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Crisis, Economía, Gobierno

Para que el futuro de Cuba no sea incierto hay que pensarlo

Arriba el Castrato a la crisis más aguda de su historia

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Si la caída de la URSS y el “campo socialista” llevaron al castrismo en los 90 a su crisis interna más profunda hasta entonces y lo condujo a decretar el llamado “Período especial en tiempos de paz”; la que se aprecia se muestra más aguda en todos los ordenes.

Las propias declaraciones de importantes figuras del régimen, los análisis de los economistas cubanos de todas las tendencias y la insatisfacción de la población no dejan lugar a dudas.

Entre los factores más significativos se encuentran su incapacidad para generar cambios, la destrucción de Venezuela —su sostén energético—, la caída del turismo y las entradas por servicios médicos debido a las presiones económicas internacionales más integrales y crecientes y la desfavorable correlación de fuerzas internacionales a escala global y continental, que no muestran alternativa alguna de sostenimiento como lo fueron la URSS y Venezuela anteriormente.

Otros elementos claves son la ausencia de liderazgo después de la muerte del caudillo, las evidentes diferencias sobre la estrategia a seguir entre los actuales cabecillas, la falta de democracia siquiera a lo interno del Partido, la generalización de la represión como método básico de gobernanza y la natural falta de compromisos de las nuevas generaciones con el Castrato.

El régimen, siempre dictatorial, ya no gobierna siquiera sobre la base de un consenso mínimo de simple mayoría, la última votación de la “Constitución” fue un fraude a todas luces, desde la violación del proceso de discusión hasta las votaciones. Todas las encuestas independientes indican que más del 70 % de la población quiere cambios. Hoy sólo lo mantiene en el poder la represión sistemática generalizada de baja intensidad que intenta evitar la agrupación de fuerzas opositoras y mayores presiones internacionales.

Significativamente, el desarrollo, aunque limitado de las nuevas tecnologías e internet en Cuba, que socializan y democratizan la sociedad a contrapelo del sistema, ha roto con el monopolio informativo de más de medio siglo que mantenía el castrismo sobre la sociedad cubana.

El desastre económico muestra toda su agudeza en la alimentación, el transporte, la vivienda, la recogida de basura, la destrucción de la infraestructura y las condiciones de las instalaciones sanitarias. Los jóvenes siguen huyendo del castrismo cómo y hacia dónde pueden a pesar de la eliminación de la política “pies secos/mojados” por EEUU.

Por todo ello el desgaste económico, social y político del sistema estatal-esclavista ha llegado a un nivel nunca visto.

El descontento popular, el desprestigio del modelo estatal-esclavista y el aislamiento internacional son crecientes y están creando las condiciones para la natural implosión del Castrato agotado por una dictadura totalitaria de más de 60 años que ha fracasado en promover el bienestar de la población.

La actual sociedad cubana está llena de conflictos de todo tipo, internos y externos, generados por el sistema estatal esclavista dictatorial y sólo parecen solubles en un proceso de cambio de sistema. Las contradicciones fundamentales que se aprecian en la realidad cubana y que en su desarrollo pueden dinamizarlas se aprecian entre la dominación castro-esclavista y el pueblo cubano oprimido y cansado del abuso; y entre la dictadura política y la necesidad de libertad y democracia sin las cuales no hay prosperidad posible.

El castrismo trata de manipular, tergiversar y desvirtuar esas contradicciones para evitar que puedan ser identificadas por las mayorías y procura presentarlas como el enfrentamiento de la nación cubana contra el “imperialismo yanqui” —David versus Goliat— y la lucha del “estatal-socialismo” contra el capitalismo degradante consumista y explotador.

Es por eso que todas las culpas del desastre castrista se pretenden cargar al vecino del Norte.

Tener bien definidos estos fenómenos es muy importante para que la oposición, la disidencia y los factores internacionales que las apoyan, identifiquen claramente las blancos y objetivos a alcanzar y no se dejen confundir por la propaganda castrista ni prestarse a sus manipulaciones.

Así, el embargo de EEUU está dirigido contra el sistema esclavo-facho-castrista, antidemocrático impuesto y mantenido por la violencia y la represión a los cubanos; y no contra Cuba o el pueblo cubano, como lo presenta el régimen. Tal y como expresa la Ley Helms-Burton las medidas del embargo desaparecerían con la restauración democrática en Cuba, en la cual el castrismo no está interesado porque se sabe perdedor en cualquier elección libre.

Igual, lo que defiende el castrismo no es ningún sistema ideal de justicia social, sino un modelo totalitario, estatal-esclavista, la “Moderna Esclavitud” como le llamó Martí a ese tipo de socialismo desde el Estado totalitario, todopoderoso, todoposeedor, excluyente y depredador del ser humano y el medio ambiente, al estilo del peor comunismo vulgar estalinista de la III Internacional.

También es importante identificar que el eslabón fundamental que insiste en la continuidad del modelo castrista es el dictador heredero Raúl Castro que se cuida y escuda en otros para tratar de preservar su imagen. Por eso parece conveniente descargar en él, toda la responsabilidad por el desastre y así deslindar a los que no lo apoyen plenamente el sistema y alentarlos a jugar algún papel positivo en la transición democrática, como ocurrió en el “socialismo real”.

En estas condiciones, cuando las protestas populares se generalizan abiertamente en las calles y en las redes sociales y el castrismo trabaja en la división de sus adversarios, urge juntarse a la oposición y a la disidencia plurales, tras un programa mínimo de convergencias democráticas que le permitan jugar un papel de significativo a predominante en la etapa de desmoronamiento y transición del castrismo a la democracia, la cual parece más cercana cada día.

Si no se lograra, los grupos dentro del castrismo podrían “repartirse la piñata”, crear islotes de poder entorpecer el proceso de democratización y hasta predominar en una eventual elección donde la oposición-disidencia vaya dividida.

Para que el futuro no sea incierto hay que pensarlo.


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