Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Política

Democracia, socialismos y golpes de Estado

Si Chile fuera parte del ALBA (creada por Chávez), probablemente estaría en la misma situación socialmente inestable de los países miembros de esa organización

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Con la fallida insurrección de la Policía Nacional en Ecuador volvió la preocupación de los golpes de Estado a gobiernos democráticamente elegidos en algunos países de América Latina. También volvieron algunos análisis maniqueos, con los argumentos repetidos de que detrás de esas insurrecciones debe estar obligadamente una oposición manejada por la burguesía, el imperialismo, la derecha diabólica.

Es cierto que no estamos a fines del siglo XIX, ni menos en el siglo XX, incluyendo el período de la guerra fría, la revolución cubana, el Gobierno de Allende, la revolución sandinista, las guerras civiles en América Central, las dictaduras en el Cono Sur. Allí está la historia de una América Latina intervenida directa e indirectamente por Estados Unidos, e intervenida también por la ex Unión Soviética o todo el pensamiento marxista que alimentó teórica y prácticamente a movimientos revolucionarios y grupos de liberación nacional. Nuestra América Latina se ha movido continuamente por doscientos años hasta ahora en una historia de democracias representativas más o menos imperfectas, utopías y dictaduras.

Innegable fue el cambio posterior que trajo consigo el desmoronamiento de la ex Unión Soviética, y el hecho de que como efecto dominó se derrumbó luego todo el campo socialista. Innegable también que la apertura de las economías neoliberales aceleró una globalización, si bien desigual pero fundamental en el desarrollo de la tecnología digital y la información. Unos impusieron el nuevo sistema a la fuerza, como fue el caso chileno con las diez modernizaciones de la dictadura de Pinochet. Otros a través de sus propias democracias nacientes, a las que no les quedaba otra opción que integrarse al sistema de comercio global.

En Chile los gobiernos concertacionistas continuaron el proceso de integración de la nación al mercado global. Con todas las críticas que se les hacen a esos gobiernos, Chile no estaría, sin embargo, en el nivel de desarrollo económico que ahora tiene, si otra hubiera sido su realidad: una vía tipo Hugo Chávez o la de Ortega en Nicaragua, o de Correa en Ecuador o Morales en Bolivia. Si Chile fuera en estos momentos parte del ALBA (creada por Chávez) probablemente estaría en la misma situación socialmente inestable de esos países.

Eso se comprueba si se analiza lo que ocurre en esos países que ha organizado Chávez bajo “el nuevo socialismo del siglo XXI” o la otra alternativa al neoliberalismo, al nuevo colonialismo, al imperialismo, a la oposición aliada a intereses extranjeros. Todos esos términos se les escuchan continuamente en sus discursos a Chávez, Ortega, Morales, Correa.

Todos condenamos los golpes de Estado en sociedades donde los presidentes han sido elegidos por el voto popular. No es ese el problema. El problema es que estos nuevos caudillos socialistas, usando aquella democracia que les ha permitido llegar al poder, ahora la revierten para transformar su país en un experimento socialista del siglo XXI. No es ningún azar que la inauguración del ALBA haya sido en La Habana, Cuba, y que allí también se hayan reunido en años posteriores.

Tampoco es un azar que esos países, principalmente Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador tengan el mismo objetivo de cambiar la constitución o eliminar los partidos de oposición que consideran grupos de la burguesía, aliados al imperio. Gobernar por decretos (Venezuela, Nicaragua, Ecuador son ejemplos muy claros), o crear leyes para disolver cuando deseen el parlamento o sus Asambleas Nacionales, como Correa lo está anunciando. O controlar los medios masivos (fundamentalmente la televisión, como en el caso de Venezuela) y crear así la división odiosa entre “el pueblo” y “la oposición aliada al imperio”.

Proponer una sociedad mejor para todos es un sueño que América Latina ha deseado por doscientos años a través de unas democracias imperfectas y de unas utopías socialistas. Nuestra historia ha sido aquella, interrumpida también por la reacción de violentas dictaduras militares.

Lo de Ecuador en días recientes muestra la inestabilidad de ciertas sociedades cuando se echa andar un sistema impuesto a rajatabla porque se está seguro de que es el mejor y de que el otro, el neoliberalismo, la globalización, en cambio, es una presencia diabólica que hay que exterminar. El apoyo al presidente Correa no es ninguna contradicción. Se le apoya porque se respeta su condición de Presidente elegido por votación popular. Pero lo otro muy distinto es estar en desacuerdo con su propuesta, similar a la de todos los presidentes del ALBA. El resultado es que en estos años se ha mostrado, por el contario, en esos países, que esos nuevos socialismos están llevando a una división violenta entre sus propios ciudadanos.



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