Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Misiles, Chong Chon Gang, Corea del Norte

Cuba y Corea del Norte: generales en desgracia

Chong Chon Gang vuelve a las noticas, tras ser absuelta su tripulación en Panamá. Un análisis sobre las interioridades de un hecho que dio la vuelta al mundo

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Cuando en la primera quincena del mes de julio de 2013 estalló el escándalo del armamento procedente de Cuba hallado a bordo del buque norcoreano Chong Chon Gang, escondido bajo una carga de diez mil toneladas de azúcar supuestamente donadas por La Habana a Corea del Norte (naturalmente, sin pedirle autorización, y ni siquiera opinión, a los cubanos) la noticia tuvo inmediata repercusión en todo el mundo y, naturalmente, en todos los medios informativos en español en el sur de La Florida.

El hecho de que el capitán del buque norcoreano hubiera intentado suicidarse, que los treinta y cinco miembros de la tripulación hubieran resistido el abordaje por parte de los funcionarios panameños y hubieran dañado las fuentes de energía del buque, y que todos se hubieran negado a hacer ningún tipo de declaración ante las autoridades panameñas que pretendieron interrogarlos mediante intérpretes, añadió drama y surrealismo a la situación.

Aunque la información no salió de golpe, sino iba surgiendo poco a poco, igual que los miles y miles de sacos de azúcar “prieta” que los panameños, entre millones de abejas, extraían de las bodegas del buque, se pudo conocer del armamento oculto a través de la declaración del gobierno cubano, fechada en julio 16 de 2013, que señalaba que:

“…dicho buque zarpó de un puerto cubano rumbo a la República Popular Democrática de Corea con un cargamento, mayormente, de 10.000 toneladas de azúcar.

Además, en la citada nave se transportaban 240 toneladas métricas de armamento defensivo obsoleto —dos complejos coheteriles antiaéreos Volga y Pechora, nueve cohetes en partes y piezas, dos aviones Mig21 Bis y 15 motores de este tipo de avión, todo ello fabricado a mediados del siglo pasado— para ser reparado y devuelto a nuestro país.

Los acuerdos suscritos por Cuba en esta esfera se sustentan en la necesidad de mantener nuestra capacidad defensiva para preservar la soberanía nacional”.

El gobierno de Panamá informó públicamente que el buque Chong Chon Gang, con una lamentable historia de violaciones de regulaciones marítimas e ilegalidades de todo tipo, había sido detenido por sospechas de que transportaba drogas. Aunque nadie lo ha dicho oficialmente, es de pensar que Panamá recibió el alerta proveniente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos (CIA), de Israel (Mossad), o de ambos.

Antes de hacerse pública la noticia de la detención y registro del buque, La Habana había enviado urgentemente a Panamá a uno de sus vicecancilleres, para asegurarle al gobierno panameño que en el buque no había ningún tipo de drogas. En cierto sentido, puede aceptarse que el régimen no estaba mintiendo en lo de las drogas, de acuerdo a lo que se ha podido conocer hasta ahora. Sin embargo, el ilustre vicecanciller del gobierno cubano no dijo nunca la verdad a sus colegas panameños, puesto que se quedó convenientemente detenido en el tema de las drogas y no mencionó una sola palabra del armamento oculto bajo los sacos de azúcar. Si el vicecanciller sabía lo del armamento oculto o no, no tiene importancia: el gobierno cubano pretendió hacer trampas al gobierno panameño.

Cuando se comenzó a descargar el buque por parte de las autoridades de Panamá se fueron conociendo más y más detalles sobre los hechos, y el mundo supo del armamento “defensivo” y “obsoleto” escondido en el barco, Indudablemente, quedaba claro que el régimen había sido sorprendido con las manos en la masa, violando disposiciones de Naciones Unidas con relación al tráfico de armas con Corea del Norte.

