchachón sudado y molesto reclama en un tropicalísimo pollo: “¡Oye, consorte, no me pusiste las papas fritas!”. Las autoridades de Hialeah reportan que las casas rodantes han aumentado en los patios vecinales; presumen que se están usando como alquileres a los recién llegados de la Isla. Los conductores de toda la ciudad se quejan de las motorinas —scooters— pues no respetan las leyes del tránsito, ni siquiera temen al Turnpike, a donde suben sin que les tiemble el manubrio.

En la Habana una casa en el emblemático barrio de Miramar —ahora Playa— con tres cuartos, patio y garaje se anuncia en venta por una docena de miles de dólares. Los vecinos de una provincia se quejan de los “mandados de la libreta”: a inicios de mes solo ha venido la sal (sic). Varias aerolíneas han suspendido vuelos a la Isla por la escasez de turismo —Meliá reporta una merma del 41 %—; pero la construcción de hoteles no se detiene. Otro derrumbe en La Habana Vieja. De octubre 2021 a septiembre 30 de 2023, 424.894 cubanos llegaron a Estados Unidos. Eso es alrededor del 4 % de la población de la Isla.

El primer párrafo ilustra la “ola”, quinta y última —2021-2023— que llega a tierras norteñas. El segundo, la resaca; lo que va quedando de un país próspero, lugar hacia donde se emigraba desde los cuatro puntos cardinales, y su capital, llamada con toda razón el París del Caribe. Una Isla que fue la “azucarera del mundo” y la “potencia beisbolera del Caribe”, hoy importa azúcar y hace papelazos en los diamantes de pelota extranjeros donde juega. Muchas cosas cambian en más de medio siglo, para bien o para mal.

Cambia, por ejemplo, lo que llamamos emigración. Entre la primera “gran ola” —Camarioca y Vuelos de la Libertad— cerca de 30.000 compatriotas, y el casi medio millón reportado en los últimos años, hay similitudes y diferencias. Las hay en cantidad y calidad. Para no aburrir con datos innecesarios, cada “ola” es mayor que la otra, lo cual indica no solo la “bravura” del mar migratorio sino el vacío que va quedando detrás de la estela.

Cuba es un caso demográfico singular: en seis décadas, con mayores avances científicos y técnicos, la población de la Isla disminuye. La pirámide demográfica se equipara a la del llamado Primer Mundo cuando su economía lo coloca entre los más miserables de América. A la baja natalidad por la práctica masiva y voluntaria de abortos se le suma la emigración, también grande, de niños y jóvenes. Las mujeres no quieren parir en Cuba, y las que lo han hecho, no quieren que sus hijos crezcan donde ellas han pasado tantas penas sin glorias.

Aunque la emigración como arma política es usada desde tiempos inmemoriales, en el caso que nos ocupa bien vale una cátedra —de hecho existen en ambas orillas. Las políticas en el emisor, Cuba, y en el mayor país receptor, Estados Unidos, no han cambiado en sus intenciones ultimas en más de medio siglo. Con la migración hacia el Norte los comunistas enseñan su rostro de víctimas y el de los victimarios —el “bloqueo” y la Ley de Ajuste— Los políticos norteamericanos muestran al mundo, como en un museo del horror en tiempo real, el fracaso del socialismo.

Sin embargo, esta última “ola” —2021-2023— tiene singularidades que es necesario leer con detenimiento. Si bien hay un ejecutivo demócrata en la Casa Blanca —todas las marejadas se producen bajo el signo del Burro— y se mantiene inalterable la política del embargo y las leyes favorables a la emigración cubana, la economía —en “resección creativa”, diría el Designado— es incapaz de ofrecer a los recién venidos las ayudas que recibieron anteriores aluviones de cubanos, sobre todo en el Sur de la Florida, donde se concentra cerca del 70 %. Los problemas de la frontera sur del país vienen a complicar las cosas para el presidente: ¿por qué los cubanos sí —con grillete y sin grillete—, y el resto del mundo, no?

Por “allá” también hay cambios que le dan a esta ‘última ola” matices de particularidad. En primerísimo lugar la inoperante economía cubana. Aunque siempre fue así, en otras épocas había mecenas con los cuales cubrir las ineficiencias. Hoy no salen los funcionarios de China, Rusia y África en busca de nuevos sustentadores. Se le carga al Designado y sus aláteres toda la responsabilidad del desastre —cualquiera diría que la Generación Histórica lo vio venir y estos son solo chivos expiatorios para cargar el Pecado Capital. Sabemos, ellos como nadie lo saben, que el sistema no va a funcionar jamás. El socialismo es un embuste y el comunismo tropical lo es doblemente: nunca ha sido independiente, ni en economía ni en política.

Las dos últimas generaciones de cubanos han nacido o han crecido en el universo del doble discurso, hoy más incoherente que nunca: una cosa dice el Órgano Oficial y otra, diametralmente distinta, grita la “calle”. Y a esa brecha entre la mentira y la realidad, vino a darle el 11J su definición mejor: en Cuba no queda nada por hacer que no sea ganarse una cárcel y una condena como si hubiera asesinado a alguien; hay que irse para la Siberia —incluso, contratados como mercenarios— o a conocer los volcanes de Centroamérica.

Y hay otra singularidad de suma importancia. El régimen no sabe cómo lidiar con las redes sociales, como enfrentarse a los discursos alternativos. No pueden porque la realidad diaria es más fuerte que cualquier ficción llamada “resistencia creativa”. Palabrita oxímoronica —¿a quién se le habrá ocurrido ese crimen contra el castellano?— define lo irracional de la llamada “continuidad”: no puede haber originalidad, ideas nuevas y verdad cuando la única opción del ser humano es “aguantar” decisiones verticales, impuestas por unos pocos “elegidos”. La creatividad solo puede florecer en la belleza, la autenticidad y la libertad individual.

Esta ola migratoria nos está diciendo con mucha claridad que puede ser la última. No porque el régimen, ahogado, apenas pueda poner la corriente eléctrica, dar el pan de cada día, trasportar mercancías y enfermos. Todavía podrán priorizar ciertas actividades como el aparato represivo y la propaganda, que viene a ser lo mismo con piel de oveja. Esta ola es la menos ideológica de todas, salida de lo profundo del instinto de conservación. Es la marejada de la sobrevivencia. Del sálvese quien pueda. Tras la desaparición física de por quién aun suenan las campanas vendrá el Tsunami. Solo en las manos de quienes hoy tienen un pedacito de poder en la Isla esta ir preparando la “Transición Creativa”. Toda Cuba lo está gritando. De eso trata el nuevo oleaje: huir del caos.


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