Las versiones

Durante las primeras semanas del acontecer noticioso sobre este tema hubo de todo, hasta la lamentable declaración del expresidente colombiano Álvaro Uribe, asegurando que el armamento enmascarado tenía como destino Ecuador-narcoguerrillas de las FARC. El expresidente no se preocupó para nada de imaginarse qué tiempo necesitarían las guerrillas o los ecuatorianos para descargar, sin llamar la atención, las diez mil toneladas de azúcar que estaban encima del armamento oculto en contenedores —Panamá necesitó casi tres semanas— ni tampoco qué podrían hacer los discípulos de “Tirofijo” con quince motores de Mig21 en las selvas de Colombia, o si el azúcar quedaría en tierra o volvería a ser cargada en el buque. Aparentemente, esos aspectos le parecieron al señor Uribe detalles sin importancia.

Otras versiones rocambolescas hablaron de algún tipo de conspiración interna dentro de las fuerzas armadas cubanas, posiblemente entre la oficialidad más joven del país, o la que resultaría menos relativamente anciana, para crearle problemas a la cúpula del poder. Esta explicación, naturalmente, tendría que suponer tranquilamente que la muy poderosa Contrainteligencia Militar estaba de vacaciones en algún lugar de Australia con todos sus oficiales, y que la vigilancia y protección de la carga militar que se ocultaría en el barco bajo el azúcar se hubiera encargado a un simple Comité de Defensa de la zona del puerto donde el buque fue cargado.

Otras versiones, buscando explicaciones, se preguntaron si el destino del armamento oculto sería algún país del Medio Oriente o África. De haber sido así, el paso por el Canal de Panamá resultaría la ruta menos apropiada y práctica, no solamente porque supondría violar tratados internacionales sobre el tránsito de armamento por la vía interoceánica y arriesgarse al siempre latente peligro de inspección de un buque con historial delictivo que había estado más de treinta días con sus sistemas de localización desconectados en Cuba, sino también porque el viaje resultaba innecesariamente mucho más prolongado.

Además, en el teatro de operaciones del Medio Oriente, donde los israelíes, los egipcios y varios países árabes petroleros cuentan con una modernísima fuerza aérea de origen norteamericano, y sirios e iraníes se reaprovisionan continuamente con los más modernos aviones rusos, los Mig21 de la era soviética que enviaba Cuba en el Chong Chon Gang no podrían ser demasiado efectivos en ninguna circunstancia.

Aun otras versiones, que no merecen dedicarle demasiado tiempo, mencionaron hasta una segunda Crisis de Octubre cuando oyeron hablar de complejos coheteriles, pero, como es lógico, tales versiones solo sirvieron para entretenerse en el ciberespacio y en las redes sociales por un tiempo, hasta que surgiera la siguiente simpleza que resultaría de interés para muchos de los usuarios que se toman estas cosas superficialmente.

Ha costado mucho trabajo aceptar, y muchos cubanos en Miami no lo han hecho todavía, la posibilidad, y hablo solamente de la posibilidad, de que tal vez las armas realmente fueran enviadas por el gobierno cubano a Corea para ser utilizadas por esa dictadura dinástica. De cierta manera, sería un intento del régimen de devolverle el favor a Corea del Norte por los cientos de miles de fusiles AKM que el tirano Kim Il Sung envió gratuitamente a Fidel Castro en los años ochenta, cuando los soviéticos le hicieron saber al gobierno cubano que no estaban dispuestos a combatir contra Estados Unidos para defender el manicomio en Cuba. Y no habría sido casual que esa información sobre el armamento enviado a La Habana por el dictador coreano la haya hecho pública Fidel Castro en una de sus disparatadas “reflexiones” cuando estaba en su apogeo el escándalo del buque norcoreano.

O podría ser posible, tal vez, y de nuevo hablo solamente de una posibilidad, nada más, que hubieran sido enviadas para ser reparadas y recibidas de regreso en la Isla. En ese caso, el azúcar podría ser la forma de pago de Raúl Castro por los servicios que los norcoreanos brindarían al régimen. Además, más que simplemente “reparar” y nada más, es probable que lo que se pretendiera fuera “actualizar” y modernizar al menos una parte de ese armamento, convirtiendo, por ejemplo, sistemas coheteriles antiaéreos en digitales, cuando en su versión original son analógicos, lo que ampliaría muy significativamente sus capacidades operacionales.

La crisis de la DAAFAR en Cuba

A pesar de las leyendas y la propaganda desde La Habana, la Fuerza Aérea cubana no dispone en estos momentos de demasiados recursos operacionales, así como tampoco la Defensa Antiaérea cuenta con demasiadas posibilidades y medios. Los aviones y sistemas de artillería antiaérea disponibles en estos momentos están asignados territorialmente y subordinados a los tres Ejércitos del país (Oriental, Central y Occidental).

Lo que era un extraordinario complejo militar independiente en Ciudad Libertad, donde durante muchos años radicó la jefatura de la DAAFAR (Defensa Anti-Aérea y Fuerza Aérea Revolucionaria), funciona ahora reducido a un piso del edificio del MINFAR en la Plaza de la Revolución en La Habana; y se ha hecho público que donde se encuentra la Base Aérea de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana, se pretende construir un modernísimo aeropuerto civil capaz de acoger el crecimiento de los vuelos previstos para el turismo en los próximos años.

Parecería que tanto para Corea del Norte como para Cuba ese armamento, teniendo en cuenta el posible “enemigo” que supuestamente se preparan para enfrentar, resultaría en verdad obsoleto y de muy poca utilidad frente al modernísimo arsenal y el extraordinario poder de fuego del “imperialismo”.

Sin embargo, no hay que olvidar que, por una parte, la mentalidad tan paranoica de los dictadores comunistas no necesariamente funciona como la de las personas sensatas, y por la otra, que ese armamento en condiciones funcionales, básicamente los aviones Mig21, siempre sería conveniente para la dictadura poder contar con ellos, tanto en caso de producirse sublevaciones militares como levantamientos populares.

Sin embargo, una versión a la que no se le otorgó demasiado peso podría explicar mucho mejor muchas cosas: la arrogancia y el exceso de confianza, tratándose de un tipo de operación que ya se había realizado muchas veces durante medio siglo, puede haber sido la causa del fracaso, en la creencia de que así, si se había hecho anteriormente y nunca se habían producido situaciones indeseables, no sería ahora que se producirían. Típico fallo de subestimación del adversario y complejo de superioridad o arrogancia extrema, que tantas veces ha conducido al fracaso en todas partes, y que ninguna jefatura militar en el mundo puede dejar pasar sin que los responsables de tal fracaso sientan sobre ellos las muy graves consecuencias que vendrán.

La chapucería operativa

Lo que siempre llamó la atención desde el primer momento en este culebrón del buque norcoreano capturado fue el nivel de mamarrachada y chapucería que resultaba evidente con la información que se conocía. La prensa desaforada en el sur de Florida hablaba de un error garrafal “de la Seguridad del estado”, y nadie parecía interesado en conocer que los jefaturas de la DAAFAR, armamento, logística, y servicios de retaguardia, tenían que ver con este movimiento de armas mucho más que “la seguridad”, pues no se pretendía armar un grupo clandestino urbano o una guerrilla clásica, sino se trataba de un cargamento de armamento convencional que aparentemente sería desembarcado en condiciones que se podrían considerar “normales”, en un puerto de un país amigo o, por lo menos, de un país que no fuera enemigo al punto que pudiera entorpecer la operación.

Debido a ello, en diversas entrevistas que me hicieron en la televisión en español de Miami, y en radio, recalqué siempre que era tan evidente la negligencia y la falta del más elemental profesionalismo en el manejo de esta fracasada operación que aunque no lo supiéramos de momento y aunque nunca se explicaran las causas, era seguro que en algún momento, más temprano que tarde, algún general de las fuerzas armadas cubanas sería destituido, degradado, retirado, o hasta encarcelado por este escándalo.

Confieso que en esos momentos no imaginé nunca que entre las represalias que podrían venir contra los responsables del fracaso de esa operación podría incluirse también un oportuno accidente de tráfico que costara la vida a quien no hizo las cosas como se esperaba que debería haberlas hecho.

La experiencia castrista

El gobierno cubano no es novato en eso de transportar armamento o tropas discretamente. Ya en 1963, en ocasión del conflicto fronterizo argelino-marroquí, tras el cable enviado a La Habana por el entonces embajador cubano en Argel, el comandante Jorge “Papito” Serguera, con el texto “mándame naranjas”, fue enviado a toda velocidad hacia Argelia un batallón de infantería reforzado con tanques y artillería, en un buque de la marina mercante cubana, mientras parte de los oficiales que lo comandarían viajaron hasta Argel, vía París, en vuelos comerciales a través de Madrid y Praga.

Solamente al estar en territorio argelino se supo de la presencia de tropas cubanas en ese país. Y fue tan grande y desproporcionada la ayuda enviada desde Cuba en ese barco que hasta el gobierno argelino quedó sorprendido y preocupado, pues esperaba una ayuda discreta y en proporción a los acontecimientos que se desarrollaban, pero Fidel Castro había enviado una fuerza militar impresionante para la zona y la época.

Desde entonces, y por medio siglo, los buques de la marina mercante cubana, y de la Flota Cubana de Pesca, participaron en infinidad de operaciones clandestinas en todo el mundo, para el desembarco de armamento y combatientes en los más diversos puntos del planeta, para exfiltración de personas que debían ser trasladadas hacia Cuba por diversos motivos, o para el envío “legal” o enmascarado de armamento y municiones a países amigos, como el Chile de Salvador Allende, la Nicaragua sandinista o la Granada de Maurice Bishop.

También, aunque en evidentes modus operandi diferentes debido a las limitaciones técnicas, los aviones civiles de Cubana de Aviación han sido utilizados para transportar combatientes a todas partes del mundo. Antiguos aviones Britania e Ilushin-18, movidos con motores de hélice, transportaron los primeros grupos de tropas especiales enviados a combatir en Angola en 1975, durante la Operación Carlota. Viajaban vestidos de civil, las armas de infantería iban escondidas bajo el piso de los aviones, y se hacían escalas en Guyana y Congo Brazzaville para repostar.

No todas las operaciones de traslado de armamentos o combatientes resultaron exitosas. Uno de los fracasos más sonados ocurrió con el buque Alecrín, de la Flota Pesquera, capturado por las fuerzas armadas de Venezuela cuando transportaba armamento para las guerrillas venezolanas. Después de agrias tensiones bilaterales, el Alecrín pudo regresar a Cuba. Otro sonado anterior fracaso en Venezuela fue el intento de desembarco en la zona de Machurucuto de armamento y combatientes cubanos y venezolanos para apoyo a las guerrillas de ese país. Sorprendido en el desembarco, el grupo finalmente fue diezmado por el ejército de Venezuela, y las armas fueron capturadas.

En Chile en tiempos de Salvador Allende hubo diversos envíos ocultos de armamento de infantería para ser utilizado por las milicias populares que se estaban creando y que se proyectaba crear masivamente. Debían producirse sin ser detectados por las fuerzas armadas chilenas, y por eso llegaban a los puertos del país entre carga comercial legal, y sin ser identificados abiertamente ni declarados en los manifiestos de carga de los buques.

En el momento que se produce el golpe de Estado contra Allende en septiembre de 1973 se encontraba en Valparaíso el buque cubano Playa Girón, con armamento destinado al gobierno de Allende. El buque cubano escapó rápidamente de Chile rumbo norte, siendo perseguido por la nave de guerra Blanco Encalada, de la marina chilena. El gobierno cubano presentó el hecho como una provocación de los golpistas, mientras los golpistas acusaban al gobierno de Fidel Castro de enviar ilegalmente armas en ese y otros barcos. La persecución y tensión se mantuvieron durante muchas horas, pero cuando finalmente La Habana autorizó al Playa Girón “largar lastre”, es decir, lanzar al mar el armamento que cargaba, el buque ganó velocidad y se alejó rápidamente, siendo imposible para la nave Blanco Encalada darle alcance.

Durante la guerra de Angola ya se hizo mención del papel de la aviación civil cubana en el transporte de las primeras tropas especiales enviadas a combatir a esa nación africana. Casi al mismo tiempo, Fidel Castro había ordenado a los buques de la marina mercante que se encontraban en Cuba descargar en el puerto más cercano, sin ningún tipo de orden o control, toda la carga que llevaran, e interrumpir y echar atrás la carga de buques que se estuviera produciendo en esos momentos. En esos barcos fueron transportadas muchas más tropas, armamento de artillería y coheteril, municiones y suministros de combate en general, mientras oficiales, artilleros y especialistas eran simultáneamente enviados hacia Angola en aviones de Cubana.

Historias muy parecidas se producirían posteriormente en ocasión de la guerra de Etiopía, donde el gobierno cubano enviaba combatientes desde la propia Angola o desde la Isla, en aviones y buques, mientras la entonces Unión Soviética se encargaba de enviar todo tipo de armamento a través de aviones de carga que hacían escala en Yemen, y de buques de su marina mercante.

Igualmente, aunque en menor escala que en Angola y Etiopía, tropas cubanas, asesores y armamento se enviaron a Nicaragua durante el gobierno de los sandinistas y la lucha frente a “la contra”.

Por todo lo anterior, que refleja solamente y de prisa una muy pequeña parte de toda la actividad encubierta que ha realizado durante más de medio siglo el gobierno cubano para el movimiento y manejo tanto de combatientes como de armamento hacia y desde todas partes del mundo, resulta más que escandaloso el estrepitoso fracaso que se produjo con la detención y registro del buque norcoreano Chong Chon Gang y el descubrimiento de las 240 toneladas de armamento ocultas bajo el cargamento de azúcar.

La visita del fracaso

La nave norcoreana había pasado por el Canal de Panamá rumbo a Cuba, y tras superar la vía interoceánica desconectó los sistemas de localización del buque, sistemas que deben llevar funcionando, obligatoriamente, todos los barcos mercantes en todas partes del mundo. El Chong Chon Gang ya había tenido incidentes y complicaciones anteriores por transportar armamento, se sospechaba que también podía transportar drogas. Y hasta había sido detenido anteriormente por piratas frente a las costas de Somalia en el Océano Índico. Por si fuera poco, había estado más de treinta días en puertos cubanos sin ninguna actividad conocida, resultando objetivo de interés para toda la observación electrónica y satelital de los gobiernos y servicios de inteligencia de muchas naciones.

Con el sospechoso barco en puertos cubanos, se produjo la visita de tres días a la Isla de una delegación militar de alto nivel de Corea del Norte, encabezada por el general de cuatro estrellas Kim Kyok Sik, jefe del Estado Mayor General de las fuerzas armadas norcoreanas, aunque algunos medios informaron erróneamente que era jefe del ejército de Corea del Norte. El visitante fue atendido en Cuba por el general de cuerpo Álvaro López Miera, jefe del EMG de las fuerzas armadas cubanas, y además fue recibido por el Ministro de las FAR cubanas y por el propio Raúl Castro.

Aunque las informaciones sobre la visita fueron parcas y, como siempre, difusas, se pudo conocer que el visitante norcoreano fue llevado a recorrer unidades militares, academias, y empresas de la industria militar. Lo más trascendente de la información publicada en Cuba fueron las palabras del general Kim Kyok Sik el 30 de junio, tras ser recibido por Raúl Castro, al señalar que “Visito a Cuba para encontrarme con los compañeros de la misma trinchera, que son los compañeros cubanos”, pero en el aburrido protocolo comunista eso es más o menos lugar común, similar a declaraciones de inquebrantable amistad o de hermandad entre gobiernos y fuerzas armadas hermanas, o referencias a los éxitos y logros en la construcción del futuro luminoso, éxitos y logros que nadie ve ni siente, pero que se mencionan siempre.

Naturalmente, en ese momento no se mencionó nada públicamente en ningún lugar, pero pocos días después quedó claro para todo el mundo (menos para los pueblos cubano y norcoreano, a los que no se les ha informado casi nada sobre este incidente) que en esa visita de alto nivel se coordinó y dio luz verde al traslado del armamento “obsoleto” bajo el cargamento de azúcar en el buque norcoreano Chong Chon Gang.

A lo que hay que añadir, para entender mejor el escenario, que prácticamente la totalidad de esas 240 toneladas ocultas de armamento eran armas y municiones de la Defensa Anti-Aérea o de la Fuerza Aérea cubana (es decir, de la DAAFAR): dos complejos coheteriles antiaéreos, nueve cohetes en partes y piezas, dos aviones Mig21 Bis y quince motores para ese tipo de avión. Y es necesario además recordar que el jefe de la DAAFAR en ese momento era el general de división Pedro Mendiondo Gómez, quien “se desempeñaba como Jefe de Órgano del Minfar” según informaciones oficiales cubanas.

Después de la visita de los expertos de Naciones Unidas a Panamá el día 12 de agosto, para inspeccionar el armamento oculto hallado en el buque norcoreano, visita terminada el día 16, aunque todavía no se disponía del informe final, se pudo conocer que resultaba evidente que ese cargamento militar enviado por Cuba violaba regulaciones del embargo impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU a Corea del Norte en cuanto al comercio y traslado de armamento, por lo que el régimen de La Habana quedaba en una posición muy incómoda no solamente ante Panamá (que es lo que menos le preocupaba a Raúl Castro), sino ante toda la comunidad internacional.

Para complicar más las cosas, el domingo 25 de agosto se conoció desde Nueva York que:

“Los expertos de la ONU que inspeccionaron el barco norcoreano con armas cubanas sin declarar que fue retenido por Panamá entregaron un informe confidencial y preliminar a los 15 miembros del Consejo de Seguridad sobre su reciente visita, y esperan que Cuba los invite a la isla para discutir el caso.

Los expertos esperan que Cuba no se demore en su respuesta, ya que Panamá está pendiente de la decisión de la ONU sobre el tema antes de tomar alguna acción sobre el futuro de la embarcación y de sus 35 tripulantes, que actualmente se encuentran bajo custodia panameña”.

El accidente de tránsito

Eso podría resultar demasiado incómodo para el Palacio de la Revolución, y no cabría suponer que se pudiera culpar a militares actuando por su cuenta en una operación de este tipo, cuando todo el mundo sabe que sería imposible que eso sucediera en Cuba sin el conocimiento y la autorización del más alto nivel de decisión, léase del presidente Raúl Castro, ni en Corea sin el visto bueno del supremo cualquier cosa Kim Jong-Un.

Por eso llamó la atención que el martes 27 de agosto el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, publicara una información que señalaba que

“En horas de la mañana del pasado domingo 25 de agosto, se produjo un accidente automovilístico, en el vehículo conducido por el general de división Pedro Mendiondo Gómez, jefe de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria”.

La nota no ofrecía detalles sobre las causas ni el lugar del accidente, pero añadía que en el momento del siniestro pereció el suegro del general, mientras que el propio general, su suegra y su esposa fueron hospitalizados gravemente heridos. Horas más tarde, “producto de los traumas sufridos por el accidente” fallecieron el general Mendiondo y su suegra, según la nota oficial.

La nota continuaba con una breve información biográfica sobre el fallecido, como es habitual en Cuba cuando se produce la muerte de algún militar de alto rango, y finalizaba señalando que:

“Siguiendo la voluntad de Mendiondo y de la familia, su cadáver fue cremado. Sus cenizas serán depositadas en ceremonia militar, hoy martes 27 de agosto, a las 10 de la mañana, en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de la Necrópolis de Colón”.

Es decir, no hubo velorio, y sin perder tiempo ni anunciar nada el cadáver sería cremado y depositado en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, aunque sin demasiados honores oficiales ni personalidades presentes en la ceremonia luctuosa, al menos por lo que se ha podido conocer hasta ahora.

No tiene sentido ponerse a especular ahora o a buscarle la quinta pata al gato, pero llama la atención que no se conoce ni dónde ni cómo se produjo el accidente, ni cuánto tiempo transcurrió desde el evento hasta la llegada de los heridos al Hospital Militar. Es posible que transcurra mucho tiempo hasta que esos datos puedan ser conocidos, si es que lo serán algún día relativamente cercano.

Lo más importante, sin embargo, es que ahora una eventual visita de inspectores de Naciones Unidas a La Habana estaría destinada al fracaso, por falta de interlocutores. Todos los militares que conversaran con los inspectores podrían responder ante cada pregunta diciendo que eso lo atendía directamente el difunto y que ellos no sabían nada más que lo que le comunicaran, y que no les habían comunicado nada sobre el tema, cualquiera que fuera el tema en cuestión.

La contraparte norcoreana

La dictadura norcoreana, por su parte, se comportó mucho más impaciente que sus homólogos caribeños: desde el día 3 de agosto no fue visto en público el general Kim Kyok Sik, quien poco más de un mes antes se había encontrado en Cuba “con los compañeros de la misma trinchera, que son los compañeros cubanos”.

Y más recientemente, la prensa norcoreana, siempre extremadamente cuidadosa y exacta al referir cargos y jerarquías de personalidades del régimen, ha comenzado a mencionar a otro general de cuatro estrellas, Ri Yong Gil, quien se desempeñaba como jefe de operaciones de las fuerzas armadas, y por lo tanto segundo jefe de su estado mayor, como jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, sin mencionar para nada al eclipsado Kim Kyok Sik.

Dado el orden de presentación de personajes por la prensa norcoreana, se puede suponer que otro general de cuatro estrellas, Jang Jong Nam, sería el nuevo Jefe de operaciones y segundo jefe de estado mayor. Ambos generales, Ri y Jang, fueron ascendidos recientemente, porque hasta hace poco aparecían en la prensa de Corea del Norte con tres estrellas en sus charreteras, y no cuatro como ahora.

Con estos cambios se puede suponer que el compañero de la misma trinchera de los militares cubanos, el general Kim Kyok Sik, cayó en desgracia en su país tras el fracaso de la operación del buque Chong Chon Gang, y un fallo de esa naturaleza no puede pasar sin resultados nefastos cuando se vive en la monarquía dinástica norcoreana. Si el general Kim ha sido degradado y ubicado en una responsabilidad menor, o se encuentra en su casa sin hacer nada, puede sentirse mucho más que feliz.

No habría que sorprenderse si ha sido detenido o enviado a un campo de “reeducación” en cualquier lugar de la nación asiática. O simplemente borrado del mapa. En Corea del Norte ni siquiera es necesario un accidente automovilístico para desprenderse de un personaje incómodo o peligroso para los intereses del régimen de Pyongyang.

Ya vimos lo que sucedió recientemente a un grupo musical de jóvenes norcoreanos donde participaba una antigua novia del tirano Kim Jong Un: grabaron un video donde varias mujeres bailaban y cantaban en shorts, mostrando sus muslos, sin más ninguna intención ni doble sentido, con el objetivo de promocionar la agrupación musical. Ese video en Occidente sería visto como soso o aburrido, pero la dictadura de Pyongyang quiso considerarlo pornográfico y contrario a las normas morales establecidas. Como resultado, once integrantes del grupo, incluida la exnovia del Supremo Líder, fueron ejecutados delante de sus familiares, y esos familiares, tras la ejecución, fueron enviados a campos de “reeducación” quién sabe dónde.

Si ese fue el destino de unos jóvenes artistas por haber realizado un video de promoción de sus actividades que no gustó al régimen, ¿cuál podría ser en Corea del Norte la suerte de un general de cuatro estrellas considerado responsable de un rotundo fracaso como la captura y decomiso del buque Chong Chon Gang y toda su carga, la detención de sus treinta y cinco tripulantes y, más que nada y lo más dañino de todo para Pyongyang, la exposición pública de irregularidades y violaciones con las que actúa normalmente la dictadura norcoreana.

Si por mostrar inocentemente sus muslos las cantantes norcoreanas fueron ejecutadas con disparos en la nuca frente a sus familiares, por el hecho de que un general posibilitara con su fracaso que el mundo conozca algunas de las inmundicias y trasgresiones con que funciona como algo natural la dictadura norcoreana, ejecutarlo a cañonazos o lanzarlo a un estanque repleto de tiburones hambrientos podría parecerle un castigo demasiado suave al supremo líder de pacotilla.

Con la difuminación actual del general Kim, los cuatro generales que acompañaron públicamente el féretro de Kim Jong Il al momento de su muerte, están fuera del juego, sustituidos por hombres de confianza del nuevo supremo líder Kim Jong Un.

Al menos en algo tuvo un poco de razón el ahora esfumado general Kim Kyok Sik al declarar que era compañero de la misma trinchera de los cubanos: en estos momentos, por lo que parece, junto al general cubano Pedro Mendiondo, fallecido recientemente en un accidente de tránsito, ambos generales tal vez no sean compañeros de la misma trinchera, pero son compañeros de la misma desgracia.

Por obra y gracia de haber fracasado esta vez al no poder cumplir con los intereses que suponía el servicio de ambos generales hacia dos dictadores que son compañeros de la misma inmundicia.


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